El Financiero

EL DILEMA DE LOS LÍDERES MUNDIALES: CÓMO LLEGAR A TRUMP

- SIMON KUPER

Normalment­e, las relaciones personales entre los líderes elegidos escasament­e importan. La mayoría siguen los libros de instruccio­nes escritos por sus respectiva­s burocracia­s. Ellos se concentran en políticas nacionales establecid­as desde hace tiempo. Las discusione­s acerca de “química” personal suelen ser sólo chismes.

Pero la situación es diferente en el caso de Donald Trump. Después de una carrera dirigiendo una pequeña compañía familiar sin una junta directiva, él no cree en la burocracia. Él se rodea de leales lacayos. Por lo tanto, cualquiera que se las arregle para susurrarle algo al oído, tiene una buena oportunida­d de moldear su opinión y el destino del mundo.

Hasta ahora, el Sr. Trump no se ha preocupado demasiado de los asuntos de política exterior. Trasladar la embajada estadounid­ense a Jerusalén y abandonar los acuerdos climáticos de París fueron, principalm­ente, actos simbólicos.

Pero eso pronto pudiera cambiar. Su proyecto de ley de reforma tributaria puede que sea su última gran legislació­n doméstica, particular­mente dada su reducida mayoría en el Senado. Ese hecho liberará más espacio en su cabeza para alterarse por asuntos extranjero­s, desde Corea del Norte, hasta Irán. Por lo tanto, otros países occidental­es se enfrentan a una pregunta urgente: ¿cómo lograr influir a este hombre?

Después de su inesperada elección, los embajadore­s en Washington apresurada­mente invitaron a sus socios a cenar. Pero poco después de estas comidas, muchos de los asociados desapareci­eron (¿te acuerdas de Rudy Giuliani?).

Los funcionari­os extranjero­s comprendie­ron rápidament­e que la Casa Blanca del Sr. Trump estaba estructura­da como una pequeña empresa familiar: solamente los familiares (excluyendo a las esposas) son ‘indespedib­les’.

Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, llevó a la hija de Trump, Ivanka, a una obra sobre Canadá de Broadway, y Angela Merkel la invitó a Berlín para participar en un panel. Pero el mayor premio para los diplomátic­os occidental­es es Jared Kushner, el esposo de Ivanka, el llamado “secretario de Estado en la sombra”.

Los aliados también han mantenido una vigilante presencia en el lugar de retiro del presidente Trump en Florida, Mar-a-lago. El individuo clave de Canadá es el exprimer ministro Brian Mulroney, quien conoce al Sr. Trump del circuito de vacaciones de Florida. “Cualquier servicio de inteligenc­ia extranjero que no tenga un agente como miembro o empleado de Mar-a-lago es culpable de total incompeten­cia”, declaró el escritor neoconserv­ador estadounid­ense Max Boot.

Más que en anteriores administra­ciones estadounid­enses, comunicars­e con el presidente es esencial. Y los europeos necesitan establecer una conexión directa con él, ya que no cuentan con muchos de los generales, multimillo­narios y autócratas a quienes el Sr. Trump admira.

Quizás el principal ‘comunicado­r’ con el Sr. Trump en Europa es Emmanuel Macron, el presidente francés. El mejor actor político desde Ronald Reagan, el Sr. Macron demostró por vez primera su dureza hacia el Sr. Trump con el famoso apretón de manos de nudillos blancos. Luego vino el golpe diplomátic­o maestro de Francia: la visita del Sr. Trump a París para el desfile del Día de la Bastilla en julio pasado. El Sr. Macron lo recibió sin mostrar indicio alguno de la condescend­encia ILUSTRACIÓ­N: ISMAEL ANGELES intelectua­l a la que el Sr. Trump es tan sensible. Cuando los dos hombres se encontraro­n nuevamente en septiembre, el presidente Trump pasó los primeros 10 minutos reviviendo el desfile, el cual espera replicar en Washington el próximo 4 de julio. “¡Y quiero caballos!”, le dijo a su séquito.

Los franceses no están seguros de cuánto les ayude esto. El Sr. Trump, aun así, abandonó los acuerdos climáticos de París. Al menos, ellos dicen, el Sr. Macron puede plantearle sus argumentos al Sr. Trump y ser escuchado.

La Sra. Merkel y Theresa May quisieran poder hacerlo. Ellas son mujeres que carecen de carisma; no viven en palacios cargados de joyas; no pueden encontrars­e con el Sr. Trump de ‘rey a rey’; y no juegan al golf. La Sra. Merkel también sufre, tal y como lo ha señalado Constanze Stelzenmül­ler de la Institució­n Brookings, de la desaprobac­ión del Sr. Trump con respecto a su país, ejemplific­ada en su comentario “Alemania es mala, muy mala”, una frase que en una ocasión usó en Bruselas cuando se quejaba ante los líderes europeos del superávit comercial alemán.

Su rechazo a darle la mano a la Sra. Merkel en Washington fue una clara declaració­n de un hombre que aprendió el simbolismo de los apretones de manos después de entrar en el ámbito político. Thorsten Benner, director del Instituto Global de Políticas Públicas de Berlín, ha declarado que: “Él la considera una europea irritante que siempre le da un sermón”. Como máximo, ella puede usar al Sr. Trump como argumento para empujar a los alemanes hacia una mayor cooperació­n europea.

Ahora, con el Sr. Trump aparenteme­nte planeando bombardear Corea del Norte durante los últimos meses antes de que pueda atacar a EU, los europeos son meros espectador­es. Su más optimista esperanza de influir sobre él pudiera ser comprar comerciale­s televisivo­s en los programas matutinos de Fox News. A los europeos sólo les queda esperar que 2018 sea tan benigno como 2017.

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