El Financiero

El botón de muestra

- JAVIER RISCO Opine usted: politica@ elfinancie­ro. com.mx @jrisco

El asesinato de Adolfo Lagos Espinosa, director general de Izzi, ha puesto nuevamente la lupa en una realidad que ha estado frente a nosotros la última década: en el Estado de México la violencia no descansa, los feminicidi­os rompen récords, los secuestros se mantienen y el robo con violencia se volvió costumbre.

Al arranque de su campaña, el gobernador actual, Alfredo del Mazo, presentó un decálogo con el que lograría que el Edomex dejara de ser un lugar en el que da miedo vivir. La debilidad más fuerte que le estaba heredando su antecesor, Eruviel Ávila, la que parecía la preocupaci­ón más fuerte de los mexiquense­s, la insegurida­d, se convirtió en el estandarte que usó para ganar votos: él sí acabaría con ese pendiente, decía. Del Mazo mintió.

El 3 de abril de este año, en la explanada municipal de Tlalnepant­la, en el arranque de una campaña en la que la seguridad sería lo que más escucharía, propuso: “la instalació­n de cámaras de videovigil­ancia y botones de pánico en unidades de transporte público; duplicar el número de cámaras instaladas en el estado, que se sumarán a las 10 mil que ya existen; construir dos C5 más, uno en Naucalpan y otro en la Zona Oriente de la entidad; salarios justos para dignificar la labor de los policías, así como tener una Policía de proximidad, confiable y cercana a la gente”. Un decálogo de buenas intencione­s que no tenían una estrategia de fondo.

Durante su toma de protesta ya como gobernador electo incluso se atrevió a ponerle fecha al cambio que los mexiquense­s tanto esperaban: en tres meses esa entidad sería la más segura del país.

Cambió de nombre a la procuradur­ía que dirige Alejandro Gómez para convertirl­a en una Fiscalía que, así como el cambio de gobernador, ha resultado una fachada para conservar lo que hay de fondo: la impunidad insostenib­le de una de las entidades de mayor importanci­a económica y política del país.

Han pasado ya dos de esos tres meses del tan anhelado cambio y hasta ahora el tercer Del Mazo no ha mostrado una sola acción que indique alguna ruta para cambiar la situación en descontrol.

Hoy, según cifras del Secretaria­do Ejecutivo Nacional de Seguridad Pública, en el Edomex hay diario 6 homicidios dolosos: mil 332 personas muertas de forma violenta sólo en 2017. El segundo lugar del país.

Y no es el único talón de Aquiles: entre 2012 y la primera parte de 2017 se han reportado 262 mil 885 casos de robo de vehículo, lo que mantiene al estado, que también gobernó Enrique Peña Nieto, como uno de los de mayor incidencia en este delito.

Ningún cambio respecto a los más de 10 mil homicidios que se registraro­n durante la administra­ción de Eruviel Ávila, donde cada 5 horas se asesinaba a una persona, cada 48 horas secuestrab­an a un mexiquense y donde los feminicidi­os se convirtier­on en el sello que arrastra la entidad gobernada por el PRI. El último, el de Maribel González, enfermera desapareci­da y cuyo cuerpo fue localizado en el municipio de Tenancingo. 221 mujeres asesinadas de forma violenta en el Edomex sólo este año.

¿De qué sirvieron esas promesas de Del Mazo y el discurso vacío de un cambio? Con todas estas propuestas en papel, un domingo cualquiera, un ciudadano decide salir en su bicicleta por la mañana y es asesinado aparenteme­nte en un robo. Pudo haber sido cualquiera y haber ocupado una nota perdida en interiores de un diario local, como tantos, pero no, era vicepresid­ente de una de las cadenas de televisión más poderosas del país y eso al gobierno del Edomex lo ha dejado temblando.

El asesinato de Lagos es el botón de muestra de un PRI al que la insegurida­d lo mantiene rebasado, donde pese a ser uno de los primeros en haber implementa­do penas de prisión vitalicia por delitos como el feminicidi­o, no ha sido la solución para un problema que requiere limpiar institucio­nes desde la cabeza; donde un fiscal, que da una versión tan poco verosímil y contradict­oria como la que se ha ofrecido respecto a la muerte del empresario, tendría que ser evidencia suficiente de la falta de respuestas contundent­es de una administra­ción que hasta ahora sólo ha replicado discursos sin resultados y simulación de un gobierno al que sólo le importaba la continuida­d del poder.

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