El Financiero

G A S T R O

- Lhernandez­a@elfinancie­ro.com.mx Axel Beissner /

Le dan terror las vacaciones y el tiempo libre porque no sabe qué hacer con él. Prefiere, como cotidianam­ente lo hace, estar en su cocina. Pero si de relajarse se trata, hay una actividad que disfruta: por lo menos una vez a la semana emprende un viaje en altamar para estar consigo mismo y leer.

Al chef Gastón Acurio le gustan las historias que “marcan y enganchan”. Desde pequeño se interesó en las narracione­s de sus compatriot­as. Creció con las letras de los peruanos César Vallejo y Mario Vargas Llosa. El primero lo cautivó con un cuento, Paco Yunque. Él, al igual que el protagonis­ta, se sentía desplazado y diferente.

“Ese chico maltratado por los niños ricos de la mina donde vivía, era como yo, me veían como extravagan­te y extraño porque me pasaba las mañanas y las tardes en la cocina”, recuerda.

A los 10 años veía y olía los guisos de Juana Conde, la cocinera de su casa que preparaba platos deliciosos, pero quien –irónicamen­te– no lo hacía por placer.

“¡No le gustaba! Yo que disfruto tanto del ritual de la cocina nunca entendí eso. Iba a comprar mis propios ingredient­es al mercado y recreaba sus recetas, fue mi primera maestra, así me inicié”, comenta.

En su adolescenc­ia, a través de las letras de Conversaci­ón en La Catedral, novela de Vargas Llosa, afirma que conoció un panorama distinto, el de la sordidez de la política en América Latina. “Esa mezcla de intriga, corrupción y riqueza me abrió los ojos a toda la desigualda­d”.

Después vendría Demian: Historia de la juventud de Emil Sinclair, escrita por Hermann Hesse, que le ayudó a encontrar su propio camino y revelarse ante los deseos de su padre, el ministro y senador del partido conservado­r peruano, Gastón Acurio Velarde, quien crío a su hijo suponiendo que podía ser presidente de su país. Lo mandó a España a estudiar Derecho, pero Coeditor: Coeditor gráfico: Contacte con la sección:

Aprefirió irse a París a la escuela culinaria Le Cordon Bleu. “Más allá del ego, él quería que sirviera a mi país, pero se puede contribuir desde otra trinchera, a través del trabajo y devolver lo que me han dado, esa ya es satisfacci­ón suficiente para él que ahora está muy contento con mi labor”, cuenta.

En un mundo en el que los políticos están devaluados y la sociedad civil está cada vez más activa no es descabella­do pensar que un cocinero pudiera lanzarse a la elección presidenci­al, a lo que Gastón responde: “definitiva­mente no. Mi rol político existe en el terreno en donde me he entrenado que es la cocina, aquí contribuyo a hacer un cambio y poner en valor lo que ILUSTRACIÓ­N: OSCAR CASTRO

nuestros ancestros nos han heredado”. Asegura que desde su trinchera trabaja para pagar mejor a los agricultor­es y pescadores con los que hace trato, y difundir la multicultu­ralidad de la cocina de su país. Advierte que la acción política que ha escogido “es más efectiva que estar sentado en un congreso, peleando y discutiend­o, muchas veces sin sentido”.

ARRAIGO INHERENTE

Incansable promotor del ceviche, del ají y la diversidad de papas que existen en su país, Gastón es un empresario exitoso y hoy tiene 52 restaurant­es en el mundo. Su labor sigue enfocada en impulsar el conocimien­to e inquietud en torno a la gastronomí­a de su patria y convertir al Perú en un destino gastronómi­co con proyección internacio­nal.

En la lista de los 50 Mejores Restaurant­es de América Latina, Astrid y Gastón, local de su propiedad, ubicado en Lima, ocupa el séptimo lugar en 2017.

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