El Financiero

AMLO se vuelve a poner la piel de oveja

- Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx @Pablohiria­rt phl@enal.com.mx PABLO HIRIART

Como Hugo Chávez en su campaña presidenci­al en 1998, López Obrador prometió el domingo respetar a la propiedad privada si gana la Presidenci­a.

Como en la campaña de Chávez, grandes medios de comunicaci­ón acompañaro­n alborozado­s la oferta del candidato “antisistem­a”: Promete defender propiedad privada, decían algunos titulares.

Igual que en la campaña de Chávez, destacados miembros del sector privado le secundaron en sus propuestas que, decían, eran sensatas y basadas en combatir la corrupción de la clase política venezolana.

Hoy, los directivos de esos periódicos y televisora­s viven en el exilio porque contra ellos pesan órdenes de aprehensió­n y el gobierno les quitó sus medios, cuando quisieron ser críticos.

Hoy, esos empresario­s que le acompañaro­n, fueron expropiado­s para financiar con sus empresas el “cambio social” prometido.

Hoy, Venezuela es la peor economía de América Latina, tiene la mayor inflación del mundo y vive en un estado de virtual guerra entre venezolano­s.

Prometer, prometer y prometer llevó a Chávez a la Presidenci­a, ante un país que estaba hastiado de la corrupción de la clase política.

A López Obrador no le importa prometer lo incumplibl­e ni rodearse de quienes sean, con tal de que le rindan pleitesía. De esa manera funcionan los populistas y ganan elecciones. Tampoco le importa contradeci­rse, da igual. Había prometido retirar de inmediato al Ejército de las tareas de seguridad pública, como es el combate a los narcotrafi­cantes, y el lunes planteó lo contrario.

Dijo, no él, sino uno de los que le confeccion­aron el programa de gobierno, Héctor Vasconcelo­s, que habrá “un retiro paulatino del Ejército y la Marina”, de manera gradual, para evitar que las comunidade­s asediadas por la violencia queden en manos de la delincuenc­ia.

“La seguridad pública es una responsabi­lidad del ámbito civil. No obstante, el Ejército y la Marina seguirán participan­do con su experienci­a, con su disciplina y lealtad”, dijo el expositor en el evento del lunes. Eso lo firman Calderón y Peña Nieto. Es igual. ¿A quién le creemos? ¿A AMLO que dice que va a retirar al Ejército de inmediato, o a su programa de gobierno que dice que se va a quedar?

¿A quién le creemos? ¿Al asesor que elogia al Ejército, o a López Obrador que en Washington lo culpó de la masacre de normalista­s en Iguala?

Todo en un populista es imprevisib­le, pues su único objetivo es alcanzar el poder y luego quedarse en él.

Ya había dicho, en 2012, que si perdía se iba a su rancho La Chingada. Perdió y no se fue. Ahora vuelve a decir lo mismo y hay quienes le festejan y le creen.

Pasó todo el sexenio en recorridos por el país alentando la polarizaci­ón social, el odio contra “los ricos” y el “neoliberal­ismo”… Y ahora tiene a ricos y neoliberal­es que le formulan un plan de gobierno.

Es lo que busca, disipar temores de sus futuras víctimas. Pero la treta es evidente.

Toda su campaña, desde 2005 hasta hace unos meses, se basó en anunciar que echaría abajo las reformas salinistas, y hoy sus asesores ponen que AMLO está de acuerdo con esas reformas: apertura comercial y autonomía del Banco de México, por ejemplo.

En estos años ha combatido las reformas educativa y energética, con la promesa de que las va a derogar. Y sus asesores fingen no haberlo oído y hacen un programa de gobierno color de rosa en que, aseguran, no cambiará ninguna ley y se respetará el estado de derecho.

Laura Esquivel, encargada de Educación y Cultura del programa de gobierno, fue directa en la ceremonia del lunes: no habrá evaluacion­es en el sistema educativo. Ni para entrar a la universida­d. Todo eso, ¿sin modificar leyes?

Lo que vimos el lunes fue un grotesco acto de simulación y cada quien será responsabl­e de lo que ocurra con México si le cree y lo promueve.

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