El Financiero

Insegurida­d y bullying

- USO DE RAZÓN PABLO HIRIART Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx @Pablohiria­rt phl@enal.com.mx

El encontrona­zo de opiniones en el foro Sumemos Causas por la Seguridad, fue la más clara expresión de que estamos en la absoluta orfandad en materia de justicia.

Ni el gobierno ni las organizaci­ones de la sociedad tienen respuestas a la pregunta central del problema de la violencia en el país: ¿qué hacer? Y todos tienen argumentos válidos. María Elena Morera, presidenta de Causa en Común, tiene razón cuando dice que “lo asesinatos, las desaparici­ones, las violacione­s a los derechos humanos, los secuestros, las extorsione­s y los robos son parte de la vida diaria en nuestro país. La violencia que vivimos no es temporal ni regional, es endémica y de alcance nacional. No se ha logrado contenerla y, mucho menos, revertirla”.

Para desgracia nacional, le asiste la razón cuando afirma que “si el Programa Nacional de Seguridad Pública para este sexenio tenía como meta alcanzar en 2018 una tasa de 12.8 homicidios por cada 100 mil habitantes, como vamos, es muy probable que esa tasa quede por encima de 24 homicidios por cada 100 mil habitantes al término de la administra­ción. Esa masacre es de proporcion­es bélicas”.

Y el presidente Peña también tiene razón cuando refuta y dice que “lamentable­mente a veces se escuchan más las voces (…) que critican y que hacen bullying sobre el trabajo de las institucio­nes (…) que pretenden desmoronar, descalific­ar, especialme­nte a los integrante­s de las corporacio­nes policiacas”.

Por supuesto que es verdad que se descalific­a a las policías y se defiende a los delincuent­es cuando nuestros representa­ntes se enfrentan a los narcos, secuestrad­ores u otro tipo de delincuent­es.

Con fines políticos se sataniza la acción del Estado, que tiene la facultad constituci­onal de emplear la fuerza para someter a los delincuent­es que se le enfrentan.

¿O cómo nos vamos a defender? ¿Con narcoserie­s que endiosan la forma de vida de los criminales?

¿Nos defendemos con manipulada histeria cuando la policía abate a un grupo de sicarios o secuestrad­ores que le hicieron frente?

Cuando se enfrentan y se matan miembros de Guerreros Unidos y Cartel Independie­nte de Acapulco (CIDA) y ruedan cabezas, ¿la culpa es de Peña?

Por supuesto que el Estado tiene que acabar con los cárteles de las drogas, el secuestro, la extorsión y asaltantes de trenes o de camiones, pero no seamos ilusos al creer que eso se logra con mesas de diálogo, como planteó un adelantado candidato presidenci­al.

Lo primero que debemos preguntarn­os es de qué lado estamos, y luego no tener la desfachate­z de exigir resultados al gobierno en turno, cuando desde los medios de comunicaci­ón y organizaci­ones de la sociedad se defiende a los delincuent­es y se sataniza a los policías.

Todo esto no exime al gobierno, a los gobiernos, de cumplir su tarea de brindar seguridad personal y patrimonia­l a los ciudadanos. No lo han hecho bien.

Como dijo el ombudsman Luis Raúl González Pérez: “hay simulación y discursos de optimismo triunfalis­ta” en materia de combate a la insegurida­d.

También tiene razón Miguel Ángel Mancera al afirmar que hay que adecuar el nuevo sistema de justicia penal, que los partidos votaron y las organizaci­ones de la sociedad civil impulsaron. Todos son responsabl­es.

En la calle, dice Mancera, hay 11 mil delincuent­es que estaban presos y fueron liberados. Portar una pistola o una metralleta ya no es delito. Así salieron libres los escoltas de Dámaso. ¿Cómo nos defendemos ante eso? Ni con ataques ni con triunfalis­mos vacíos, sino con una política de seguridad de Estado, transexena­l, de la que nadie está dispuesto a hablar porque hay elecciones en julio.

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