Marcaje personal
@laloguerrero Como acostumbro, el pasado domingo por la tarde envié a la redacción de El Financiero mi columna semanal. En ella expresaba las razones por las que considero que la figura de Aurelio Nuño hubiera sido una mejor apuesta por parte del PRI para atender la actual crisis de violencia e inseguridad. En cierto sentido, el timing del texto no pudo ser peor. Pocas horas después fue claro que la decisión estaba tomada, y que José Antonio Meade sería el abanderado del PRI en la contienda presidencial.
Con el destape, el PRI demostró una vez más que –a pesar de sus males– todavía tiene dos activos que valen oro: el pragmatismo y la disciplina. Aunque por debajo de la mesa haya golpes bajos, a la hora de la verdad la cargada a favor del elegido fue contundente. Mientras el Frente Ciudadano se quiebra ante la rebelión de las tribus desafectas a la dupla Anaya-barrales, el viejo PRI aceptó, sin chistar, la postulación de un candidato simpatizante. Automáticamente, el tricolor emergió del abismo donde se encontraba en las preferencias electorales, y ya pelea en las encuestas el segundo lugar con la alianza PANPRD. Si la campaña de Meade logra capitalizar el descontento panista, y sobre todo si la candidatura de Margarita Zavala se diluye, la contienda del próximo año será entre dos: el exsecretario de Hacienda y Andrés Manuel López Obrador.
Meade es lo más cercano a un tecnócrata puro que haya tenido posibilidades de llegar a Los Pinos. La semana pasada circuló un listado de los principales colaboradores y aliados del virtual candidato presidencial del PRI. De los 25 nombres, más de la mitad (13 para ser exactos) estudiaron la licenciatura en el ITAM. También abundan los economistas de otras instituciones y los funcionarios con trayectoria en Hacienda y en el sector financiero. Las personas con experiencia política son más bien escasas. El perfil de Meade y su equipo puede tener ventajas. Ernesto Zedillo, el último tecnócrata en llegar a la Presidencia, no sólo entregó mucho mejores cuentas que sus sucesores, sino que también concretó con éxito la transición democrática del país. Sin embargo, como comentaba la semana pasada, uno de los principales desafíos del candidato del PRI será transmitirle a la ciudadanía que tiene un plan para recuperar estándares aceptables de seguridad (a pesar de su inexperiencia y del fracaso que ha sido el gobierno de Peña Nieto en la materia).
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