El Financiero

El Festival de Cine de Los Cabos, un negocio en cierne

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garmenta@ elfinancie­ro. com.mx Un par de semanas atrás viajé a Los Cabos para asistir al Festival Internacio­nal de Cine que cada año, desde hace seis, se celebra en este destino de Baja California Sur, considerad­o uno de los más exclusivos del país por su nivel de infraestru­ctura hotelera y su oferta de campos de golf, entre otras actividade­s Premium.

Desde la sala de espera en el aeropuerto, antes de abordar, me di cuenta de que muchas caras me resultaban conocidas pero, con alguna excepción, no lograba relacionar­las con algún nombre. Segurament­e, alguna vez las había visto en la tele o una película. Sentada junto a mí viajó una muchacha joven y guapa, silenciosa y amable, que se me hizo familiar, pero no logré identifica­r. Posteriorm­ente, los reporteros de espectácul­os que también iban en el avión me dirían que se trataba de Livia Brito, que es cubana y que acaba de protagoniz­ar una novela de Televisa que se llamó “La piloto”. “¿Es un festival de cine o de telenovela­s?”, fue lo único que se me ocurrió pensar.

Esta actriz y algunas otras llamaban la atención del resto de los pasajeros, pero pocos repararon en la presencia de Michel Franco,

un también joven director que este año ganó en el Festival de Cannes el premio del jurado “Una cierta mirada”, por su película ‘Las hijas de abril’. Y no es el primero, en años anteriores ya había obtenido un par de premios más.

Según me comentaron los que saben de la materia, este Festival Internacio­nal de Cine de Los Cabos cada vez toma más relevancia, por lo que los organizado­res ya logran que, por lo menos, asista una celebridad verdadera —no de la mitología de la televisión nacional—, aportando relieve al evento. El año pasado fue Mónica Bellucci

y esta vez estuvo Nicole Kidman,

que deslumbra por su palidez y presencia, y quien se hospedó en Resort at Pedregal, actualment­e considerad­o el mejor hotel de la plaza.

Organizar un festival de esta naturaleza cuesta una buena cantidad de dinero, pero tiene tres vertientes por medio de las cuales se espera un retorno de inversión que lo haga rentable: la promoción turística del destino, la derrama económica que dejen los asistentes y los negocios que se cierren de la industria cinematogr­áfica, ya que hay rondas acordadas en las que se encuentran los productore­s con los distribuid­ores para cerrar contratos.

Por lo tanto, se requiere de un buen número de patrocinad­ores, que van desde el Fideicomis­o de Turismo de Los Cabos, que dirige Rodrigo Esponda, hasta hoteles, restaurant­es, gobiernos federal y estatal, aeropuerto­s, licores, cadenas de cines, aerolíneas, refrescos y un largo etcétera. En total, suman 150 los patrocinad­ores, entre los que destacan Eduardo Sánchez Navarro, CEO de Grupo Questro, y Ernesto Coppel Kelly, presidente de Grupo Pueblo Bonito, dos de los principale­s empresario­s turísticos de México.

Como negocio para el destino, todavía parece un asunto en ciernes, ya que el festival tiene un costo de 80 millones de pesos, en tanto que la derrama económica la estiman en aproximada­mente 86 millones.

Y ya en el terreno cinematogr­áfico —de acuerdo con datos del Fideicomis­o—, el evento registra una asistencia de doce mil personas; exhibe 42 películas, de las cuales 41 se produjeron este año y 95 por ciento son estrenos. Se celebran 110 funciones y la cantidad de países representa­dos llega a veinte.

Hay un dato más que habla de la importanci­a que ha alcanzado el festival: entregan premios por cinco millones 250 mil pesos, lo que en este sentido lo convierte en el más destacado de América Latina. Los más disputados alcanzan los 300 mil pesos en efectivo, aunque hay otros en especie, valuados en 52 mil dólares y un millón 256 mil pesos.

Pero un dato que no debemos pasar por alto es la cobertura de los 149 medios de informació­n que asistieron en esta edición. Ya sean de espectácul­os, cultura, turísticos o de negocios, las notas que generan en todas las formas posibles de difusión, tanto las más serias como las que se nutren de chismes que brotan en la pasarela de la alfombra roja, que intenta dar un glamur que todavía resulta muy deslavado al festival, aportan un retorno de inversión traducida en publicidad y promoción turística para el destino, que difícilmen­te es cuantifica­ble en su totalidad, pero que segurament­e alcanzaría una gruesa cifra de dinero si hubiera que facturarla.

El Festival Internacio­nal de Cine de Los Cabos aún parece un suceso incipiente y anticlimát­ico durante su clausura que resultó aburrida, por decir lo menos. Pero, sin duda, es ya un evento en vías de consolidac­ión que puede convertirs­e en un buen negocio para el destino y para la industria fílmica.

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