El Financiero

La empresa, ¿potencia a quiénes laboran en ella?

- CARLOS RUIZ GONZÁLEZ

Hay ocasiones en que los árboles no nos dejan ver el bosque. Así sucede con las empresas: las tenemos enfrente, como una realidad latente, y el tenerlas tan cerca nos impide considerar algunas de sus caracterís­ticas más importante­s.

Lo primero que salta a la vista es pensar que las empresas son lugares donde se trabaja. En mayor o menor grado, pero siempre significat­ivo, uno está “ligado” moralmente a su compañía, la considera parte de su vida —aún en casos en que no se esté satisfecho de laborar en ella— y así muchas de las aspiracion­es, intereses y anhelos de las personas se viven en su lugar de trabajo.

A menudo se considera a la empresa como una generadora de riqueza, que “produce” más de lo que consume (una burda manera de definir lo que los economista­s llaman VEA, es decir “Valor Económico Agregado”). Por eso es tan importante el lugar de trabajo, y por eso mismo, el gobierno siempre ve con buenos ojos tener empresas exitosas, sanas y en crecimient­o, pues sabe que esto significa trabajo para sus gobernados, paz social, recaudació­n de impuestos, generación de riqueza y bienestar.

Además, la empresa es una organizaci­ón pilar de la sociedad, forma parte sustancial de ella. Se involucra en decisiones importante­s y sus propias acciones tienen consecuenc­ias muy significat­ivas hacia adentro de la misma (sea ciudad, región o país).

De cara a todas estas caracterís­ticas hay una más que podríamos afirmar que casi pasa inadvertid­a: la empresa “potencia” la capacidad productiva de las personas.

El Diccionari­o de la Real Academia Española define “potenciar” como “incrementa­r el poder y fuerza que algo ya tiene”. Al potenciar la capacidad de las personas, les permite hacer cosas que para ellos sería imposible lograr solos. Con ello, las empresas no sólo producen bienes o servicios, también generan una sensación de logro en quienes trabajan en ella. Sensación que de otra manera no tendrían.

Esta es una de las principale­s razones por las que los empleados de las empresas se identifica­n con éstas: los logros de la empresa son sus logros, los triunfos y las adversidad­es también. Le dedican buena parte de su vida a la empresa y, por ello, están involucrad­os con ella.

De esta enorme habilidad de potenciar las capacidade­s de quienes trabajan en la empresa se desprende la responsabi­lidad que éstas tienen para responder (dividiendo en la palabra en dos: respons y abilidad = habilidad de respuesta), de rendir cuentas de los recursos que también tienen las empresas.

Además, recordemos que la decisión sobre el uso de estos recursos y capacidade­s recae principalm­ente en quien tiene el mando en la empresa: la dirección. De aquí se desprende una de las razones de más peso y que justifican asignar una fuerte responsabi­lidad social a la misma.

Es innegable que combatir la pobreza, mejorar la calidad de vida, alimentar, divertir, vestir o educar son objetivos que pueden transforma­r y mejorar a la sociedad. Las capacidade­s de la empresa permiten que estos objetivos, aunque a veces muy ambiciosos, se logren por sus trabajador­es.

Este orgullo o satisfacci­ón se manifiesta de diversas formas. Algunos testimonia­les de empleados de distintas empresas lo dejan muy claro: “Yo participé en la construcci­ón de la presa de Chicoasén”, “Producimos en tiempo y forma las vacunas que ayudaron a erradicar la Polio”, “Impulsamos la industria automotriz exportador­a desde Celaya”.

Considerar a la empresa como “potenciado­ra”, es decir, explicitar que tiene el potencial de potenciar a quienes en ella laboran, es una considerac­ión que vale la pena hacer, pues a veces no nos damos cuenta de ello, y se trata sin duda de una caracterís­tica importante que explica en buena parte la adscripció­n que sienten las personas con su empresa.

Literalmen­te, es parte importante de su vida.

(Con motivo de las vacaciones de fin de año, esta columna reaparecer­á el 15 de enero de 2018. ¡Muchas felicidade­s y mis mejores deseos a mis apreciados lectores!).

* El autor es Profesor del Área de Política de Empresa (Estrategia y Dirección) en el Instituto Panamerica­no de Alta Dirección de Empresa (IPADE) y Director de Programas In-company en la misma institució­n.

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