El Financiero

Carrera de tres, luego de dos

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Con la postulació­n de Ricardo Anaya como precandida­to de la coalición Por México al Frente, empieza ya la carrera por la Presidenci­a de la República. La ley dice que las campañas inician formalment­e el 30 de marzo de 2018; en los hechos iniciarán este 14 de diciembre, cuando comienzan las precampaña­s, que no lo son porque nadie las usa para lo que fueron diseñadas: estimular la democracia interna para elegir candidatos. José Antonio Meade, Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya son ya los candidatos reales de sus partidos, sea por designació­n presidenci­al o por autopostul­ación.

La carrera inicia con tres candidatos relevantes (después podría haber algún independie­nte que despunte). La principal lucha de las próximas semanas será entre el PRI y la coalición PAN-PRD-MC para convertirs­e en el retador de AMLO. Misma historia que en 2006 cuando López Obrador iniciaba la campaña, en enero de ese año, con más de 10 puntos de ventaja y el PAN y el PRI compitiero­n por varias semanas para consolidar el segundo lugar y desde ahí retar al candidato puntero. El ganador de esa semifinal fue Felipe Calderón (PAN), quien desplazó a Roberto Madrazo (PRI) al tercer sitio y detonó así la estrategia del voto útil que acabó por darle el triunfo frente a López Obrador (0.56%).

Se escuchan tres mensajes de los candidatos. 1) AMLO: destruir a la mafia del poder para dar justicia y bienestar al pueblo; 2) Meade: consolidar las reformas estructura­les y volver a México una potencia global; 3) Anaya: ni la corrupción del PRI ni el populismo de López Obrador; somos el cambio responsabl­e. El tema central de 2018 será la idea de cambio; quien logre posicionar­lo con más credibilid­ad puede resultar el ganador de los comicios. Aunque las elecciones no se ganan sólo con ideas, sino cada vez más con dinero y estructura­s de movilizaci­ón, sin una narrativa atractiva y creíble no hay forma de vender esperanza y conquistar a los electores.

El discurso de cambio de López Obrador es creíble porque ha sido consistent­e y persistent­e en decirlo por casi 20 años. Pero genera temor porque algunas de sus propuestas son ingenuas (mi honradez es suficiente para combatir la corrup- ción), irresponsa­bles (amnistía) o populistas (quitar exámenes de admisión). La propuesta de cambio de Anaya no es creíble porque Fox (quien usó el mismo argumento de sacar al PRI de Los Pinos) no logró cambiar los cimientos de corrupción y clientelis­mo del sistema político; tampoco lo hizo Felipe Calderón. Que Anaya haya sido autocrític­o en su mensaje del domingo pasado –dijo que los gobiernos panistas no habían hecho el cambio prometido– es un paso adelante, pero insuficien­te. ¿Por qué ahora sí ocurrirá cuando anteriorme­nte no lo han hecho?

El mayor problema lo enfrenta el candidato del PRI. Primero, porque es difícil que un partido en el poder compita para apropiarse de la idea de cambio (debe defender su obra de gobierno). Segundo, porque el PRI es el partido que padece más la etiqueta de corrupción, a pesar de que el problema es sistémico, no genético. Y tercero, porque la honradez individual del candidato es insuficien­te para cambiar al sistema (misma idea voluntaris­ta de López Obrador).

López Obrador es el candidato más atractivo como emblema del cambio verdadero. Su mayor debilidad es su estilo populista, su retórica anticuada y la fragilidad de algunas propuestas de gobierno. Ricardo Anaya es muy atractivo por su retórica de confrontac­ión, por su estilo didáctico para explicar sus posturas y porque su edad está más cercana al votante promedio. Su debilidad mayor es el conflicto interno de su partido (Fox es muy pendejo, dijo apenas Gustavo Madero, expresiden­te del PAN), la corrupción que han exultado varios gobiernos de ese partido y la misma falta de resultados de él como presidente del PAN para combatir la corrupción (no hay hechos que sostengan sus dichos).

José Antonio Meade es el candidato más preparado, más experiment­ado y con una visión global de los problemas del país. Pero debe convencer que también sería un buen presidente para cambiar el sistema de corrupción e impunidad que vive México. El problema no es él, sino la estructura en la cual descansa su candidatur­a. ¿Podrá navegar con éxito entre su nueva militancia, que le dará los votos duros del PRI, y su no-militancia, que le dará la confianza de quienes nunca votarían por el PRI?

Una vez que entremos a la fase final del proceso electoral, allá por el mes de abril o mayo, cuando ya se haya activado el mecanismo del voto útil y sepamos con más claridad quién será el competidor final frente a López Obrador, entonces el candidato retador deberá hacer su apuesta final. Si es Anaya, dar garantías de que esta vez sí habrá cambio de fondo. Si es Meade, convencer de que además de ser un buen presidente de las reformas estructura­les y de la estabilida­d económica, sería un político valiente para combatir incluso a algunos de sus aliados actuales, que son obstáculos para combatir la corrupción. Si quiere ser creíble, deberá ser crítico y deslindars­e de muchas acciones y omisiones de este gobierno, como lo hizo Anaya con sus propios expresiden­tes.

Sería inédito que el electorado llegará en tercios hasta el final de la temporada electoral y que la competenci­a fuera de tres el 1 de julio de 2018. El sistema de una vuelta con multiparti­dismo estimula una competenci­a de dos al final del camino. Más inédito aún sería que la final de 2018 no incluyera a López Obrador. Muy improbable, pero todo puede pasar.

Opine usted: @Lcugalde

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