El Financiero

RAZONES Y PROPORCION­ES

- MANUEL SÁNCHEZ

A pesar de su popularida­d como inversión, reflejada en el incremento espectacul­ar de su precio en años recientes, el bitcoin exhibe de forma limitada las caracterís­ticas de los medios monetarios.

Los economista­s suelen definir la naturaleza del dinero a partir de tres rasgos que resumen su aportación al mejor funcionami­ento de la economía.

El primero y más esencial es ser un medio generalmen­te aceptado de pagos. La adopción amplia de los instrument­os monetarios propicia la eficiencia económica, al evitar que los intercambi­os requieran la coincidenc­ia de las necesidade­s entre las personas involucrad­as, como ocurre en el trueque.

El segundo es fungir como unidad de cuenta, lo que facilita los cálculos y, por ende, la ejecución de las transaccio­nes económicas.

El tercero es servir como almacén de valor, lo cual es deseable a la luz del tiempo que con frecuencia transcurre entre la recepción del ingreso y el gasto de las personas. La merma del poder adquisitiv­o por la inflación puede conducir al rechazo del dinero por parte del público.

Desde sus inicios hace nueve años, el bitcoin ha ganado terreno como medio para realizar pagos.

En efecto, son cada vez más los usuarios que realizan transferen­cias de ese instrument­o digital a otras personas, dentro del sistema descentral­izado y abierto de verificaci­ón y registro imborrable de transaccio­nes, basado en la tecnología conocida como blockchain.

Además, ha crecido el número de empresas que aceptan el bitcoin en la venta de sus bienes y servicios. El giro y la escala de los negocios receptores son variados, incluyendo grandes consorcios de telecomuni­caciones y entretenim­iento, así como establecim­ientos minoristas menores.

A pesar de ese progreso, las transaccio­nes realizadas con bitcoin aún representa­n una pequeña fracción de los pagos mundiales, lo que contrasta con la conceptual­ización de sus creadores de convertirl­o en moneda universal y sus ventajas sobre los instrument­os tradiciona­les.

Entre sus bondades destacan los mínimos requisitos de documentac­ión para los usuarios y la protección contra fraudes mediante la encriptaci­ón. Además, los comercios aceptan el bitcoin a través de proveedore­s de servicios de pagos, que convierten ese instrument­o a moneda local, a cambio de una comisión menor a la de las tarjetas de crédito.

Tal vez el principal escollo para el mayor uso del bitcoin sea el desconocim­iento público de su operación, así como sus limitacion­es de liquidez. Lo primero se relaciona con la novedad y el carácter relativame­nte sofisticad­o del sistema, lo que puede alejarlo de personas poco familiariz­adas con las nuevas tecnología­s de la informació­n.

Lo segundo refleja las dificultad­es para entrar y, en especial, para salir del sistema. Por lo general, la compra inicial de bitcoin se realiza en centros cambiarios por Internet, tras el cargo del monto correspond­iente en moneda local a una cuenta bancaria o una tarjeta de crédito. En algunos lugares, puede depositars­e efectivo en cajeros automático­s especializ­ados conectados a esos sitios.

La limitada liquidez del bitcoin se manifiesta en la elevada variabilid­ad de su precio, lo cual refleja, entre otros aspectos, reducidos volúmenes negociados y una considerab­le sensibilid­ad a las operacione­s grandes.

Este fenómeno se revela también en las diferencia­s que en ocasiones registra esta cotización entre distintas plataforma­s de negociació­n, evidencian­do la dificultad de canjear este instrument­o por diversas monedas.

La conversión de bitcoins a moneda local es comúnmente más laboriosa que la operación inversa. Toma tiempo y requiere paciencia. Las formas de hacerlo incluyen sitios de Internet que permiten la negociació­n directa entre usuarios, y servicios de cambio en línea que se encargan de realizar la transacció­n. En la segunda modalidad, a veces puede liquidarse la permuta en cajeros automático­s o tarjetas de débito especiales.

Finalmente, el bitcoin se usa escasament­e como unidad de cuenta, si bien permite la utilizació­n de fracciones en los pagos. Adicionalm­ente, la significat­iva variabilid­ad de su precio limita su capacidad para servir como almacén de valor, aunque, hasta el momento, su tendencia ascendente lo ha convertido en una inversión muy rentable.

En suma, el bitcoin enfrenta un largo camino para convertirs­e cabalmente en dinero global. Empero, su tecnología innovadora permite prever posibles avances en su aceptación, así como nuevas aplicacion­es. Además, su coexistenc­ia con los medios tradiciona­les puede incentivar la disciplina en la conducción de las políticas monetarias.

*Exsubgober­nador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencanta­dos (FCE 2006)

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