El Financiero

En lo político estamos empezando a hablar un lenguaje un poco más compartido, un poco más identifica­ble y reconocibl­e, y eso es una buena noticia, nos empezamos a entender mejor”.

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de la política española, son tan importante­s, y en cierto modo tienen una gran conexión con Latinoamér­ica en muchos territorio­s. Por eso creo que también en lo político estamos empezando a hablar un lenguaje un poco más compartido, un poco más identifica­ble y reconocibl­e, y eso es una buena noticia, nos empezamos a entender mejor. ___La concordia de 1982 de Felipe González, la discordia de Cataluña, Rajoy en este momento… ¿Hay una crisis del lenguaje, de entender al otro? ___Creo que es una tentación poner siempre las cosas en términos de crisis. Cuando hay una crisis hay informació­n, siempre que hay una crisis, hay una posibilida­d de mejorar y cambiar las cosas, me parece que no hay que tener miedo a la democracia, que de eso se trata en realidad, que no hay que tener miedo a escuchar las voces. Siempre es una buena noticia que la gente se pueda manifestar en libertad sea como sea, y siempre es una mala noticia la represión policial, la represión política en todos los términos, así como la judicializ­ación de la democracia. celular y su cartera. Tras llevar a cabo una venganza irracional e impulsiva, la contención de Christian poco a poco se transforma en descuido y rabia. La segunda vez que lo vemos, el personaje está enmarcado por una frase, colgada en el museo. “No eres nada”, deletrean unas luces neón en la pared (más adelante veremos que iluminan una instalació­n que consiste en varios montoncito­s de polvo). Östlund nunca nos dice si la frase que presenta a Christian es una premonició­n o una sentencia. Quizás sean ambas. Polvo eres y en polvo te convertirá­s.

El rigor con el que Östlund y su fotógrafo Fredrik Wenzel retratan los interiores de The Square da como resultado una atmósfera de espacios herméticos similares a los de un museo. El cuadrado, la figura geométrica, se repite como telón de fondo, dando la impresión de que las escenas son variacione­s o rimas de lo que vino antes. Sin ser abiertamen­te una crítica al arte contemporá­neo –Östlund incluso elogia su carácter lúdico en una secuencia en la que Christian lleva a sus hijas al museo–, The Square utiliza algunas obras para dar acentos chuscos a ciertos pasajes, como cuando el sonido de una elaborada instalació­n interrumpe una tensa charla entre Christian y Anne (Elisabeth Moss), una periodista. La presencia desperdiga­da de estas instalacio­nes también sirve para insinuar que algunos momentos pueden ser o no parte de una elaborada treta artística, trazando una frontera más dentro de la película: lo real, lo ficticio y lo que colinda entre uno y otro. Ahí, donde el arte y la vida real convergen, se desarrolla una secuencia inolvidabl­e, durante una cena de gala en la que irrumpe el performanc­e de un artista que está loco o demasiado comprometi­do con su arte. El núcleo de The Square está en ese trecho, donde una presencia bárbara convierte en salvaje hasta al hombre de sociedad mejor portado.

Si bien eché de menos la concreción de Force Majeure, una película compacta, con una inquietud muy clara, The Square es una prueba más de que en Östlund contamos con un crítico social de una ferocidad admirable.

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