PERAS Y MANZANAS
VALERIA MOY
Hace poco la Cofece publicó la memoria del premio para identificar el obstáculo regulatorio más absurdo para competir y emprender. Sobra explicar los beneficios de la competencia para los consumidores, pero al mismo tiempo, al ver los obstáculos que la impiden, parecería que no entendemos sus ventajas para impulsar la eficiencia, disminuir precios y mejorar calidad y variedad de bienes y servicios.
Hay obstáculos de todo tipo. Algunos regulan la distancia entre establecimientos, otros establecen ciertos horarios de operación, otros más exigen trámites excesivos para el funcionamiento de los negocios. Por ejemplo, en algunos municipios de Michoacán y de Morelos hay reglas que establecen distancias mínimas entre tortillerías. Estos lineamientos se entienden cuando la existencia de muchos competidores representa un riesgo para la salud o la seguridad de la comunidad. Esto no debería de aplicar a las tortillerías. Al contrario, al limitar la distancia entre ellas, se inhibe la competencia en detrimento de los consumidores locales.
El obstáculo que obtuvo el primer lugar, presentado por Verónica Pérez Lima, se refiere a las leyes estatales del notariado. En algunos estados, la oferta notarial está limitada por el número de habitantes del municipio o el distrito judicial. Adicionalmente, en la mayoría de los estados el Ejecutivo goza de enorme discrecionalidad para otorgar las patentes notariales con criterios como “tomar en cuenta las necesidades del propio servicio notarial” (lo que sea que eso signifique) o “cuando a su juicio lo exija el incremento de los negocios”. Con ese tipo de criterios no sorprende que las notarías se hayan convertido en un premio que los gobernadores dan a sus familiares o amigos, particularmente hacia el final de sus administraciones.
Los cercanos a los funcionarios obtienen un regalo, dudo que sea libre de compromisos, que les dará un negocio asegurado a precios altos y controlados, porque, además, las leyes del notariado sujetan el cobro de honorarios a aranceles establecidos por el Ejecutivo o por el Colegio de Notarios. No hay incentivos para competir. La reacción de los notarios al día siguiente de la publicación del premio llama la atención. En primer lugar, esgrimen un argumento que nada abona a su favor. Según el Colegio Nacional del Notariado Mexicano, usando una antigua tesis de la Suprema Corte, los notarios no son agentes económicos, por lo que no están sujetos a los principios de la competencia. Nada más alejado de la realidad. Los notarios son un jugador importante en la actividad económica. En función de la transparencia, eficiencia, agilidad y por supuesto el precio de los servicios notariales, las transacciones en la economía podrán facilitarse o frenarse. Entre más altos los costos, por ejemplo, de escriturar, se inhiben las operaciones de compra/venta de inmuebles y se promueven las transacciones fuera de la ley. Los notarios proporcionan un servicio fundamental para que las operaciones se lleven a cabo dentro del marco legal, pero como cualquier otorgante de un servicio, su operación debería de regirse bajo el principio de la competencia. Es más, dado este rol de suma importancia, los servicios notariales deberían enfrentar toda la competencia posible para dar mayores beneficios a los consumidores.
Tan es relevante su función en la dinámica económica que el Banco Mundial lo reconoce en su índice Doing Business. El IMCO, en su Índice de Competitividad Estatal, señala al número de notarías por cada 100 mil habitantes como una variable clave. En Tlaxcala hay sólo 0.8 notarios por cada 100 mil habitantes. En la Ciudad de México hay 2.6 y en Nuevo León 4.2.
Los notarios criticaron a la Cofece aludiendo que ésta desconoce su función, señalando que el ejercicio que ellos realizan no es un oficio ni tiene por qué estar sujeto a competencia económica. Parece ser que el gremio notarial quiere ser tratado con un régimen especial que los consienta y les perpetúe el negocio y los privilegios.
No tengo la menor duda de la importancia del papel que juegan los notarios para dar fé y credibilidad a un sinnúmero de trámites, pero también reconozco que solicitar un trámite en una notaría en ocasiones es como un viaje al pasado. Incontables pasantes y asistentes en un desfile de salas y papeles, para que —hasta el momento final— aparezca el notario y estampe su firma.
Supongo que llegará el momento en el que la tecnología nos obligue a modernizar el sistema notarial. Mientras tanto, veamos a las notarías como un proveedor relevante de servicios que debería operar bajo principios de competencia, si queremos el beneficio del usuario e impulsar el desarrollo del país.
Opine usted: @Valeriamoy
*La autora es profesora de Economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos?