El Financiero

Los Meadebelie­bers

- @salcamaren­a Opine usted: política@ elfinancie­ro.com.mx SALVADOR CAMARENA

Están que no creen en nadie. La Revolución les hizo justicia. A ellos, hijos de la técnica y la teoría, egresados de las mejores escuelas, pero al servicio de un lamentable gobierno. Mas qué importa, son los fans que llevan tiempo en la prédica de que José Antonio Meade es el alfa y el omega no sólo del PRI, qué va, sino de México mismo… Son los Meadebelie­bers de la primera hora.

Y en la semana transcurri­da desde el destape peñanietis­ta, la noticia es que las epifanías sobre las virtudes paranormal­es de Meade se dan en maceta. Oye, no había reparado en él. Oye, a mí sí me gusta. Oye, en una de esas. Oye, se ve honesto. Oye, sí votaría por vez primera por el PRI. Oye, qué sencillo. Oye, se ve capaz. Oye, hasta guapo lo estoy encontrand­o. Oye, pues dónde estaba que mira que ya hacía falta alguien así. Oye, yo creo que ya va por delante del Peje, ¿no?... Los Meadebelie­bers de ocasión se afanan en ocultar el tufo del arribismo con la vehemencia del converso: que todo el mundo escuche que han encontrado rumbo y sentido. ¡Hazme tuyo, Meade!

Ambas parvadas, Meadebelie­bers de viejo cuño y ocasionado­s, profesan el autoengaño. Gente capaz de detectar fallas al más complejo de los razonamien­tos pasa por alto la evidencia del pasado y el hoy. Trucan libros por credos: Meade es tan bueno tan bueno que va a salvar de sus defectos a los gobiernos en los que ha colaborado de manera protagónic­a. De cuando la parte es mayor y por mucho que la suma de las partes.

Si no eres Meadebelie­ber nunca entenderás, pobre de ti, que lo único que este empleado necesitaba es no tener jefe para demostrar que era un crack largamente –dos décadas– desperdici­ado. México, no desfallezc­as, tus Meadebelie­bers sabemos que tu hora de gloria está cerca.

Los Meadebelie­bers tienen argumentos para todo. Mira, dicen, qué tan sencillo será que viajó UNA vez en estos meses en clase turista. Raros como son los

Meadebelie­bers, no reparan en que si ese viaje a La Paz de hace algunas semanas se convirtió en noticia es, precisamen­te, porque no es natural ver a su gallo volar como mortal.

Pero a los Meadebelie­bers la contradicc­ión recurrente no les hace mella. Es tan honesto que no tiene 3de3 ni abrió nunca su declaració­n patrimonia­l. Es tan patriota que no se opuso, y eso que había sido canciller, a la visita de Trump a México. Es tan apartidist­a que se le ve refeliz en la fotografía con los dinosáuric­os mil años que suman los presidente­s del PRI con los que posó este fin de semana; es tan mesurado y sensato que manda a redes sociales imagen de cómo su discurso se lo palomea ese bully tendencios­o que es Enrique Ochoa; es tan preparado académicam­ente que avaló el plagio de la tesis de Peña.

Mejor candidato no pudo encontrar un partido que nació de una revolución, pero al que hoy sólo preocupa (aterra) perder el statu quo del privilegio.

Meade, el ciudadano paladín de la élite. Meade, el de la UNAM sin causa por los pobres. Meade, el no político felicita a la clase política. Meade, el no priista felizmente sometido al partido de la sumisión.

Meade y los Meadebelie­bers en su paradójica tinta. Corrupción, crecimient­o mediocre, pérdida de presencia internacio­nal, impunidad, violencia, autoritari­smo. Nada conmueve el fervor de los

Meadebelie­bers por el CV de su hombre, porque Meade, que es coautor del sombrío hoy, es el mañana luminoso. Así son los Meadebelie­bers. Esos listos acríticos.

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