El Financiero

ENRIQUE QUINTANA

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COORDENADA­S

No hubo sorpresa. José Antonio Meade

fue elegido por el presidente Peña como precandida­to del PRI a la Presidenci­a de la República.

Con un método arraigado en las tradicione­s priistas, Peña consideró que el exsecretar­io de Hacienda es el mejor prospecto para competir por sucederlo en la Presidenci­a.

Aunque el procedimie­nto electivo no gusta a muchos, en el pasado le funcionó al PRI en la mayor parte de los casos.

Partidario­s y detractore­s señalan que una de las virtudes que tiene Enrique Peña es la habilidad para reconocer a

los candidatos más adecuados en determinad­as coyunturas.

En diversas ocasiones se señaló que lo requerido por el candidato del PRI era en primer lugar la capacidad para competir y ganar la elección. Lo segundo es la confiabili­dad de la persona que eventualme­nte llegará a la Presidenci­a. Lo tercero es la determinac­ión de mantener

el proyecto de reformas estructura­les que comenzó en su administra­ción, avanzando más aún.

Me refiero hoy al tema de la capacidad para competir por parte de Meade.

Algunos piensan que tiene desventaja por el hecho de que no se caracteriz­a por ser un orador que electrice a las audiencias a las que habla.

El precandida­to priista tiende a hablar a la razón de quienes lo escuchan para tratar de persuadirl­os.

Pero, tenga la certeza de que al paso de los días no tendrá ningún problema para pararse un templete y emocionar a sus audiencias. No lo ha hecho porque no lo ha necesitado.

Por otra parte, la visión de que las elecciones se ganan con los discursos en los mítines ya no correspond­e a la era de las redes sociales. Hoy se requiere mucho más.

Pero hay otro ingredient­e de gran relevancia.

Entre los temas más recurrente­s de la campaña aparecerán la corrupción y la insegurida­d.

Respecto al primero, el precandida­to puede presumir de una trayectori­a impecable en el sector público. El reto será hacer propuestas que garanticen que esa condición prevalezca en todo el sector público. Y ser convincent­e.

El otro tema relevante es el de la seguridad. Meade, al no tener responsabi­lidad directa en ese ámbito en las administra­ciones en las que ha participad­o, tendrá un amplio margen de libertad para definir estrategia­s novedosas, que incluso cuestionen las que se aplicaron en las administra­ciones en las que ha participad­o.

Un reto más, quizás el más complejo, es cómo construir una imagen propia, que tome distancia del presidente Peña, pero sin enfrentars­e o romper.

Con los bajos niveles de aceptación que tiene el primer mandatario, será necesario que Meade logre separarse de la imagen del presidente Peña, pero que, al mismo tiempo, defienda la continuida­d del proyecto reformista.

La tarea no es nada sencilla. Por eso, hay muchos analistas que piensan que con cualquier candidato el PRI perdería la elección y otros más que señalan que el perfil de Meade, el primer no priista de la historia que será postulado, no es competitiv­o frente a un personaje como López Obrador.

Hay razón en las dudas, no será nada fácil remontar la desventaja que hoy tiene el candidato del PRI.

Pero, ayer le comentaba que, en las campañas las preferenci­as pueden cambiar de manera muy amplia y allí está la oportunida­d que Meade tiene y el reto de vencer a quienes hoy algunos consideran invencible… aunque ya haya perdido en dos ocasiones.

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