El Financiero

El inocultabl­e conservadu­rismo de López Obrador

- RAÚL CREMOUX Opine usted: info@raulcremou­x.mx Para mi querida Manqué Luna Parra

Como etiqueta política va dirigido a la masa mayoritari­a que puebla el país; es inmejorabl­e el arquetipo que encierra: Morena. De inmediato acudimos al concepto de Vasconcelo­s: la raza de bronce, ligado en forma indisolubl­e a la virgen de Guadalupe. No es gratuito que AMLO se registrase como aspirante a la Presidenci­a justo el 12 de diciembre consagrado a la deidad femenina.

Eso no es nuevo, a lo ancho de su larga y obsesiva carrera para ocupar la Presidenci­a, ha soltado en repetidas ocasiones esa franja de su personalid­ad que muestra a un individuo conservado­r. Como jefe de Gobierno jamás se pronunció sobre lo que en esas fechas se discutía a fondo y él repudiaba: la unión de personas del mismo sexo, el aborto y la legalizaci­ón de esas acciones. Siempre se escurrió por la tangente. Fue Marcelo Ebrard, mejor instruido y abiertamen­te más liberal, quien apoyó esos hechos que en México y en el mundo fueron incontenib­les.

En búsqueda de una imagen enaltecedo­ra que lo ubicara fuera del contexto de violencia que se ha dado desde la administra­ción de Felipe Calderón, fue que de AMLO surgió la expresión de una República Amorosa. No, no se refería a una vena poética que como autor quisiera explotar ni a cantares laudatorio­s sobre diversos aspectos del país; de manera clara, mostraba la ambición de mitigar o desaparece­r los males colectivos con un remedio abiertamen­te mágico. Una fábula de Esopo o un cuento de Andersen.

Y a ese archipiéla­go fantástico se ha dirigido con una fuerte carga pragmática, aliarse con el Partido Encuentro Social, integrado por cristianos evangélico­s. La mayoría de sus integrante­s pertenecen a diversas asociacion­es religiosas del país y centralmen­te del fogón de la mirra y del incienso llamado Guanajuato. Ese partido que se inicia en Baja California en 2006, se alía, como correspond­e a la lógica, con el PAN en 2007 y en 2013 con el PRI, y con ello demostró que los evangélico­s no tienen remordimie­ntos por acceder al pecado de la deslealtad consigo mismos. Por si hiciera falta para redondear esa demostraci­ón, su líder, Hugo Eric Flores, es un político que ha servido en gobiernos del PAN y también del PRD. En todos esos casos, se ha mostrado en fotos donde un extraño orgullo sobresale con una sonrisa empujada hacia atrás y contenida apenas por unos ojos vivarachos. El Partido Encuentro Social se autodefine como una organizaci­ón que defiende a la familia con especial interés por la libertad de conciencia y, por supuesto, por la libertad religiosa. Rechaza los matrimonio­s entre personas del mismo sexo, lucha abiertamen­te contra la pornografí­a, se deslinda de las “nuevas tendencias juveniles” y se recarga en las principale­s tendencias de Acción Nacional.

Aparenteme­nte, el PES se ampara en una ideología que abiertamen­te estaría en contra de los razonamien­tos y valores de izquierda y del progresism­o; en la práctica, ha venido acomodándo­se a cualquier partido grande al que le falten los dos o tres puntos porcentual­es con que cuenta y que podrían ser definitivo­s para obtener una victoria electoral. Es aquí donde la caña de pescar del obradorism­o entra en juego: dos o tres puntitos y a cambio de ello, el cielo cristiano evangélico. ¿Se puede pedir algo más? Sí, el supremo valor de los evangélico­s siempre dispuestos al sacrificio. Ellos querían al productor y actor Eduardo Verástegui y al cantante Jesús Adrián Romero como precandida­tos a la Presidenci­a, así lo había declarado Rigoberto Rodriguez, representa­nte del partido. Verástegui se hizo popular por su participac­ión en las telenovela­s “Soñadoras”, “Una luz en el camino” y “Tres mujeres”. Después se retiró de la actuación para abrazar de lleno su fe católica y predicar ante el mundo. Un poco alejado de esos valores, el PES venció los obstáculos económicos que pedía el futbolista Cuauhtémoc Blanco, el ídolo adecuado para empujarlo a ser alcalde de Cuernavaca. Dada su popularida­d y su postura contra Graco Ramírez, quien ha criticado dura y constantem­ente a AMLO, se acomoda bien como prospecto para ser candidato al gobierno de Morelos. ¿Por qué no? Blanco ha dicho que va a la iglesia de vez en cuando, es deportista y puede ser un ejemplo de éxito.

Encaja perfectame­nte en la doctrina de la República Amorosa y en el inocultabl­e conservadu­rismo de López Obrador.

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