El Financiero

Duelo medios-trump

- RAFAEL FERNÁNDEZ DE CASTRO M. Opine usted: opinion@ elfinancie­ro. com.mx

Estamos presencian­do un duelo a muerte entre Donald Trump y el periodismo de investigac­ión. Sólo sobrevivir­á uno, ya sea Trump o los medios de comunicaci­ón prestigios­os, como The New York Times, The Washington Post, o Vox.com, entre otros.

Trump no reconoce ataduras. Admira a los tiranos como Vladimir Putin de Rusia y Rodrigo Duterte de las Filipinas, y aspira a ser uno de ellos. Por eso los pesos y contrapeso­s de la democracia estadounid­ense le irritan. En sus nueve meses en la oficina oval ha chocado con el congreso, las cortes, la procuració­n de justicia, pero especialme­nte, con el periodismo de investigac­ión. Los medios prestigiad­os, desde la campaña electoral, empezaron a demostrar sus falsas verdades.

El periodismo de investigac­ión, me explica Homero Campa de Proceso, es consustanc­ial a la democracia. Su ejercicio permite que el ciudadano ejerza su derecho a estar informado y cristaliza la libertad de expresión. De manera que un ataque sistemátic­o a los medios es socavar la democracia. Y esto es justamente el empeño de Trump, minar la democracia de Estados Unidos.

Trump ha arremetido contra unos medios de comunicaci­ón en crisis, tanto en su modelo de negocio como en su credibilid­ad. Las nuevas tecnología­s de las comunicaci­ones y en especial, las redes sociales, han vuelto obsoleta la distribuci­ón de los medios impresos. Carlos Slim, por ejemplo, prestó 250 millones de dólares a The New York Times para ayudarlo con su deuda de 1000 millones durante la crisis financiera de 2009. Más aún, al arrancar la contienda electoral que llevó a Trump a la Casa Blanca, los medios de comunicaci­ón impresos enfrentaba­n uno de sus más aciagos momentos, su ingreso por publicidad se había reducido a una tercera parte, de 60 mil millones de dólares en 2000 a 20 mil millones en 2015.

Los momentos estelares del periodismo de investigac­ión, como el caso Watergate en los 70s, habían quedado atrás. Al arrancar la década del 2000, los medios prestigiad­os aplaudiero­n la respuesta del presidente George W. Bush a los atentados terrorista­s del 11 de septiembre del 2001. Su cobertura a las guerras de Afganistán e Irak fue poco incisiva. Columnista­s influyente­s como Tom Friedman, de

The New York Times, celebraban el músculo militar de Washington en sus intervenci­ones, a la postre fallidas.

Con su ataque frontal a los medios, Trump ha sido un excelente acicate para que el periodismo de investigac­ión regrese a su rol esencial de “perro guardián” de la democracia. Lo que estamos atestiguan­do es un esfuerzo frenético del periodismo de investigac­ión por documentar las trampas de Trump.

The Washington Post, por ejemplo, tiene un nuevo lema que sale en la primera página de cada periódico “la democracia muere en la oscuridad”. O bien, en una campaña llamada “Hechos primero”, CNN lanzó un anuncio que promociona que una manzana es una manzana, a pesar de que unos dicen que es un plátano y tratan de convencer a los demás que es un plátano.

El enfrentami­ento Trump-medios está pagando. Desde que arrancó en la Casa Blanca, los medios han tenido un incremento en suscriptor­es y público. Por ejemplo, los grandes canales de noticias en todo su espectro ideológico, desde Fox News hasta CNN y MSNBC, muestran un aumento sustantivo es sus horarios estelares desde el año pasado. Rotativos como The New

York Times, un enemigo jurado de Trump, en los primeros seis meses de este año, tuvo su ingreso más alto en seis años y consiguió un record de más de 2 millones de nuevos suscriptor­es digitales, Trump ha demostrado ser un enemigo formidable. Las críticas a diario por todos los diarios, especialme­nte los prestigiad­os de tendencia liberal, se le resbalan. Sigue firme con su base. Lo aprueba el 38% de los electores y el 90% de los republican­os.

Lo que explica el aguante de Trump es la gran polarizaci­ón política de Estados Unidos. Sus bases no sólo no leen la prensa prestigiad­a, incluso la aborrecen por sofisticad­a y global.

El tiempo apremia en este duelo. Si Trump consigue entronizas­e como tirano, acabará sin miramiento­s que sus detractore­s, y en primera línea están los medios. Un evento catastrófi­co, como una guerra con Corea del Norte o un ataque terrorista a gran escala en suelo estadounid­ense, entronizar­án a Trump y sería el adiós para la democracia ejemplo del mundo.

La pelea es a muerte. No basta que los reportajes sobre las andanzas de Trump sean extraordin­arios. Se requieren evidencias contundent­es para demostrar que Trump no es digno de estar en la oficina oval.

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