Philippe Ollé-laprune
Escritor
El viaje ya no es lo que era para un escritor. Cruzar el océano como Stefan Zweig o recorrer las carreteras de Estados Unidos como Jack Kerouac parecen mitos de una literatura de tiempos lejanos, aunque tenga menos de un siglo de haber sucedido. Los viajes a un México “salvaje” como el que conoció Malcolm Lowry o a una Europa bohemia como la que conoció Julio Cortázar en París son aventuras anquilosadas para un mundo globalizado y una industria editorial cosmopolita, con ferias del libro cada día más internacionalizadas e incluso especializadas.
Así lo cree el escritor y editor Philippe Ollé-laprune (París, 1962), quien ha preferido abordar la romántica relación entre los viajes y los narradores para publicar un libro único en su tipo: Los escritores vagabundos (Tusquets).
El ex director de la Casa Refugio Citlaltépetl -que ha albergado a escritores perseguidos o exiliados de diferentes nacionalidades, desde Irán o Siria hasta Kosovo o Senegal- da cuenta de los pasos de Bruno Traven y William S. Burroughs en México, de Ernest Hemingway en Cuba o de César Vallejo en París, quienes produjeron obras de gran calado a partir del exilio, la errancia o la inconformidad con sus propias culturas. La figura del escritor a que se refiere -muy del siglo XX, el gran siglo de las ideologías-, es la de aquel exiliado especial cuya posición aislada del mundo hace de él un marginal y un desterrado.
Los escritos latinoamericanos solían ver a Europa como el Olimpo literario y, en un fenómeno inverso, los europeos observaban a América Latina como una tierra de ideas frescas. ¿Esto aún sucede? Parece que no, advierte Ollé-laprune. En el siglo del Internet y las redes sociales, el viaje ya no es lo que era. Antes, los escritores hacían sus obras bajo la errancia del ultramar. Tenían una noción del tiempo y el espacio muy distinta. Hoy, el acceso a las literaturas del mundo se extiende. Es posible leer la novela de un autor chino desde una pantalla. Los efectos de la globalizacion en la literatura, como en casi todo -dice el escritor- son muy radicales y evidentes. ___La sensación de que tenemos una sola literatura en el mundo. La realidad es que tenemos una variedad impresionante en las formas literarias. Hoy un autor sudafricano puede escribir un libro en su lugar de origen y, al momento de su lectura, parece que lo escribió en Londres. El escritor de hoy dialoga con todos. Lo dudo. En general la época de las grandes figuras ha caído. Tenemos los éxitos comerciales y los premiados. Todas estas señales de que se quiere instalar grandes nombres en el mapa editorial hablan de una transformación interesante: la literatura se ha vuelto, para su bien y para su supervivencia, algo marginal. Escritores que antes eran grandes símbolos, hoy ya no existen. No podemos tener otro Hemingway. Los que reciben el Nobel son unos tímidos que no quieren hablar en nombre de la humanidad. La literatura que en el siglo XX fue por momentos como música sinfónica, hoy existe como música de cámara.
___Hay esa tendencia. Por ejemplo, la poesía es esencial dentro del espíritu humano, pero en la vida diaria es una cuestión marginal. Nunca se habla de ella en los medios. Eso la deja en un espacio más íntimo, sólido y firme. La literatura está viviendo del lado de la opacidad, de la lentitud, de la comprensión, del misterio, y el mundo contemporáneo funciona al revés: quiere transparencia y velocidad. La literatura no coincide con esas imposiciones y eso la enriquece. ___Mi intención fue abordar las relaciones conflictivas y de rechazo de los autores hacia sus propios países, desde Ernest Hemingway, que no soporta el puritanismo de Estados Unidos, hasta Witold Gombrowicz, quien se burla de Polonia, o Antonin Artaud, que buscaba culturas arcaicas para relanzar el mundo contemporáneo.
___La idea misma de escribir un libro significa que debes hablarle a alguien, buscar un interlocutor anónimo. El acto de escribir mismo va en contra de las ideas excluyentes. La literatura quizás existe para destruir las pulsiones y tentaciones de xenofobia y racismo. Me interesa mucho el choque cultural: el reto que enfrenta el autor al encontrarse con un entorno lingüístico y cultural diferente al del cual proviene. El escritor es el embajador de su propia cultura y de su propio idioma. Recibir, analizar, pensar y soñar una tierra extranjera es un fenómeno único.