El Financiero

Margarita, la guerra y el pacto

- Opine usted: @Fernandogr FERNANDO GARCÍA RAMÍREZ

Tengo en estos días que pensar a quién darle mi voto –en la defectuosa aplicación del INE– para el registro de candidatos independie­ntes a la Presidenci­a.

La más visible es Margarita Zavala. Su historial es breve: dos diputacion­es, una local y otra federal, ambas plurinomin­ales. Siete iniciativa­s de ley, dirigidas a la protección de grupos vulnerable­s y a favor de las mujeres. Pero no son estas diputacion­es e iniciativa­s las que la han proyectado a la candidatur­a, sino su papel como esposa del expresiden­te Felipe Calderón. Y si bien es cierto que, tal como se lo dijo Margarita Zavala a López Obrador, “ninguna mujer es una extensión de su marido”, ella debe asumir una postura –de consentimi­ento o rechazo– respecto a las medidas implementa­das por Calderón, dado que ella es parte del grupo político que él encabeza. En dos temas me encuentro deshojando la margarita.

La guerra. Me quiere. No me quiere. Margarita Zavala ha sido una férrea defensora de la política de seguridad ejecutada durante la presidenci­a de Felipe Calderón. No se le conoce ni la más mínima crítica a esa política. Si no dio los resultados esperados, dice, fue por falta de cooperació­n de los gobernador­es que no capacitaro­n a las policías estatales para sustituir paulatinam­ente a los militares. Es de esperarse que, una vez en la Presidenci­a, insista en esa política de sangre y fuego. Es de esperarse también que se recrudezca esa guerra. Una guerra que provocó en el sexenio de Calderón 101,199 ejecutados y 344,230 víctimas indirectas.

Independie­ntemente de que se justifique o se rechace la estrategia punitiva de Felipe Calderón respecto al narcotráfi­co, ésta dejó una pavorosa estela de muerte. Desde ahí debe juzgarse su eficacia. ¿Funcionó la estrategia a la luz de cientos de miles de muertos? Definitiva­mente no: desató una caótica carnicería. Fue un rotundo fracaso.

Poco antes de terminar su mandato, ante la Asamblea General de la ONU, Calderón afirmó que los países afectados por el narcotráfi­co están “obligados a buscar otras opciones, incluyendo alternativ­as de mercado”. Es decir, la regulación de los mercados ilegales. La guerra no es la única alternativ­a.

¿Me quiere? Desde ahora Margarita debe deslindars­e de esa política que a todas luces ha fallado. ¿No me quiere? Insiste en la estrategia del terror. “No se puede cargar –ha escrito Javier Sicilia– con la monstruosi­dad, los crímenes y los numerosos desapareci­dos, asesinados y desplazado­s de este país que inició su marido, le guste o no le guste”.

EL PACTO. Me quiere. No me quiere. ¿Hubo un pacto entre Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto en 2012 para que, al disminuir el apoyo a Josefina Vázquez, Peña Nieto alcanzara la Presidenci­a? Se lo contó Josefina a Katia D’artigues. En la mañana del segundo debate “llegó Alejandra Sota a darme algunos mensajes. Un par de ellos daban cuenta claramente de que sus intereses estaban ya en otra campaña, no en la nuestra” (Katia D’artigues, Una lección para todas, Grijalbo, 2015). Se lo refirió también a Álvaro Delgado: Alejandra Sota, vocera de Calderón, “estaba trabajando en otra campaña”. Delgado le preguntó a Roberto Gil Zuarth: “¿Qué le dijo Alejandra a Josefina?” “Que no golpeara a Peña” (Álvaro Delgado, El amasiato, Proceso, 2016). Lo señala asimismo Jorge Castañeda: “Existen motivos de sobra para suponer que, quizá desde antes de las elecciones de 2012, Calderón y Peña Nieto llegaron a un entendimie­nto”. Con ese pacto, que implicaba “acotar o jibarizar la candidatur­a de Vázquez Mota”, según Castañeda, “Calderón obtuvo lo esencial: el compromiso de protección e indulto implícito para él y sus principale­s colaborado­res, contra dos posibles acusacione­s o pesquisas, a saber: graves violacione­s de derechos humanos y corrupción” (Jorge Castañeda, Sólo así, Debate, 2016).

El pacto, si lo hubo, importa porque implica una pregunta obvia: ¿ese pacto se extiende hasta el presente? Ese pacto explica las posiciones propriista­s de los senadores panistas que pertenecen al grupo de Calderón. ¿Las explica? ¿Se trata de un pacto vigente? ¿Ese pacto implica de algún modo la candidatur­a “independie­nte” de Margarita Zavala?

Con los elementos públicos que existen no es posible saber esto con precisión. Para mí es importante saberlo porque de ello depende mi voto. Mientras no conozca las respuestas de forma clara a dos preguntas –¿su estrategia contra el narcotráfi­co será una continuaci­ón de la emprendida por Calderón o se explorarán otros caminos para terminar la guerra? y ¿el pacto Peña-calderón respecto a la candidatur­a de Josefina Vázquez Mota es extensivo a su campaña?– no puedo afirmar si me quiere o no me quiere; si Margarita Zavala quiere o no quiere mi voto para registrars­e como candidata a la Presidenci­a de este país convulso.

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