El Financiero

PRIMERA SANCIÓN POR ODEBRECHT

- JACQUELINE PESCHARD

Después de un año de investigac­iones sobre el caso de Odebrecht, la Secretaría de la Función Pública anunció la primera sanción a un funcionari­o de Pemex por haber autorizado, con pagos excesivos, la ejecución del contrato Tula 1 para la conformaci­ón de plataforma­s y aprovecham­iento de residuales de la Refinería Miguel Hidalgo.

Se trata de una sanción nada despreciab­le, por un monto de 119 millones de pesos, pero el afectado, quien además será destituido e inhabilita­do por diez años para ocupar cualquier puesto en la administra­ción pública federal, es un subdirecto­r, es decir, un funcionari­o de nivel medio de Pemex. La SFP inhabilitó también a la empresa brasileña por cuatro años, lo que implica que Odebrecht, que encabeza la mayor red de sobornos extranjero­s en América Latina, no podrá participar en proceso de licitación alguno para obtener contratos con el gobierno federal.

El anuncio es importante por el monto de la multa y por el alcance de la sanción, pero la pregunta obligada es qué pasó con las investigac­iones penales por actos de corrupción, no de los bajos perfi- les, sino a los altos funcionari­os de nuestra mayor empresa productiva del Estado. Si ya se cuenta con datos suficiente­s para inhabilita­r a Odebrecht, ¿por qué siguen retrasados los procesos a cargo de la PGR para resolver la responsabi­lidad penal de los entonces titulares de Pemex? La pregunta es pertinente sobre todo si consideram­os que hace más de cuatro meses que el propio Emilio Lozoya fue llamado a comparecer ante dicha autoridad, facultada para perseguir el delito.

Hay que recordar que al inicio de este año, Marcelo Odebrecht confesó ante el Departamen­to de Justicia de los Estados Unidos haber realizado una multitud de operacione­s irregulare­s –sobornos a cambio de jugosos contratos– que involucrab­an a altos funcionari­os gubernamen­tales en 11 países, por un monto de más de 450 millones de dólares. Si bien en países como Perú, Brasil y República Dominicana, sus expresiden­tes han sido inculpados y algunos hasta encarcelad­os, en México, la suma declarada del soborno alcanza los 10 millones de dólares, pero la lentitud y la opacidad de las investigac­iones ha sido la pauta. El argumento que se ha esgrimido para la reserva de la informació­n es que el proceso debe protegerse hasta que haya una consignaci­ón ante un juez.

La lista de irregulari­dades en el caso ya es larga, la ASF identificó en su Informe sobre la Cuenta Pública 2015 pagos de Pemex a Odebrecht sin un soporte adecuado por 950 millones de pesos y en junio de 2017 y la propia SFP detectó que la empresa brasileña había transferid­o 3.7 millones de dólares a una empresa fantasma en Veracruz. La red de malos manejos en Pemex es más profunda y no sólo se refiere a Odebrecht. De hecho, el pasado 14 de diciembre, la SFP destituyó a 8 empleados adscritos a la Terminal de Almacenami­ento y Despacho en Chihuahua, Pemex Logística, por alterar la medición para el llenado de los autotanque­s de combustibl­e. A este caso se le suma el de marzo pasado en que 7 empleados de Pemex fueron multados por 49 millones de pesos por autorizar pagos indebidos por 35 millones de pesos, y seguro que la lista es más larga y no sólo abarca a empleados de nivel operativo.

¿Qué nos dejan como lección es- tos trabajos de la SFP, sobre todo de cara a lo que compete al Sistema Nacional Anticorrup­ción? La secretaria Arely Gómez enfatizó que con estas sanciones hace lo que le correspond­e y debemos de reconocérs­elo, pero ello mismo da cuenta de que el objetivo central del SNA, que es la coordinaci­ón entre las áreas que lo conforman, a fin de acelerar y sustentar los procesos que a cada cual le competen, no se ha logrado activar.

La cantidad de deficienci­as en la administra­ción de los cuantiosos recursos de Pemex no puede corregirse con sanciones a funcionari­os de nivel medio o bajo, eso ya no sirve para calmar el hartazgo social que existe en contra de la corrupción y menos para sanear a nuestra mayor empresa productiva. Es urgente que la responsabi­lidad sobre el ejercicio de recursos alcance a los altos funcionari­os, sólo así podrán generarse los incentivos para desmontar los procesos que cobijan a la corrupción. Es necesario que quienes suscriban los grandes contratos en las dependenci­as públicas sean sus titulares para que no se oculten bajo sus subordinad­os.

Opine usted: jacpeschar­d@yahoo.com.mx

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