Seguridad Interior: ¿Jekyll o Hyde?
Sor Juana Inés de la Cruz
Las reacciones tras la aprobación de la Ley de Seguridad Interior en el Congreso de la Unión, centradas en la argumentación de que se militariza al país y que se abre la puerta a la violación de los derechos humanos, hacen gala de una exposición mediática, pocas veces vista, que ubica a las Fuerzas Armadas en una posición dual y paradójica con el consecuente impacto en imagen pública.
Y es que, por una parte, los mismos actores que rechazan su participación en tareas de policía, adulan las virtudes de los institutos castrenses como garantes de la soberanía nacional y sus labores humanitarias. Los mismos que se oponen a que se regule su actuación normativamente en funciones que les son marginales, piden que vuelvan a los cuarteles, pero de a poquito.
“Si con ansia sin igual solicitáis su desdén –reflexionó la décima musa– ¿Cómo queréis que obren bien si las incitáis al mal?
“Con el favor y el desdén, tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos si os quieren bien”.
Las expresiones por parte de los opositores a la medida legislativa son, en su mayoría, frágiles en profundidad, pero robustas en énfasis y difusión, lo que les otorga una ventaja mediática sobre la débil socialización institucional que pudo haber gozado de un abundante y sólido sustento ante la realidad del país y la exigencia ciudadana.
Por lo pronto, las disquisiciones sobre el tema hacen pensar en el instituto armado como algo muy similar a aquella figura del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Stevenson, tal como si de día fuera uno bueno y de noche algo monstruoso, dejando de lado la institucionalidad y disciplina que, cotidiana y elogiosamente, los mismos antagonistas les acreditan.
“¿Pues cómo ha de estar templada, la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata ofende y la que es fácil enfada?”
Felices fiestas.