Cuento de terror
Con variantes, las encuestas más recientes indican que hay tres grupos políticos que compiten por la Presidencia en 2018: el PRI y sus aliados tradicionales; Morena y el PT, y el Frente Ciudadano, conformado por PAN, PRD y MC. Fuera de ellos, no parece existir nadie con posibilidades, aunque algunos independientes podrían superar 5% del voto. Estamos aún lejos de la elección, y del voto útil que provoca, de forma que esto puede cambiar mucho.
Si en realidad la votación se concentra en las tres grandes alianzas, entonces el ganador deberá superar con claridad el 30% de la votación efectiva para poder ganar. Esto, me parece, deja fuera de la competencia a López Obrador, aunque ahora parezca puntero en todas las encuestas. En 2006 y 2012, López Obrador superó con claridad ese nivel, pero en esas ocasiones encabezaba una alianza de izquierda prácticamente total. Ahora no lleva ni al PRD ni a Movimiento Ciudadano, y no parece reconocer que una parte no menor de sus votos se quedó con esos partidos.
No parece haber duda de que Morena se ubica hoy como tercera fuerza, pero como partido alcanza apenas entre un tercio y una cuarta parte de los votos de PRI y PAN, los dos más importantes. Tampoco hay duda de que la figura de López Obrador, por sí sola, representa varios millones de votos. Pero la suma no da. Morena tiene hoy una presencia nacional equivalente al 13% de la votación, que es la mitad de lo que tuvo la alianza de AMLO en las elecciones legislativas de 2006 y 2012. Esto significa que López Obrador estaría en los alrededores de 20% del voto, y no del 30% necesario para competir en serio.
Por otra parte, aunque el PRI parece sostener su voto duro de cerca de 25%, y podría elevarlo lo necesario para ganar la Presidencia, presenta un fenómeno que no habíamos visto. En las encuestas, más de la mitad de los votantes afirma que jamás votaría por ese partido. Entre las diversas características negativas que se asocian al PRI, una muy importante es la corrupción, que resulta ser uno de los dos temas de fondo en este proceso electoral. Más claramente: la mitad de los mexicanos cree que el PRI es sinónimo de corrupción, y cree que ése es el problema más importante del país.
Esto puede llevarnos a una situación inédita: el PRI podría ganar la Presidencia con 30% del voto, pero ser rechazado por más del 50%. Y rechazado de forma activa. Si ha sido difícil mover a México hacia la democracia, y mantener algo de legitimidad de este sistema entre la población, todo indica que ese triunfo la desplomaría. Lo único parecido que puedo imaginar es 1988, pero los treinta años transcurridos cambian todo el panorama. Si en aquel entonces pudo mantenerse la paz social, tengo muchas dudas de que ahora pudiera alcanzarse el mismo resultado.
Si López Obrador no puede alcanzar el rango para competir, y el PRI, aunque lo alcance, no puede contar con legitimidad en caso de ganar, lo único que queda es el Frente Ciudadano. Esta figura no es popular entre los comentaristas, pero en lugar de seguir hablando de alianzas contra natura, y del agua y el aceite, harían bien los colegas en reconocer que, en este momento, el Frente tiene muy altas probabilidades de ganar.
La responsabilidad que tienen los constructores de esta figura es inmensa. La que tenemos los analistas para entrar al fondo de la misma, es igualmente importante. Convendría empezar a enfrentarla.
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Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey