La reforma tributaria de Estados Unidos
La reforma tributaria aprobada la semana pasada por la Cámara de Representantes de Estados Unidos puede impulsar el crecimiento de esa economía, con repercusiones sobre el resto del mundo.
El proyecto fiscal, considerado como el más trascendental de las últimas tres décadas en ese país, ha sido turnado al Senado. Si bien esta cámara cuenta con una iniciativa paralela, ambos programas son muy similares al compartir el objetivo de simplificar y disminuir las tasas impositivas.
De convertirse en ley, las nuevas disposiciones modificarían significativamente los incentivos económicos.
Para las personas físicas, se reducirían de siete a cuatro las bandas correspondientes a las tasas marginales del impuesto sobre la renta y se incrementarían los mínimos de ingreso que las definen; se aumentarían la deducción estándar y el crédito fiscal por hijos; y se limitarían o eliminarían múltiples deducciones y créditos.
Estos cambios buscan facilitar el cumplimiento de las obligaciones fiscales, así como alentar el esfuerzo laboral y el ahorro. La mayoría de los contribuyentes ex- perimentaría una baja en la tasa marginal del ISR. Así, se espera un aumento de las horas trabajadas y la entrada de nuevos participantes al mercado de trabajo.
Con mucho, las modificaciones más drásticas se refieren a las personas morales. En particular, la tasa del ISR corporativo disminuiría de 35% a 20%. Se crea una tarifa de 25% para las entidades “traspaso”, es decir, aquellos negocios que son gravados en el régimen individual de sus dueños.
Adicionalmente, se permitiría la amortización inmediata de las nuevas inversiones, beneficio, sin embargo, que se limitaría a los próximos cinco años. Asimismo, se eliminarían muchas preferencias y subsidios, y se acotaría la deducción por el gasto neto de intereses.
Estas disposiciones persiguen aumentar el rendimiento del capital después de impuestos, al tiempo que disminuiría la desventaja fiscal de éste versus la deuda como medio de financiamiento.
El acrecentamiento del atractivo del capital impulsaría la inversión, así como la creación y la expansión de los negocios. Además, al contar cada trabajador con mejores herramientas y tecnología, la productividad marginal laboral debería incrementarse, lo que redundaría en mayores salarios y más empleo.
Estos beneficios se ampliarían si se aprueban los cambios relacionados con el exterior.
Específicamente, la reforma plantea un sistema territorial, en el que las compañías tributan exclusivamente con base en las leyes de la jurisdicción de las operaciones. En consecuencia, Estados Unidos no gravaría los dividendos de las filiales de sus empresas en el extranjero.
Además, se establece un impuesto bajo para la repatriación de utilidades diferidas del pasado.
El sistema territorial y el recorte del ISR reducirían el incentivo que actualmente tienen las corporaciones estadounidenses de domiciliar parte de sus operaciones en países con tratamientos fiscales más favorables. Estas empresas invierten sus utilidades en activos físicos o financieros afuera, lo que en ocasiones ha implicado endeudarse internamente.
En la actualidad, la tasa del ISR empresarial estadounidense es la más alta entre las naciones desarrolladas, las cuales, en adición, usan un sistema territorial. El rezago aumenta si se tiene en cuenta que el impuesto estatal estadounidense sobre la renta asciende, en promedio, a 9%.
La mejora fiscal y las facilidades para la repatriación de utilidades promoverían aún más la inversión en Estados Unidos. Asimismo, algunas compañías extranjeras podrían considerar establecerse en ese país.
Así, no puede descartarse que otras naciones respondan ajustando su régimen fiscal para no perder competitividad. Lo anterior sería congruente con la tendencia internacional declinante del ISR corporativo, observada en años recientes.
Finalmente, esta reforma podría ejercer un impacto favorable sobre nuestro país en dos vertientes.
Por una parte, el mejor ambiente para los negocios en Estados Unidos impulsaría su producción y sus niveles de ingreso. Dada la estrecha integración entre las dos economías, este resultado imprimiría un mayor vigor a la actividad productiva de México.
Por otra parte, los cambios estadounidenses aportarían una razón adicional para revisar la estructura tributaria y la pertinencia del gasto público de nuestro país. Estas tareas implican un enorme reto. Sin embargo, el supuesto de inacción luce claramente inferior a la posibilidad de mejorar las condiciones para hacer más atractiva la inversión.
*Exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006)