Primeros propósitos, (pen) últimos momentos
En Buenos Aires, capital de la turbulenta Argentina, la delegación estadunidense cuestiona a la Organización Mundial de Comercio, mientras China defiende el libre comercio y Lightihzer mantiene su reclamo proteccionista disfrazado de justiciero. El inicio de la reunión plenaria de la OMC volvió a mostrarnos el mundo al revés que Trump, el ascenso impetuoso del gigante asiático y la secuela de la Gran Recesión que irrumpiera en 2008, están tejiendo para lo que sigue (El Financiero, 12/12/17, p. 1. El País, 12/12/17, p.1).
Las preguntas sobre “lo que sigue” son obligadas, pero no hay suficientes elementos de juicio para dar lugar a respuestas más o menos precisas de parte de los estudiosos, futurólogos y dignatarios que presumen de contar con telescopios de gran alcance, como para atreverse a dibujar el futuro. El mundo sigue sin rumbo.
Estos encontronazos de chinos y estadunidenses deberían ser para nosotros objeto de análisis y estudio acucioso; de sus desenlaces dependerá la postura del gobierno americano frente a México y no sólo en lo que respecta al TLCAN. Ahí siguen la migración y las deportaciones, junto con la angustia de los dreamers para justificar la idea de que estamos frente a la necesidad de defender nuestro interés nacional, por enmarañado que éste sea.
Para empezar, el gobierno y el Congreso de la Unión deberían abocarse a conocer y desmenuzar la demografía que resultó, por un lado, de la gran transición hacia la edad madura que empezara por allá de los años setenta del siglo pasado y, por otro, de la también gran migración que, con sus múltiples configuraciones productivas, culturales y ahora políticas, ha llevado al estudioso Tonatiuh Guillén a imaginar al país como una “nación transterritorial” cuyos confines están mucho más allá de las fronteras reconocidas y, ahora, azuzadas por Trump y sus falanges anti inmigrantes y de plano anti mexicanas.
De la urdimbre del comercio mundial que está en curso, así como de la trama financiera que se reconstituye ante nuestros ojos y amenaza la estabilidad malograda de la economía mundial, dependerán en alto grado el curso y la estructura del mundo de mañana.
Del mundo de ayer que hoy pocos gustan de ocuparse como si quisieran darlo por pasado, cuando no por muerto, están presentes la recuperación de Estados Unidos, junto con el impetuoso crecimiento económico de China e India, pero también el paso de tortuga de los europeos, Alemania incluida, y el atorón latinoamericano, incluida nuestra trayectoria de cuasi estancamiento secular o de trampa de lento crecimiento como la llama nuestro nuevo doctor Honoris Causa por la UAM, Jaime Ros Bosch, cuya distinción nos ha llenado de orgullo y júbilo a sus amigos y colegas.
Más ocurre y ocurrirá con este globo que, en cámara no tan lenta, parece obstinado en caminar rumbo al barranco; tal vez de la guerra abierta como ya pasa en Medio Oriente o, como quiere el dictador norcoreano que suceda en el Pacífico Norte y hasta las tierras occidentales de Norteamérica.
Los desplantes de Trump no cesan y más bien se acumulan. La decisión tomada sobre la ubicación de la embajada en Israel no sólo atiza el fuego sino que condensa los de por sí envenenados ánimos árabes y palestinos, sometidos al más cruel de los acosos.
Salir al paso de estas y otras coyunturas apocalípticas debería ser tarea para todos aquellos gobiernos y comunidades convencidos de que la civilización y la cultura cultivadas por siglos en Occidente, y de varias maneras recibidas en el resto del mundo, deben defenderse y ampliarse para volverse en verdad planetaria y no reducirse a una defensa encerrada de los castillos asediados por los bárbaros que están a sus puertas.
Una postura civilizatoria, para llamarla de alguna manera, tendría que estar siendo forjada y tejida a mano en el seno de la ONU, pero a falta de su concurso es indispensable que naciones como las que forman este “Extremo Occidente” que soñó Bolívar se apresten a sostenerla.
En medio de la pesadumbre que la recesión tozuda ha hecho caer sobre el Cono Sur, es obligado reivindicar décadas de lucha contra las dictaduras y de búsqueda de nuevos cursos de desarrollo, como los resumidos en las entregas de la CEPAL desde inicios de la última década del siglo XX. Transformación productiva con equidad; Equidad, desarrollo y ciudadanía; La hora de la igualdad y su tetralogía, son valiosos aportes para repensar el duro y cruel pasado de las décadas perdidas y el imperio de la barbarie dictatorial pero también, y sobre todo, para (re)imaginar nuevas y más complejas fantasías de orden democrático y desarrollo incluyente y justo.
Podría tratarse de una renovada “fantasía organizada” como la describió Celso Furtado, gran pensador brasileño y latinoamericano, enriquecida por las experiencias y lecciones amargas del “desarrollo esquivo” que creímos haber encontrado en el festival de la democracia que, a diferentes ritmos vivió la región, desde que en Chile se derrotó al nefasto Pinochet y en Argentina los militarotes tuvieron que hacer mutis, derrotados por la ‘Dama de Hierro’ en las Malvinas y repudiados por sus ciudadanos, sometidos por años a la más sangrienta guerra sucia de que tengamos memoria.
Trazar coordenadas como las sugeridas en esas y otras obras, sería un buen propósito para la agenda del nuevo año. Pensar los cambios de la época como prolegómenos del cambio de época que la disputa hegemónica y los grandes trancos del cambio técnico vuelven realidades con los días y los meses más que con los años.
Oprimidos por la pobreza publicitaria con que arrancan las campañas presidenciales, bien deberíamos echarle un vistazo al decenio que viene desde estos miradores. Con el ánimo de defender lo logrado en derechos humanos y democracia y de cambiar el rumbo hacia un desarrollo digno de tal nombre, por su dinamismo productivo y su capacidad redistributiva.
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