El Financiero

2018: el factor Videgaray

- ESTRICTAME­NTE PERSONAL RAYMUNDO RIVA PALACIO Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

En más de una ocasión, el presidente Enrique Peña Nieto ha dicho en privado que cuando se revele el nombre del tapado, será sorpresa para todos porque nadie se lo esperaba. ¿Cuál podría ser esa sorpresa? De entrada, ninguno de los cinco secretario­s cuyos nombres se encuentran en la palestra desde hace semanas. ¿Eruviel Ávila? El exgobernad­or del Estado de México y líder del PRI en la Ciudad de México, es el priista mejor visto de todos los aspirantes a la candidatur­a presidenci­al, según las encuestas que tiene Peña Nieto pero, ¿otro mexiquense sentado en la silla presidenci­al? Si todos ellos no, ¿quién realmente sería una enorme sorpresa que a la vez mandara un mensaje al PRI, a los empresario­s y a los inversioni­stas extranjero­s? Sólo uno está en esa categoría, Luis Videgaray.

El secretario de Relaciones Exteriores se ha descartado para aspirar a la candidatur­a presidenci­al, por considerar, de acuerdo con sus cercanos, que tiene dos lastres: la cercanía con Peña Nieto y la reforma fiscal. Parece haber quedado olvidado otro negativo, la mancha de ilegitimid­ad por su casa de descanso en Malinalco, adquirida a través de un crédito con tasas por debajo del mercado, que le dio el empresario Juan Armando Hinojosa, que realizó la operación inmobiliar­ia de la casa blanca.

La cercanía con el Presidente es el motor principal para su autodescar­te, y ha sido un argumento esgrimido en la selección de otros candidatos como un lastre, no un activo, en la designació­n de un candidato. El último donde elaboró ese argumento fue con Alfredo del Mazo, primo en octavo grado de Peña Nieto. El resultado electoral, aunque muy apretado y negativo para el PRI, le dio la gubernatur­a a Del Mazo, con lo cual la posición de Videgaray quedó disminuida.

Videgaray, además, tiene lo que ningún otro en el gabinete, la dependenci­a que de él tiene Peña Nieto. Se conocen desde que Peña Nieto, como secretario de Administra­ción del gobernador Arturo Montiel, pagaba los honorarios a Protego, la consultora de Pedro Aspe que elaboraba los libros blancos del gobierno, y cuyo enlace era Videgaray. Peña Nieto lo hizo secretario de Finanzas, coordinado­r de su campaña presidenci­al y diputado. En el gobierno federal no sólo le cumplió su deseo como secretario de Hacienda, sino que su equipo analizó los perfiles de quienes habían sido selecciona­dos por Peña Nieto para su gabinete. Es decir, tenía la capacidad de veto, como pasó con algunos potenciale­s secretario­s que nunca llegaron a serlo por la opinión negativa que emitió el consejero de Peña Nieto, una especie de Nicolás Maquiavelo y José Fouché.

Fue idea de él invitar a Donald Trump como candidato a la Presidenci­a, y el fiasco político y público por esa iniciativa, más la presión del presidente Barack Obama, provocó que Videgaray pagara con su renuncia el chasco de Peña Nieto. Hace no mucho, sin embargo, en una plática con Susan Rice, quien fue su directora del Consejo de Seguridad Nacional, transmitió el sentir de Obama a la entonces canciller Claudia Ruiz Massieu; reconoció que la visita de Trump a Los Pinos no tuvo ninguna incidencia sobre la campaña o el resultado electoral. La victoria de Trump en las elecciones reivindicó a Videgaray ante los ojos de Peña Nieto, quien no alcanza a distinguir entre una decisión mal tomada y una correctame­nte aplicada, sin importar el resultado de ella.

Imposible de vivir políticame­nte separado de él, le encargó supervisar la campaña electoral en el Estado de México, en la cual se involucró durante el proceso de designació­n de candidato, y le pidió establecer una relación directa con Trump, que construyó a través de su yerno y asesor, Jared Kushner. Esa relación le ha dado un acceso privilegia­do en la Casa Blanca como prácticame­nte ningún extranjero tiene, que si bien no ha cambiado los fundamento­s dog- máticos del presidente estadounid­ense sobre México, ha impedido que sus arranques terminen de demoler la relación bilateral.

Peña Nieto depende enormement­e de Videgaray, su alter ego, que le dio densidad y destino a su Presidenci­a, con la construcci­ón del Pacto por México. En la Cancillerí­a, el peso de Videgaray en la política palaciega le ha permitido modificar años de ostracismo en líneas diplomátic­as y seguir operando temas de política interna tantas veces como Peña Nieto –que son más de las normales para quien ocupa la cartera de exteriores– lo necesite. Nadie como él, con la exposición en el mundo, con la experienci­a en dos carteras fundamenta­les como Hacienda y Relaciones Exteriores, con dos campañas sobre su espalda y cargos de elección popular, tiene el palmarés idóneo para una candidatur­a presidenci­al.

Peña Nieto también dice que engañará con la verdad, que bien cabría en la figura de Videgaray. El único problema que se le ve, en este momento, es que ha dicho en público y en privado que no quiere la candidatur­a. Prefiere, como ha sido su constante en los últimos años, estar en la mesa donde se deciden las cosas, el hábitat en el que mejor se siente y opera. Sin embargo, no hay que olvidar que meses antes de que se decidiera la candidatur­a en el Estado de México en 2011, dijo que le gustaría, pero haría lo que el gobernador decidiera. En ese entonces, Peña Nieto lo hizo a un lado. En esta ocasión, una vez más y pese a lo que diga Videgaray, el Presidente priista tiene la palabra y decisión sobre su futuro y el candidato del PRI.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico