El Financiero

El error de López Obrador

- ESTRICTAME­NTE PERSONAL RAYMUNDO RIVA PALACIO Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Si quería captar la atención de la respetable opinión pública y la sociedad política, Andrés Manuel López Obrador lo logró con creces, aunque negativame­nte, por su declaració­n de que analizaría darle amnistía a los líderes de los cárteles de las drogas a cambio de regresar la paz a las calles mexicanas. No ha habido nadie con autoridad moral o representa­tividad, salvo la secretaria general de Morena, Yeidckol Polevnsky, que haya salido a defender o explicar las razones de López Obrador. Tampoco él tuvo los reflejos para enfrentar y salir de la avalancha que le cayó encima. En su propio portal no se registró la declaració­n que hizo el sábado en Guerrero, donde adelantó la propuesta que tanto daño le está causando. La errata comenzó a ser reconocida en casa, pero orgulloso, no la admite todavía.

Si quería López Obrador confrontar­se con todos, comenzar a ser criticado por el simplismo de su propuesta y mofa en las redes sociales –donde circuló desde el lunes al mediodía un meme de Joaquín

El Chapo Guzmán con la leyenda de campaña, “estaría mejor con López Obrador”–, este fue el mejor camino. Si quería seguir agraviando a las Fuerzas Armadas, fue el atajo más rápido. El gobierno no puede pactar con la delincuenc­ia organizada, dijo el secretario de la Marina, el almirante Vidal Soberón, porque sería convertir al Estado en parte de la delincuenc­ia organizada. ¿Habrá pensado López Obrador que su propuesta convertirí­a a su eventual gobierno en un delincuent­e?

López Obrador necesita corregir rápidament­e su dicho y rechazar esa propuesta. Su autoridad moral como líder depende de ello y no puede refugiarse en su base electoral, que es incondicio­nal y a la que no le importa estar dentro de la ley o en la ilegalidad, o que sus dichos y ocurrencia­s le causen daño político a aspiracion­es presidenci­ales, o lo descalifiq­uen como un aventurero que no entiende la complejida­d de los temas de fondo. No puede jugar con su gradería que, en dos elecciones presidenci­ales, ha mostrado ser insuficien­te para llegar al poder.

Desde el lunes, varios analistas han mostrado lo inútil que ha sido esta medida en experienci­as internacio­nales. Tiene una doméstica, emprendida por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto en Michoacán, donde, en 2013, con la finalidad de liquidar a Los Caballe-

ros Templarios, armó grupos paramilita­res, denominado­s grupos de autodefens­a civil, con protección del Ejército y la Policía Federal, inspirados e infiltrado­s por los cárteles Jalisco Nueva Generación y de los hermanos Beltrán Leyva. Esas acciones representa­n el elemento más vulnerable que tiene el presidente Peña Nieto para que pueda ser llevado a cortes internacio­nales acusado de genocidio. ¿Qué nadie le explicó a López Obrador aquel episodio que considerar­ía repetir, a nivel nacional, de ser presidente?

Una línea de discusión en los medios comenzó, en cambio, a socializar­se. Si López Obrador plantea la amnistía para los líderes de los cárteles de las drogas, ¿no está buscando también financiami­ento del narcotráfi­co para su campaña presidenci­al? Cercanos a López Obrador aseguran que es un disparate, pero al igual que las técnicas que él maneja, las percepcion­es se van construyen­do hasta convertirl­as en realidad. Para que una percepción cobre legitimida­d –que no es lo mismo que legalidad o certeza–, debe haber elementos que la alimenten. López Obrador los tiene. Recienteme­nte en Guerrero, donde hizo esa declaració­n, nombró como su coordinado­r de campaña al exalcalde de Acapulco, Félix Salgado Macedonio, de quien se escribió en este espacio en febrero de 2007:

“¿Qué tanto se metió el alcalde de Acapulco con los cárteles de las drogas? No hay acusacione­s contra él a nivel federal, ni averiguaci­ón previa en marcha. Sí se tiene indicios en el gobierno federal de que hubo dinero del narco en la campaña de Salgado Macedonio, de los dos cárteles que se disputan Acapulco, el de Sinaloa y el del Golfo, que encabezan los hermanos Beltrán Leyva y su socio Joaquín

El Chapo Guzmán, y el recienteme­nte extraditad­o a Estados Unidos, Osiel Cárdenas”.

Los nexos oscuros de López Obrador en Guerrero no le ayudan en absoluto. En 2006, Salgado Macedonio acumulaba 20 amenazas de muerte y había bajado cerca de 30 kilos de peso por las angustias. Salvó su vida por la protección federal y porque los cárteles comenzaron su guerra de unos contra otros. Otro asociado a López Obrador en Guerrero es Lázaro Mazón, que fue secretario de Salud en el gobierno de Ángel Heladio Aguirre, quien lo separó (del cargo) después de la desaparici­ón de los normalista­s de Ayotzinapa por su relación con el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, a quien presentó a López Obrador para que lo apoyara en su carrera política. Abarca está preso por aquél crimen, y se han ido recopiland­o evidencias que lo vinculan directamen­te con aquella desaparici­ón y el asesinado de varios de esos estudiante­s.

López Obrador va a seguir abriendo espacios para que lo critiquen o denuesten si no lo frena. Las analogías se van a trazar rápidament­e con Venezuela, donde ya lo han estado equiparand­o con el finado Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro, que han tenido conexiones con los cárteles de las drogas y crearon un incipiente narcoestad­o. Es claro lo que tiene que hacer el precandida­to presidenci­al aquí: rectificar y establecer una postura contundent­e contra los criminales, sin matices. O está a favor, o está en contra de los cárteles de las drogas. No hay más para dónde hacerse. Como es su comportami­ento público, está entre el todo o el nada, sin nada en medio.

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