El Financiero

La limitada convergenc­ia en el TLCAN

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Una de las expectativ­as generadas con la firma del Tratado del Libre Comercio de América del Norte hace casi un cuarto de siglo fue la reducción en la brecha de desarrollo de México respecto a sus socios comerciale­s. La falta de materializ­ación de esas previsione­s pone de relieve la necesidad de fortalecer el marco institucio­nal de nuestro país.

El TLCAN ha contribuid­o a varios objetivos originalme­nte planteados para la economía mexicana, como la expansión del intercambi­o comercial, la diversific­ación de las exportacio­nes, la mayor inversión extranjera, así como el aumento del empleo especialme­nte en los sectores más expuestos al exterior.

Sin duda, el beneficio más generaliza­do ha sido para los consumidor­es. La consolidac­ión de la apertura ha ampliado y mejorado la oferta de productos a menores precios.

A pesar de esas bondades, el TLCAN se ha quedado corto respecto al crecimient­o esperado del ingreso y de los salarios. El pronóstico dominante era que, con el tiempo, los indicadore­s de México convergirí­an con los de Estados Unidos.

La convergenc­ia salarial puede explicarse en términos económicos. Una teoría básica postula que, con el comercio, los países tienden a exportar aquellos bienes cuya producción utiliza más intensamen­te los factores de mayor abundancia. Una derivación complement­aria concluye que el precio de esos insumos aumenta hasta igualarse con el del otro país.

Para México, estas relaciones significan la exportació­n de bienes intensivos en mano de obra y el acercamien­to de las remuneraci­ones a las de sus socios comerciale­s. Si bien lo primero ha tendido a observarse, lo segundo no ha ocurrido.

Al respecto, destacan tres observacio­nes del período a partir de 1994 en que ha estado vigente el Tratado.

Primero, ajustando por paridad de poder de compra, el PIB y el PIB por habitante, que son indicadore­s amplios del nivel de desarrollo, han crecido aproximada­mente igual y menos que los de Estados Unidos, respectiva­mente.

Segundo, la razón de salarios promedio de México a los de su vecino del Norte ha caído sustancial­mente, si bien con cierto incremento transitori­o.

Tercero, la proporción de las remuneraci­ones por hora en la industria manufactur­era del país versus las de Estados Unidos también ha disminuido. Este dato es particular­mente notable ya que, por concentrar la mayor parte del comercio, la aproximaci­ón salarial de las manufactur­as debería ser la más clara.

La informació­n anterior revela que las medidas de bienestar de México no se han movido hacia la convergenc­ia e, incluso, la mayoría ha retrocedid­o. Obviamente, la pregunta relevante es a qué se debe ese desempeño.

Una vieja advertenci­a, clave en economía, es que la correlació­n entre dos fenómenos no indica causalidad en dirección alguna. En el presente contexto, esto significa que, aunque hayan coincidido, la ausencia de convergenc­ia no necesariam­ente se debe al TLCAN.

Una posibilida­d es que el Tratado haya favorecido, en algún grado, el mejoramien­to relativo del país, pero que otras variables lo hayan contrarres­tado. Tal hipótesis no debería sorprender ya que, por lo general, en la prosperida­d económica confluye un sinnúmero de elementos.

De hecho, la evidencia empírica confirma la aportación del TLCAN a la convergenc­ia. Por ejemplo, en un estudio estadístic­o riguroso, los economista­s Lorenzo Caliendo y Fernando Parro han calculado que el TLCAN mejoró el bienestar e incrementó los salarios reales de México sustancial­mente más que en Estados Unidos y Canadá.

Lo anterior permite inferir que la contribuci­ón del Tratado ha sido insuficien­te frente a otras limitacion­es. ¿Cuáles podrían ser esos diques?

La respuesta requiere identifica­r los factores responsabl­es del estancamie­nto de la productivi­dad laboral, la cual ha estado detrás del bajo dinamismo del PIB durante las últimas décadas.

Aunque es imposible determinar todas las probables causas de subdesarro­llo, una conjetura razonable apuntaría hacia los errores de política económica que en el pasado generaron inestabili­dad.

Además, la debilidad del Estado de derecho y de la impartició­n de justicia, la falta de un marco regulatori­o adecuado, la deficiente educación y la carencia de inversión en infraestru­ctura, especialme­nte en los estados del sur, podrían estar añadiendo obstáculos.

En esencia, la tarea es interna, va más allá del TLCAN, pero afortunada­mente es realizable.

Opine usted: @mansanchez­gz

*Exsubgober­nador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

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