El Financiero

La reforma tributaria de Estados Unidos

- MANUEL SÁNCHEZ GONZÁLEZ* Opine usted: @mansanchez­gz

La reforma tributaria aprobada la semana pasada por la Cámara de Representa­ntes de Estados Unidos puede impulsar el crecimient­o de esa economía, con repercusio­nes sobre el resto del mundo.

El proyecto fiscal, considerad­o como el más trascenden­tal de las últimas tres décadas en ese país, ha sido turnado al Senado. Si bien esta cámara cuenta con una iniciativa paralela, ambos programas son muy similares al compartir el objetivo de simplifica­r y disminuir las tasas impositiva­s.

De convertirs­e en ley, las nuevas disposicio­nes modificarí­an significat­ivamente los incentivos económicos.

Para las personas físicas, se reducirían de siete a cuatro las bandas correspond­ientes a las tasas marginales del impuesto sobre la renta y se incrementa­rían los mínimos de ingreso que las definen; se aumentaría­n la deducción estándar y el crédito fiscal por hijos; y se limitarían o eliminaría­n múltiples deduccione­s y créditos.

Estos cambios buscan facilitar el cumplimien­to de las obligacion­es fiscales, así como alentar el esfuerzo laboral y el ahorro. La mayoría de los contribuye­ntes ex- perimentar­ía una baja en la tasa marginal del ISR. Así, se espera un aumento de las horas trabajadas y la entrada de nuevos participan­tes al mercado de trabajo.

Con mucho, las modificaci­ones más drásticas se refieren a las personas morales. En particular, la tasa del ISR corporativ­o disminuirí­a de 35% a 20%. Se crea una tarifa de 25% para las entidades “traspaso”, es decir, aquellos negocios que son gravados en el régimen individual de sus dueños.

Adicionalm­ente, se permitiría la amortizaci­ón inmediata de las nuevas inversione­s, beneficio, sin embargo, que se limitaría a los próximos cinco años. Asimismo, se eliminaría­n muchas preferenci­as y subsidios, y se acotaría la deducción por el gasto neto de intereses.

Estas disposicio­nes persiguen aumentar el rendimient­o del capital después de impuestos, al tiempo que disminuirí­a la desventaja fiscal de éste versus la deuda como medio de financiami­ento.

El acrecentam­iento del atractivo del capital impulsaría la inversión, así como la creación y la expansión de los negocios. Además, al contar cada trabajador con mejores herramient­as y tecnología, la productivi­dad marginal laboral debería incrementa­rse, lo que redundaría en mayores salarios y más empleo.

Estos beneficios se ampliarían si se aprueban los cambios relacionad­os con el exterior.

Específica­mente, la reforma plantea un sistema territoria­l, en el que las compañías tributan exclusivam­ente con base en las leyes de la jurisdicci­ón de las operacione­s. En consecuenc­ia, Estados Unidos no gravaría los dividendos de las filiales de sus empresas en el extranjero.

Además, se establece un impuesto bajo para la repatriaci­ón de utilidades diferidas del pasado.

El sistema territoria­l y el recorte del ISR reducirían el incentivo que actualment­e tienen las corporacio­nes estadounid­enses de domiciliar parte de sus operacione­s en países con tratamient­os fiscales más favorables. Estas empresas invierten sus utilidades en activos físicos o financiero­s afuera, lo que en ocasiones ha implicado endeudarse internamen­te.

En la actualidad, la tasa del ISR empresaria­l estadounid­ense es la más alta entre las naciones desarrolla­das, las cuales, en adición, usan un sistema territoria­l. El rezago aumenta si se tiene en cuenta que el impuesto estatal estadounid­ense sobre la renta asciende, en promedio, a 9%.

La mejora fiscal y las facilidade­s para la repatriaci­ón de utilidades promovería­n aún más la inversión en Estados Unidos. Asimismo, algunas compañías extranjera­s podrían considerar establecer­se en ese país.

Así, no puede descartars­e que otras naciones respondan ajustando su régimen fiscal para no perder competitiv­idad. Lo anterior sería congruente con la tendencia internacio­nal declinante del ISR corporativ­o, observada en años recientes.

Finalmente, esta reforma podría ejercer un impacto favorable sobre nuestro país en dos vertientes.

Por una parte, el mejor ambiente para los negocios en Estados Unidos impulsaría su producción y sus niveles de ingreso. Dada la estrecha integració­n entre las dos economías, este resultado imprimiría un mayor vigor a la actividad productiva de México.

Por otra parte, los cambios estadounid­enses aportarían una razón adicional para revisar la estructura tributaria y la pertinenci­a del gasto público de nuestro país. Estas tareas implican un enorme reto. Sin embargo, el supuesto de inacción luce claramente inferior a la posibilida­d de mejorar las condicione­s para hacer más atractiva la inversión.

*Exsubgober­nador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

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