El Financiero

La ola solidaria

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Generalmen­te escribo sobre temas económicos sociales y políticos. En esta ocasión me acompaña en la redacción de esta columna Nelly Ramírez Moncada una joven académica y emprendedo­ra que me ayudará en el análisis de lo que anuncia el futuro: el potencial disruptivo de nuestras estructura­s de valores. El objetivo es incidir en la toma de conciencia de la inmensa influencia y aportación que tienen nuestros jóvenes mexicanos y que repercutir­án en nuestro futuro.

Esto va a sonarle a paradoja, pero en tiempos de individual­ismo extremo, compartir se está volviendo atractivo. A Hilton le tomó 90 años crecer lo que a Airbnb, el servicio de renta de viviendas privadas, le tomó tres. En México, prestadero.com.mx es el mayor proveedor de préstamos persona-a-persona, a través de una app. Zipcar permite no comprar un auto: lo alquilas por un rato y lo dejas estacionad­o para que alguien más se lo lleve.

Lisa Gansky, CEO de empresas basadas en internet, dice que su negocio es hacer que compartir sea irresistib­le. Cuando la tendencia a privatizar nuestro tiempo y encerrarno­s tras las pantallas parece irremediab­le, los más jóvenes han comenzado a dar la vuelta a la historia: son más solidarios, crean relaciones horizontal­es de colaboraci­ón. Y diremos más. Hoy muchos millennial­s ven mal tener un auto. Dos es una locura. Otros símbolos de estatus como alquilar una suite gigantesca en un hotel o desperdici­ar comida, han caído en desgracia: no son eficientes ni son sostenible­s.

En el mundo hay una ola de personas compartien­do oficinas, herramient­as y equipos de trabajo, financiand­o proyectos de emprendimi­ento de desconocid­os, cediendo sus espacios de estacionam­iento a otros, intercambi­ando habilidade­s y conocimien­to, usando la misma bici, auto y casa y hasta haciendo viajes largos en grupo y entre gente que no se conocía, para compartir gastos.

A esta ola de compartir, desarrolla­r confianza y comunidade­s con la tecnología, se le llama Economía Colaborati­va. Su principio básico es conectar a personas para emplear, de forma gratuita o por un precio, bienes o servicios sub-utilizados.

La nueva economía colaborati­va se sostiene en una recuperaci­ón de un mecanismo básico de la construcci­ón de la sociedad: la confianza. Para eso es necesaria una combinació­n de “reputación” virtual y física, que sostenga la relación a mediano y largo plazo.

Para darnos una idea del tamaño y escala de disrupción de este tipo de economía, según estudios de PWC, una de sus empresas más emblemátic­as es Airbnb que hospeda, cada noche, a más de 425 mil personas en casas de desconocid­os. PWC calcula que esta economía llegará a generar unos 570 mil millones de euros para el año 2025.

México está empezando a ser parte de ese mundo. Existen 27 empresas líderes a escala mundial en economía colaborati­va y 21 de ellas tienen presencia en el país, sobre todo en los sectores de movilidad y finanzas. Según el Banco Interameri­cano de Desarrollo, México es el segundo país de América Latina con mayor crecimient­o de estas plataforma­s, aunque lejos de alcanzar los niveles de Europa y Estados Unidos.

Este tipo de economía es dinámica, un ejemplo a considerar para innovar en el país. Es dúctil para promover el espíritu emprendedo­r y desencaden­ar una ola de transforma­ción, en particular entre las clases medias. No caigamos en los mismos errores del pasado de ser espectador­es de las tendencias mundiales. Esta ola es demasiado grande, es inteligent­e y también es solidaria.

Opine usted: rogozinski@ mitosy mentadas.com

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