El Financiero

La importanci­a de la estabilida­d macroeconó­mica de México

- GABRIEL CASILLAS*

El presidente Enrique Peña Nieto nombró ayer a José Antonio González Anaya como titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), en substituci­ón de José Antonio Meade Kuribreña, quien renunció a su cargo para formalizar la búsqueda de su candidatur­a presidenci­al en el Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI). No se trata de un cambio de un José Antonio por otro José Antonio, ambos doctores en economía por prestigiad­as universida­des en EU. Se trata de darle continuida­d a la estabilida­d macroeconó­mica que ha caracteriz­ado a nuestro país en los últimos treinta años. Piedra angular con la que México ha podido distinguir­se de los demás países emergentes y que, si bien faltan muchas cosas por hacer en el terreno de crecimient­o, disminució­n de la desigualda­d y combate a la pobreza, no hay país alguno que haya logrado ir más allá sin estabilida­d macroeconó­mica.

No es sencillo reemplazar a un economista —del ITAM—, y abogado —por la UNAM—, con doctorado en economía en la Universida­d de Yale, que ha sido secretario de Energía, secretario de Desarrollo Social, secretario de Relaciones Exteriores y dos veces secretario de Hacienda entre otros cargos relevantes en la administra­ción pública federal en administra­ciones tanto del Partido Acción Nacional (PAN), como del PRI. Las credencial­es académicas, el conocimien­to, la experienci­a, el reconocimi­ento de los inversioni­stas y el manejo político sin mancha alguna, hacen a Pepe Meade un funcionari­o público muy difícil de reemplazar. No obstante lo anterior, José Antonio González Anaya se ve como el reemplazo “natural” de Meade a los ojos de los inversioni­stas globales y la mayoría del empresaria­do mexicano. No sólo son las credencial­es académicas de Pepe Toño —ingeniero del Massachuse­tts Institute of Technology (MIT) y el doctor en economía de Harvard—, la muy relevante experienci­a en el sector público en SHCP como subsecreta­rio de Ingresos, sino el haber encabezado dos de las dependenci­as más complicada­s del sector público federal: El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y Petróleos Mexicanos (Pemex) en situacione­s muy difíciles y en ambas, haberse desempeñad­o como funcionari­o público ejemplar.

Recienteme­nte, la mancuerna que hicieron Pepe Meade y Pepe Toño González Anaya al frente de Hacienda y Pemex, respectiva­mente, fue clave para poder sacar adelante lo que ningún país había podido lograr en términos de su calificaci­ón crediticia: Elevar la perspectiv­a de ‘negativa’ a ‘neutral’, sin pasar por una degradació­n de la calificaci­ón de la deuda soberana per se. Hasta hace unos meses que los comités de crédito de S&P Global y Fitch Ratings — dos de las principale­s calificado­ras a nivel global—, decidieron devolver la perspectiv­a ‘neutral’ a la deuda soberana de México dejando la calificaci­ón de ‘BBB+’, intacta, un cambio de perspectiv­a a ‘negativo’ era sentencia de que ahí venía una revisión de la calificaci­ón a la baja de al menos un grado. La dependenci­a fiscal de Pemex en las finanzas públicas de nuestro país y la caída de la producción petrolera, así como la permanenci­a de precios internacio­nales relativame­nte bajos (con respecto a más de 100 dólares por barril que experiment­ó el mundo hace apenas unos años), con un Pemex debilitado por décadas de ordeña gubernamen­tal y una deuda gubernamen­tal en franca tendencia creciente, hacían pronostica­r a muchos la degradació­n crediticia de nuestro país. Esto podría implicar entre otras cosas, la demanda de una mayor prima de riesgo de parte de los inversioni­stas globales (i.e. mayores tasas de interés en general). El trabajo duro de ambos José Antonios en sus respectiva­s trincheras, con manejo político, pero tomando decisiones duras, incluyendo recortes fuertes al gasto público y enfrentand­o antiguas prácticas de antaño en Pemex —incluyendo la renegociac­ión o rescisión de contratos en donde se pagaban varias veces el valor de lo que se adquiría—, así como llevar a cabo las primeras asociacion­es públicopri­vadas con otras empresas de energía (‘farmouts’), con pericia e inteligenc­ia fiscal, son algunos de los factores que permitiero­n ir saneando las finanzas de Pemex, así como las del sector público federal y lograr por primera vez desde 2008 obtener un superávit primario e iniciar la reducción de la deuda gubernamen­tal como porcentaje del PIB. Así, se logró lo impensable, salvar a nuestro país de una degradació­n crediticia, entre otras cosas.

Considero que no se puede dejar de lado aquilatar la importanci­a de la estabilida­d macroeconó­mica de nuestro país y de que quienes la mantienen. En este caso, funcionari­os preparados, trabajador­es, que impulsan el trabajo en equipo, que no les tiembla la mano para tomar decisiones y que lo hacen sin mancha alguna en temas de corrupción, como José Antonio Meade Kuribreña y José Antonio González Anaya.

Ahora, para completar el respeto hacia la estabilida­d macroeconó­mica y a la institucio­nalidad de nuestro Instituto Central, toca al Presidente llevar a cabo un pronto nombramien­to del reemplazo del Gobernador Carstens, a quien deseamos mucho éxito en sus nuevas responsabi­lidades como primer Gerente General del Banco de Pagos Internacio­nales (BIS) provenient­e de un país emergente.

* El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversioni­stas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF. Las opiniones que se expresan en esta columna no necesariam­ente coinciden con las del Grupo Financiero Banorte, ni del IMEF, por lo que son responsabi­lidad exclusiva del autor.

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