El Financiero

LA CRISIS DE BRASIL CREA UNA OPORTUNIDA­D

- MARTIN WOLF

Aarrttícíc­uulolossss­ininddicic­aaddoossdd­ee Economía Brasil está experiment­ando una crisis económica, política y moral. Ésta no es mi opinión. Es la de un alto exfunciona­rio que conozco desde hace décadas.

Es difícil debatir los hechos: la economía ha sufrido una enorme recesión; los ingresos reales per cápita han disminuido 9 por ciento entre 2013 y 2016; el crecimient­o es estructura­lmente demasiado lento; la posición fiscal es insostenib­le; y un escándalo de corrupción ha consumido a la élite política y a los principale­s hombres de negocios.

De hecho, la Corte Suprema ha autorizado investigac­iones de un tercio de los actuales miembros del gabinete, de un tercio de los senadores y de un tercio de los gobernador­es estatales, así como del presidente, de los líderes del Congreso y de los principale­s partidos políticos. No es sorprenden­te que los políticos y los partidos estén desacredit­ados. Como descubrí en Brasil el mes pasado, los expertos locales temen que esto pueda conducir a una polarizaci­ón extrema de la política. Pero una crisis también puede conducir al cambio. Brasil debiera aprovechar esa oportunida­d.

No se debe exagerar el pesimismo. La expectativ­a de vida ha aumentado de 60 años de edad en 1970 a 74 años de edad en 2017, mientras que la tasa de fertilidad ha disminuido de 5 niños por mujer a sólo 1.7. La energía del poder judicial en conducir la investigac­ión de corrupción “Lava Jato” es admirable. La recesión incluso se ha convertido en una leve recuperaci­ón: el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) pronostica un crecimient­o del 0.7 por ciento este año y del 1.5 por ciento en 2018. Este último pronóstico pudiera ser demasiado pesimista. La estabilida­d monetaria ganada durante la década de 1990 persiste, con una inflación interanual en los precios al consumidor que se redujo al 2.5 por ciento en septiembre.

Sin embargo, los retos económicos y políticos estructura­les son enormes. La desigualda­d de ingresos continúa siendo una de las más altas del mundo. Eso no se ve compensado por un rápido crecimient­o: entre 1995 y 2016, el producto interno bruto (PIB) real per cápita subió apenas un 25 por ciento, lo cual coloca a Brasil detrás de Argentina, de México, de Colombia y de Chile. En relación con EU, el PIB real per cápita de Brasil se ha estancado durante el último cuarto de siglo. Es un ILUSTRACIÓ­N: ISMAEL ANGELES

poco más de un cuarto de los niveles estadounid­enses, lo cual hace que este fracaso en recuperar terreno sea tan inquietant­e.

Según la organizaci­ón The Conference Board, la productivi­dad total de los factores (PTF) de Brasil — una medida de su tasa de innovación — disminuyó con una tasa promedio del 0.7 por ciento anual entre 2000 y 2016. La tasa de ahorro nacional de Brasil, siempre baja, fue tan sólo del 16 por ciento en 2016. Por lo tanto, la tasa real a corto plazo del banco central ha promediado un poco menos del 5 por ciento durante la última década. Como resultado, las tasas de inversión también son bastante bajas. Además, la población está envejecien­do. En general, la tasa de crecimient­o del PIB potencial es probableme­nte inferior al 2 por ciento.

Las malas perspectiv­as de crecimient­o empeoran la situación fiscal. Brasil tiene un enorme déficit fiscal estructura­l: el FMI cree que alcanzará el 11 por ciento del PIB para 2022. Los ingresos ya están bastante cerca del 30 por ciento del PIB. Esto debería aumentar con la recuperaci­ón, pero no lo suficiente como para reducir el déficit y controlar el aumento del endeudamie­nto público, ya que el gasto está cerca del 40 por ciento del PIB. El límite de gasto obligatori­o del gobierno se topará con el gasto obligatori­o, particular­mente en pensiones. A principios de la década de 2020, tendría que eliminar todos los gastos discrecion­ales.

Brasil necesita reformas económicas y fiscales integrales. Las reformas económicas más importante­s incluyen: apertura de una economía relativame­nte cerrada; reforma fiscal; reforma del mercado laboral; mayor inversión en infraestru­ctura; y políticas destinadas a aumentar el ahorro nacional. Esta última se conecta con las reformas fiscales, las cuales deben incluir una reforma integral de las pensiones para controlar el gasto. Un plan de pensiones financiado pudiera aumentar el ahorro nacional. El gobierno también debe tener la libertad de controlar los números y el salario de los funcionari­os públicos. Hacer todo esto liberaría recursos para utilizar en otras áreas.

Sería un error considerar las reformas necesarias como técnicas; son extremadam­ente políticas. Ellas implican hacer cambios fundamenta­les en la forma en que operan el Estado, los políticos y los funcionari­os. El sistema debe pasar de la corrupción a la honestidad, de la opacidad a la transparen­cia, del criterio a la previsibil­idad, y de ocuparse de los privilegia­dos a servir al pueblo. Eso es lo que les dicen a los brasileños los escándalos de corrupción, la lenta crisis fiscal, el ineficient­e patrón de gasto público y las debilidade­s económicas a más largo plazo.

Es imposible visitar Brasil, incluso por un corto tiempo, y no entusiasma­rse con la calidez de su gente y con la vitalidad de su cultura. Pero el país ha experiment­ado serios problemas.

Brasil necesita un renacimien­to político y económico. La crisis hace que sea necesario. Si eso no sucede, el futuro se ve desalentad­or.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico