La vida eterna será posible en el futuro
Estamos diseñados como humanos para la supervivencia. Desde que evolucionó nuestro cerebro y adquirimos conciencia, cada ser humano que ha pisado la faz de la Tierra (más de 100 mil millones de personas, según el Population Reference Bureau) ha tenido como principal misión permanecer vivo; primero como individuo y luego perpetuando su ADN a través de la descendencia, con el fin último de preservar la humanidad como especie. Según Abraham Maslow, uno de los principales exponentes de la psicología humanista, el ser humano vive en la constante búsqueda de la autorrealización y cuando logra sacar su máximo potencial, busca la trascendencia.
En 1965, Gordon Moore, cofundador de Intel, observó que cada año se duplicaba el número de transistores en una pulgada cuadrada de circuitos integrados. Esta observación a la postre sería conocida como la Ley Moore, la cual proyecta el crecimiento exponencial de la capacidad de procesamiento computacional. Según algunos estudios existen límites físicos determinados por los materiales y el enfriamiento y con el fin de rebasar dichas barreras, desde hace años se ha experimentado con nuevos productos y ambientes. Un ejemplo de esto es la nanotecnología, algunos transistores ya son más pequeños que un virus. No sabemos por qué funciona así la tecnología o cuánto tiempo podrá mantenerse este ritmo de crecimiento exponencial, pero sí nos obliga a ampliar nuestra comprensión de sus efectos.
Ray Kurzweil, inventor y director de ingeniería en Google, quien fue contratado por el mismo Larry Page, cofundador de la empresa en el 2012 para llevar el lenguaje natural y el aprendizaje de las máquinas a la compañía, manifestó que en el futuro podremos tener millones de nanobots navegando por nuestras venas con el fin de mantener la salud, aunque lo más impactante de sus predicciones es que anticipa un futuro en el que el ser humano será capaz de potenciar su nanocórtex, “corteza nueva” o la “corteza más reciente” del cerebro racional, y conectarla a una nube de conocimiento lo que significa que podremos potenciar nuestra capacidad neuronal a voluntad. Imaginemos una realidad en la que no haya una diferencia cognitiva entre los humanos y que la competencia entre personas se basará únicamente en quién maneja mejor las emociones. ¡Qué miedo! (literal).
Robin Hanson, científico social y futurista, describe un posible futuro en el que podremos subir nuestro cerebro a máquinas megarápidas. Hanson incluso le da un nombre a esas máquinas, las llama “EMS”, máquinas que emulan cerebros humanos que pueden pensar, sentir, trabajar, justo como lo hacen los cerebros originales, aunque con la posibilidad de generar múltiples copias para exponenciar la capacidad de pensamiento. Los EMS tomarán control de la actividad económica del planeta, dejando a los humanos una sola salida, la jubilación permanente, asegura Hanson. Esto abre la puerta a la simulación de múltiples universos paralelos: si somos capaces de copiar nuestro cerebro y emular diferentes escenarios, seremos capaces de aumentar nuestra probabilidad de éxito como individuos en lo particular y como humanidad en lo general. Un verdadero oráculo tecnológico.
Es una lástima para Walt Disney o Michael Jackson, no habrían tenido que considerar la criogenización, lo único que hubieran tenido que hacer es replicar sus cerebros en la nube para continuar su vida física a través de su conciencia. Esto lleva la necesidad de trascendencia humana a un nivel superlativo; en el futuro ya no será suficiente el tener hijos o plantar un árbol (si es que todavía existen), mucho menos escribir un libro (si es que no se han escrito todos), la vida eterna no será corpórea, la preservación individual se realizará a partir de la conciencia replicada en superordenadores. Si ese es el futuro que nos espera ¿Dónde firmo?
*Fundador y Presidente del Consejo de Metrics