Duelo medios-trump
Estamos presenciando un duelo a muerte entre Donald Trump y el periodismo de investigación. Sólo sobrevivirá uno, ya sea Trump o los medios de comunicación prestigiosos, como The New York Times, The Washington Post, o Vox.com, entre otros.
Trump no reconoce ataduras. Admira a los tiranos como Vladimir Putin de Rusia y Rodrigo Duterte de las Filipinas, y aspira a ser uno de ellos. Por eso los pesos y contrapesos de la democracia estadounidense le irritan. En sus nueve meses en la oficina oval ha chocado con el congreso, las cortes, la procuración de justicia, pero especialmente, con el periodismo de investigación. Los medios prestigiados, desde la campaña electoral, empezaron a demostrar sus falsas verdades.
El periodismo de investigación, me explica Homero Campa de Proceso, es consustancial a la democracia. Su ejercicio permite que el ciudadano ejerza su derecho a estar informado y cristaliza la libertad de expresión. De manera que un ataque sistemático a los medios es socavar la democracia. Y esto es justamente el empeño de Trump, minar la democracia de Estados Unidos.
Trump ha arremetido contra unos medios de comunicación en crisis, tanto en su modelo de negocio como en su credibilidad. Las nuevas tecnologías de las comunicaciones y en especial, las redes sociales, han vuelto obsoleta la distribución de los medios impresos. Carlos Slim, por ejemplo, prestó 250 millones de dólares a The New York Times para ayudarlo con su deuda de 1000 millones durante la crisis financiera de 2009. Más aún, al arrancar la contienda electoral que llevó a Trump a la Casa Blanca, los medios de comunicación impresos enfrentaban uno de sus más aciagos momentos, su ingreso por publicidad se había reducido a una tercera parte, de 60 mil millones de dólares en 2000 a 20 mil millones en 2015.
Los momentos estelares del periodismo de investigación, como el caso Watergate en los 70s, habían quedado atrás. Al arrancar la década del 2000, los medios prestigiados aplaudieron la respuesta del presidente George W. Bush a los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001. Su cobertura a las guerras de Afganistán e Irak fue poco incisiva. Columnistas influyentes como Tom Friedman, de
The New York Times, celebraban el músculo militar de Washington en sus intervenciones, a la postre fallidas.
Con su ataque frontal a los medios, Trump ha sido un excelente acicate para que el periodismo de investigación regrese a su rol esencial de “perro guardián” de la democracia. Lo que estamos atestiguando es un esfuerzo frenético del periodismo de investigación por documentar las trampas de Trump.
The Washington Post, por ejemplo, tiene un nuevo lema que sale en la primera página de cada periódico “la democracia muere en la oscuridad”. O bien, en una campaña llamada “Hechos primero”, CNN lanzó un anuncio que promociona que una manzana es una manzana, a pesar de que unos dicen que es un plátano y tratan de convencer a los demás que es un plátano.
El enfrentamiento Trump-medios está pagando. Desde que arrancó en la Casa Blanca, los medios han tenido un incremento en suscriptores y público. Por ejemplo, los grandes canales de noticias en todo su espectro ideológico, desde Fox News hasta CNN y MSNBC, muestran un aumento sustantivo es sus horarios estelares desde el año pasado. Rotativos como The New
York Times, un enemigo jurado de Trump, en los primeros seis meses de este año, tuvo su ingreso más alto en seis años y consiguió un record de más de 2 millones de nuevos suscriptores digitales, Trump ha demostrado ser un enemigo formidable. Las críticas a diario por todos los diarios, especialmente los prestigiados de tendencia liberal, se le resbalan. Sigue firme con su base. Lo aprueba el 38% de los electores y el 90% de los republicanos.
Lo que explica el aguante de Trump es la gran polarización política de Estados Unidos. Sus bases no sólo no leen la prensa prestigiada, incluso la aborrecen por sofisticada y global.
El tiempo apremia en este duelo. Si Trump consigue entronizase como tirano, acabará sin miramientos que sus detractores, y en primera línea están los medios. Un evento catastrófico, como una guerra con Corea del Norte o un ataque terrorista a gran escala en suelo estadounidense, entronizarán a Trump y sería el adiós para la democracia ejemplo del mundo.
La pelea es a muerte. No basta que los reportajes sobre las andanzas de Trump sean extraordinarios. Se requieren evidencias contundentes para demostrar que Trump no es digno de estar en la oficina oval.