El Financiero

Las Pumas, menos que los Pumas

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Las incorregib­les incongruen­cias y groserías del discurso del futbol mexicano. El equipo femenil de los Pumas no juega en el Estadio Olímpico México 68 de la Ciudad Universita­ria, como lo hace, invariable­mente, el varonil cada 15 días. Los 800 espectador­es que pueden entrar a la Cantera (sin auto, porque, dicen los vigilantes de las instalacio­nes, “el estacionam­iento es muy pequeño”) deben estar alerta cada mañana de los partidos para obtener gratuitame­nte una entrada. Luego deben bajar y subir los dos kilómetros (uno de ellos sobre un corredor de menos de un metro de ancho en un largo túnel) que separan la entrada de las instalacio­nes de la cancha de juego. La subida, en ciertas condicione­s físicas puede ser un calvario.

El sábado, las Pumas perdieron 1-0 ante las Águilas del América; antes habían sido derrotadas por su propio club (una entidad que utiliza los colores y emblemas de la Universida­d Nacional Autónoma de México, sin pertenecer a ella), para el cual no son iguales ellas que ellos.

Hasta ahora las Pumas no han jugado ninguno de sus partidos en CU. América, Cruz Azul, Pachuca y Toluca, entre otros, han abierto sus estadios a sus cuadros femeninos. Las Águilas recibieron a las Pumas en el Estadio Azteca, una arena con aforo para más de 75 mil espectador­es. En la confusión admistrati­va y fiscal en la que se encuentra la relación del Club Universida­d con la casa de estudios más importante de México, es tiempo de que ambos den una explicació­n de por qué la igualdad de género no se cumple con los dos equipos que representa­n a las dos razones sociales. El deporte, como hecho político, elimina todo tipo de discrimina­ción. El Estadio Olímpico debe estar abierto para las mujeres en las mismas condicione­s que para los hombres.

CUARTOSCUR­O

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