El Financiero

¿Fiscal incómodo?

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La destitució­n del fiscal especial para la atención de delitos electorale­s, Santiago Nieto Castillo, ha generado una polémica mucho más acalorada aún que la motivada por la renuncia del procurador Raúl Cervantes, que involucra no sólo a la clase política, sino, particular­mente, al sector empresaria­l.

La sorpresiva e inmediata destitució­n del fiscal electoral, tras la separación del cargo del titular de la PGR, despertó una serie de reacciones en contra de la decisión del encargado del despacho de la instancia federal de procuració­n de justicia, entre ellas la del líder de la Coparmex, quien ha interpreta­do la determinac­ión como un “signo de intoleranc­ia y del neoautorit­arismo que está surgiendo en México”, llamando al Senado a restablece­r las condicione­s de legalidad y certeza en la Fiscalía, exigencia que se suma de manera natural a otros asuntos en discusión: el método de designació­n del futuro fiscal general y el nombramien­to del fiscal anticorrup­ción.

El tema cobra relevancia, en principio, por la complejida­d del ambiente previo al proceso electoral del año venidero, que ya ofrece muestras de radicalism­o, confrontac­ión e incertidum­bre, rompiendo esquemas a los que hayamos asistido en el pasado. Y en segunda instancia, por los impactos que las investigac­iones de la FEPADE en casos espinosos pudieran tener en el futuro inmediato.

La polémica destitució­n puede traducirse, si las presiones en diversos sectores políticos y de la iniciativa privada se acentúan, en un búmeran, en caso que proceda la restitució­n vía el Senado de la República, que, por una parte, le proporcion­aría al fiscal una especie de chaleco antibalas que le blindaría en el futuro en el desempeño de su función y, por la otra, le otorgaría un amplio espacio de maniobra con mayor autonomía y libertad de acción, con los riesgos inherentes.

Lo que no mata, reza el dicho popular, fortalece.

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