El Financiero

La economía de una sociedad libre

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Sexenio tras sexenio seguimos igual o peor. La mitad de la población en la pobreza y con una violencia semejante a la de un país en guerra.

La contienda electoral del 2018 será muy reñida. Yo espero, como elector, escuchar propuestas nuevas, que despierten en mí la esperanza de que el deterioro puede detenerse y revertirse.

Lo más original que he escuchado hasta ahora ha sido la propuesta del Ingreso Básico Universal. No es una idea nueva (en nuestro país Gabriel Zaid la formuló en noviembre de 1973 en la revista Plural). Sin duda alguna es una idea poderosa. En primer lugar, y esto es algo central, permite erradicar el hambre. Además mitiga la pobreza, reduce la desigualda­d y termina de una vez por todas con el clientelis­mo político (es decir, con el instrument­o del que viven el PRI, el PRD y Morena). Cita Zaid a Mcclelland: “Lo esencial es que el hombre pueda creer en sí mismo como originador o agente de cambios, como alguien que puede resolver problemas eficazment­e por su cuenta”. Es, en este sentido, una propuesta profundame­nte liberal que plantea que la gente reciba dinero (todos los mexicanos a partes iguales por el sólo hecho de serlo) para que lo gaste, invierta o ahorre de la manera en que lo crea convenient­e, y no al modo en que el Estado se lo imponga.

No es, como lo repiten con ingenuidad ciertos comentaris­tas, una propuesta populista. Todo lo contrario. El populista otorga recursos o servicios (los que él cree necesarios) a cambio de obediencia. Con el reparto en efectivo universal se termina la discrecion­alidad. Todos reciben: los ricos y los pobres. Con una diferencia enorme: los ricos reciben mucho menos de lo que aportan y los pobres mucho más. Una auténtica reforma redistribu­tiva.

La propuesta del Ingreso Básico es del Frente (híbrido del PAN y el PRD). José Antonio Meade, precandida­to del PRI, en entrevista con El Financiero sentenció que la propuesta “refleja una falta brutal de comprensió­n de las finanzas públicas, o si se entiende de finanzas públicas, es un intento real de engañar”. En verdad hace falta muy poca vergüenza para hacer una afirmación semejante. Meade ha sido dos veces Secretario de Hacienda (en el gobierno de Calderón y en el de Peña). Presume de finanzas sanas. Finanzas sanas en un país donde la mitad de la población está sumida en la pobreza. Finanzas sanas que sirven sólo a la mitad del país desarrolla­do. Eso es lo que yo llamo tener “una falta brutal de comprensió­n” del país en el que vive.

La propuesta tiene antecedent­es remotos: los emperadore­s romanos entregaban raciones de trigo a la plebe. En el siglo XVI Luis Vives propuso que los municipios se encargaran de alimentar directamen­te a los pobres y el Marqués de Condorcet, durante la Ilustració­n, escribió sobre la seguridad social universal. En el siglo XX han sido partidario­s de esta idea Bertrand Russell y el ministro laborista inglés Clement Atlee.

Ricardo Anaya la presentó recienteme­nte como la propuesta central del Frente. La exposición que hizo de esta idea, como correspond­e a un político en campaña, fue muy pobre. Una presentaci­ón esquemátic­a, sin matices. Quien quiera ahondar más sobre esta idea puede leer el ensa- yo “Repartir en efectivo” de Gabriel Zaid (en El progreso improducti­vo, Random House) y el muy reciente Ingreso básico, una propuesta radical para una sociedad libre y una economía sensata, de Phillipe van Parijs y Yannick Vanderborg­ht (Grano de sal, 2017).

A grandes rasgos la propuesta consiste en reunir una gran bolsa presupuest­al (compuesta del 5% del IVA recaudado y del ahorro obtenido por la supresión de muchos de los más de 6,500 programas sociales, asistencia­les y clientelis­tas) y repartir “a partes iguales entre todos los ciudadanos el ahorro obtenido, depositand­o en sus cuentas de ahorro (...) sería redistribu­tivo; pondría el ahorro en manos de los ciudadanos, que lo cuidarían, no de los burócratas, que han destruido el ahorro social; y, finalmente, es justo. La mecánica de transferen­cia puede ser muy sencilla, por medio del padrón electoral” (Gabriel Zaid).

Debo decir que la propuesta que presentó Ricardo Anaya es insuficien­te. Inyectar una gran cantidad de dinero a la economía puede tener un gran efecto inflaciona­rio y hacer que resulte peor el remedio que la enfermedad. Es por eso imprescind­ible que ese reparto se realice acompañado de lo que Zaid ha llamado “oferta pertinente” para la población pobre. Esto consiste en ofrecer una variedad de productos que puedan elevar la productivi­dad de las familias necesitada­s: máquinas de coser, bicicletas arregladas para dar servicios, equipo para mejorar la siembra, etcétera. Zaid: “Sextuplica­r el ingreso de la población más pobre no serviría de mucho sin una oferta de cosas adicionale­s, oportunas y pertinente­s que comprar. Si no va a haber más que lo mismo, tener seis veces más dinero sextuplica­rá los precios de lo mismo.”

Se trata, en suma, de transforma­r de raíz la organizaci­ón nacional. Pasar de ser un país de gobierno paternalis­ta con una población pobre atada al clientelis­mo, a un país sin hambre. Un país de mujeres y hombres libres de decidir por ellos mismos sin depender del gobierno en turno. Es decir, un país muy distinto al que habitamos. Se necesita una nueva visión de futuro. Esta es una oportunida­d.

Opine usted: @Fernandogr

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