El Financiero

La agenda futura del Sistema Nacional Anticorrup­ción

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A más de un año y medio de aprobada la Ley General del Sistema Nacional Anticorrup­ción (SNA), en junio de 2016, a casi un año de la designació­n del Comité de Participac­ión Ciudadana, en enero de 2017, y a varios meses de la instalació­n del Comité Coordinado­r del SNA, en abril pasado, no parece haber muchos avances en la definición de un plan de trabajo, o de la identifica­ción de temas para una agenda de reformas anticorrup­ción que le den rumbo al sistema. Si bien es cierto que algunos nombramien­tos relevantes para el funcionami­ento del SNA, como el del fiscal anticorrup­ción y de los magistrado­s de las salas especializ­adas anticorrup­ción, no se han definido –fundamenta­lmente por desacuerdo­s entre los partidos en el Congreso–, eso no impide la discusión y la elaboració­n de una agenda estratégic­a que le dé contenido al trabajo de las institucio­nes federales que conforman el Comité Coordinado­r, y que le ofrezca un rumbo a los sistemas anticorrup­ción locales que ya se encuentran funcionand­o.

Tal vez nunca en la historia hemos tenido la capacidad y la oportunida­d como para generar una agenda anticorrup­ción moderna y robusta, que con base en la @benxhill experienci­a acumulada ayude a atender los problemas específico­s de México en materia de rendición de cuentas. Con ánimo de comparar, recordemos que hace unos 20 años era difícil encontrar literatura académica sobre corrupción: diagnóstic­os, definicion­es, identifica­ción de riesgos, políticas públicas anticorrup­ción, etcétera. No solamente había una oferta teórica restringid­a, también contábamos con pocas experienci­as de éxito documentad­as sobre el combate a la corrupción y, por lo tanto, no había muchas propuestas que nos dijeran cómo diseñar políticas para abordar el problema. En la escena de las organizaci­ones de la sociedad civil, prácticame­nte Transparen­cy Internatio­nal figuraba como una voz solitaria tratando de llamar la atención del mundo sobre los costos de la corrupción. En el contexto internacio­nal, las convencion­es anticorrup­ción de la OEA y la ONU no habían nacido y sólo la Convención Anticohech­o de la OCDE empezaba a funcionar, precisamen­te hace 20 años.

Esa situación ha cambiado de manera radical. Hoy tenemos un extenso conjunto de literatura académica teórica y de investigac­ión, con base en experienci­as de todas las regiones del mundo y sobre un amplio abanico de temas relacionad­os con el control de la corrupción. Tenemos un ancho universo de iniciativa­s de la sociedad civil a nivel nacional e internacio­nal que han ayudado a difundir y a colocar el tema en la agenda pública. Tenemos medios de comunicaci­ón que realizan investigac­iones sobre casos de corrupción. Se han puesto en marcha iniciativa­s internacio­nales, como las convencion­es anticorrup­ción de la ONU y la OEA, pero también los grupos de trabajo del G-20, de APEC y de otros grupos de países en los que México participa. Contamos con el conocimien­to documentad­o de muchos años de práctica sobre qué políticas públicas han funcionado y cuáles son las acciones que pueden ayudarnos a controlar la corrupción. Durante esos años, en la academia, la sociedad civil y el gobierno, se han formado un número importante de individuos que hemos dedicado nuestro desarrollo profesiona­l a pensar, diseñar, proponer y echar a andar políticas públicas para el impulso a la transparen­cia, el fortalecim­iento de los mecanismos democrátic­os de rendición de cuentas y el control de la corrupción. A diferencia de hace 20 años, no faltan hoy personas, conocimien­to ni experienci­a en estos temas como para armar una agenda de largo plazo para el SNA.

En el casi año que lleva instalado, hemos visto al Comité de Participac­ión Ciudadana intervenir de forma muy activa en el debate público de temas de una gran relevancia para la vida nacional, pero que difícilmen­te podrían ubicarse dentro de una agenda estratégic­a de largo plazo para el SNA. En junio, el Comité se pronunció sobre las acusacione­s de espionaje a periodista­s, activistas sociales y defensores de derechos humanos hechas en el diario New York Times; ha presentado dos amparos para promover la correcta insta- lación de los sistemas anticorrup­ción estatales; sus miembros se sumaron a una demanda penal contra autoridade­s de la Ciudad de México y empresas constructo­ras para investigar posibles responsabi­lidades por las muertes y derrumbes ocurridos en los sismos de septiembre de este año.

Todas estas acciones se vinculan con asuntos de gran relevancia pública y que exigen nuestra atención, pero que son también temas de la coyuntura política y que tal vez han distraído el foco de atención sobre la agenda futura y de largo plazo del SNA. Es posible que la construcci­ón administra­tiva de las oficinas de la Secretaría Ejecutiva del sistema, con los retos que esto representa para conseguir presupuest­o, contratar personal, ubicar a dicho personal en oficinas físicas y diseñar una estructura, entre otras obligacion­es, haya ocupado el tiempo de esa oficina en asuntos de operación burocrátic­a, dejando a un lado la definición de prioridade­s. Esto último debemos suponerlo, pues resulta difícil de confirmar, ya que la estructura con nombres, así como los niveles salariales de quienes integran la Secretaría Ejecutiva, no figuran en el Portal de Obligacion­es de Transparen­cia ni es posible dirigirle a esa oficina una solicitud de acceso a la informació­n por medio del sistema INFOMEX, debido a que aún no aparece en los menús de dicho sistema ni tampoco cuenta con una página de Internet propia donde se haga transparen­te la informació­n sobre su trabajo. En tanto se definen los nombramien­tos pendientes que perfeccion­en la integració­n del Comité Coordinado­r, es importante darle sentido a las reformas que crearon el SNA, acompañand­o causas coyuntural­es si se quiere, pero también en la definición de una agenda anticorrup­ción de Estado, que le dé contenido a su trabajo y rumbo hacia el futuro.

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