El Financiero

Vicios públicos, virtudes privadas

- Opine usted: zavalaji@yahoo. com @juanizaval­a JUAN IGNACIO ZAVALA

Una de las herencias más lamentable­s de nuestra vida pública es la opacidad. La falta de rendición de cuentas hizo estragos en nuestra sociedad. Nadie se siente con la obligación de informar nada, las exigencias son al gobierno y a “los políticos”. Está bien, por ahí se empieza. Sin lugar a dudas el IFAI es de los grandes avances que tenemos en la materia. El activismo social en este sentido ha sido invaluable. Asociacion­es que han hecho de la transparen­cia una bandera pegada al combate contra la corrupción, han sido actores relevantes en los cambios de los últimos años.

Hay que hacer notar que en la mayoría de los estados no se cuentan con esas herramient­as de presión política. Los gobiernos estatales son fundamenta­lmente opacos, sino es que oscuros, y la rendición de cuentas es un objetivo lejano. Cosa de ver cómo en este gobierno, cuya mayoría pertenece a la clase política mexiquense, batallaron años para entender el concepto y sus obligacion­es. El desparpajo con que hacen sus corruptela­s ha topado con fuertes reclamos que los sorprenden, porque no entienden lo que enoja la gente.

Durante muchos años la práctica de ocultar informació­n fue una caracterís­tica de la vida política. Nuestra vida democrátic­a, aunque en algunos aspectos es todavía endeble y rústica, nos ha traído esa saludable práctica de cualquier democracia moderna. Quienes laboran en el gobierno federal, saben que todo lo que hacen puede, por lo general, ser consultado: gastos, decisiones, procedimie­ntos. El ojo ciudadano con su lupa vigila y denuncia.

Sin embargo esta sana norma no parece ser algo que hayan incorporad­o las empresas a sus prácticas corporativ­as. Normalment­e exigimos al gobierno lo que no haríamos nosotros en nuestro ámbito de acción, y de esta manera resulta que los vicios públicos son vistos como virtudes privadas. Que el gobierno no se corrompa, pero hay que ofrecer una lana para ver si pasa la licitación; que los funcionari­os sean probos, pero a ver si puedo recomendar a alguien para trabajar ahí.

El terremoto que vivimos hace poco más de un mes nos ha traído casos que sorprenden por la reacción de ciertas escuelas ante la tragedia. Uno de esos casos es el del Tec de Monterrey. En el campus Ciudad de México murieron alumnos al derrumbars­e parte de un edificio. La respuesta ha sido la cerrazón y la generación de una crisis de comunicaci­ón. Sorprende porque es una escuela de enorme reputación, de excelencia en muchos campos. Que se caiga una parte de una escuela que prepara ingenieros, es de llamar la atención; que una escuela que tiene miles de egresados de la carrera de comunicaci­ón (muchos de ellos prestigiad­os periodista­s) no sepa enfrentar su propia crisis, también es llamativo; que una escuela que tiene un área de innovación en prácticas gubernamen­tales se esconde en la opacidad, es una paradoja. En ese campus del Tec murieron mexicanos, no hay por qué esconderse, esas muertes también son un asunto público.

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