El Financiero

Por un diálogo constructi­vo en Seguridad Interior

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La Ley de Seguridad Interior ha desatado un debate profundo y serio en la comentocra­cia y entre las asociacion­es de la sociedad civil del país. En virtud de que en la Cámara de Diputados no hubo madurez para la discusión, las columnas de opinión y las redes sociales son el espacio en el que se está “discutiend­o” la importanci­a, el alcance y los errores de la ley que se aprobó. El objetivo fundamenta­l de la ley es indiscutib­le: dotar a las Fuerzas Armadas de un marco legal que les permita actuar en situacione­s de emergencia en tareas de seguridad pública. ¿Pero y qué con el fortalecim­iento de las policías y la responsabi­lidad de los estados de hacerse cargo? Sobre todo cuando justamente con la ley, en principio, no se buscaba “normalizar la excepción”.

Como muchos especialis­tas han apuntado, no se trata de un asunto que se resuelva con un marco jurídico para las Fuerzas Armadas. Además de este problema está el de la seguridad pública y justicia. Mientras los legislador­es no aprecien la gravedad de esto y quieran hacer una reforma que contemple el conjunto, no vamos avanzar y nos vamos, como dice Pedro Salazar, a meter más al túnel del que queremos salir. Señaló Naciones Unidas, la CNDH, especialis­tas y las más relevantes OSC, que la ley es vaga e imprecisa. Tiene artículos preocupant­es que deben ser revisados y requieren de una redacción muy diferente. En el texto de la iniciativa de los diputados, pareciera que la ley busca militariza­r al país para favorecer la imposición e intromisió­n castrense en nuestra vida cotidiana. Los propios militares han dicho que no es esto lo que están buscando, ni merecen ese juicio; pero esa caracteriz­ación es producto de las deficienci­as en la ley en los términos en los que se aprobó.

El Senado tiene la enorme responsabi­lidad de generar un espacio serio de revisión y trabajo para corregir las deficienci­as. Hacer esta tarea de la mano de la CNDH sería de una enorme sensatez y madurez. Nuestras Fuerzas Armadas requieren de un marco jurídico, sin duda, pero no a costa de su desprestig­io y de errores graves que amenacen los derechos humanos y la integridad de las personas.

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