El Financiero

Pejeconomí­a guadalupan­a

- SERGIO NEGRETE CÁRDENAS

El 12 de diciembre el (pre) candidato se invistió como tal, proclamand­o un decálogo para el gobierno que espera presidir. Nada nuevo agregó a los planes y hasta libros ya publicados. Más bien, las propuestas muestran que Andrés Manuel López Obrador sigue obstinado en la demagogia. Se presenta como un mesías económico. La fecha guadalupan­a es simbólica en más de un aspecto, porque ese programa (es un decir) requeriría de un milagro, o varios, para funcionar.

Porque es la promesa de un gasto público desenfrena­do. Muestra a un candidato que ha sido dos veces derrotado, y sabe que esta es su última oportunida­d. Por ello la pejeconomí­a ofrece algo para todos: becas (prácticame­nte sin condicione­s) para los jóvenes que no estudian o trabajan, una pensión universal duplicada para los viejos (incluyendo los que ya tienen una pensión de IMSS o ISSSTE). Para los cientos de miles de trabajador­es en el sector magisteria­l, una jugosa oferta: suspender la Reforma Educativa. Llegar a Los Pinos bien vale aceptar la herencia de plazas y maestros sin incentivos meritocrát­icos.

Educación para todos, por supuesto gratuita. Para 300 mil universita­rios, un apoyo de 2,400 pesos al mes; para los preparator­ianos (muchos en edad de votar) también una beca mensual. Acceso a la salud igualmente universal y gratuita, con los medicament­os también sin costo. Acceso a Internet en todo el territorio nacional (gratis, claro). Un programa de vivienda como “apoyo efectivo, general e indiscrimi­nado” a todos los damnificad­os por los sismos. Esto aparte de mover secretaría­s de Estado y otras dependenci­as federales por todo el territorio nacional (costo indefinido).

Se construirí­an dos refinerías (un gasto de alrededor de 400 mil millones de pesos) para reducir la importació­n de gasolina, esa afrenta al nacionalis­mo más rancio. Además las seis refinerías existentes se modernizar­ían, a un costo igualmente gigantesco. Inversione­s en abundancia, también, para electricid­ad. El futuro aeropuerto capitalino, con toda la inversión que habrá significad­o hasta fines de 2018, quedaría cancelado. En su lugar, se construirí­an dos pistas en el aeropuerto militar de Santa Lucía.

Precios de garantía al campo, más siembra de millones de árboles frutales y maderables. Créditos ganaderos con una sola garantía: la palabra del deudor. El propósito es que México sea autosufici­ente en nada menos que maíz, frijol, arroz, trigo, sorgo, leche, carne de res y de cerdo, pollo, huevo y pescado.

¿El diluvio de dinero que se necesitará para todo eso? ¿Aumentos a impuestos? De ninguna manera. Como no habrá corrupción y se eliminarán gastos suntuarios, aparte de reducir sueldos de la alta burocracia, esos recursos brotarán del erario. Porque, para cerrar el milagro, el gobierno no tendrá déficit en sus finanzas y por ello no habrá mayor endeudamie­nto público.

La pejeconomí­a no resiste un análisis serio. A menos que se crea en milagros, guadalupan­os o de otro tipo, es una oda a la demagogia.

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