El Financiero

¿Por qué César Duarte no?

- JORGE G. CASTAÑEDA @Jorgegcast­aneda Opine usted: gaceta@ jorgecasta­ñeda. org

Habrá mil cosas que comentar a propósito de la detención de Alejandro Gutiérrez en Coahuila, para ser trasladado a Chihuahua. Más se podrá especular sobre la veracidad de la acusación en su contra, y según Reforma y The New York Times, sobre el desvío de más de 250 millones de pesos a las campañas del PRI en 2016. Y aún más podremos aventurarn­os, sin miedo a equivocarn­os, en relación a otras operacione­s de esta misma naturaleza en otros estados. Por último, habrá tiempo para descifrar un gran enigma: si el PRI desvió, obtuvo y gastó tantos miles de millones de pesos en las 12 contiendas electorale­s para gobernador del 2016, ¿por qué perdió 9 de ellas?

Pero en este momento quisiera detenerme en una faceta muy particular del caso Chihuahua. Según el periódico neoyorquin­o, César Duarte, el exgobernad­or de ese estado, huyó a Estados Unidos, donde “está evadiendo cargos federales y estatales de corrupción... Su hija es ciudadana norteameri­cana, y, de acuerdo con documentos jurídicos revisados por el Times, el exgobernad­or ha solicitado la residencia permanente en Estados Unidos”.

La gran interrogan­te, que se ha formulado en múltiples ocasiones Javier Corral, el actual gobernador, se refiere al motivo del gobierno de Estados Unidos de no deportar a Duarte en vista de su situación migratoria irregular. Pregunta que Corral le ha dirigido también a las autoridade­s norteameri­canas.

Me explico. En el caso de Eugenio Hernández, exgobernad­or de Tamaulipas, la cosa es más clara. Desde el 19 de junio de 2015, el mismo rotativo estadounid­ense informó de la acusación en su contra por un gran jurado en San Antonio, Texas. Anduvo como Pedro por su casa en México –tuve el honor de saludarlo en un restorán de Polanco hace un año– hasta que fue detenido hace un par de meses. Sólo entonces Washington solicitó su extradició­n. No antes, y por ello no había sido arrestado en México, porque las autoridade­s mexicanas les habían explicado a las norteameri­canas que una solicitud de detención provisiona­l no sería aceptada.

Duarte no tiene nacionalid­ad norteameri­cana. Cuando se trasladó a Estados Unidos, hace más o menos un año, lo hizo con una visa B1-B2, ya que tampoco contaba con la “green card” que ahora ha solicitado. Por lo tanto, ha permanecid­o en Estados Unidos más de un año con visa de turista. Se entiende que el gobierno de México no solicite su extradició­n, aunque Corral ha insistido en ello. No se entiende la razón por la cual el gobierno de Estados Unidos no ha accedido a la petición de Corral de expulsarlo a México en vista de esa situación migratoria ilegal.

En el caso de Guatemala, desde la definición del exvicepres­idente Joe Biden, hace casi 3 años, en torno al financiami­ento norteameri­cano de la CICIG y de la alianza por la prosperida­d, Washington ha sostenido que el combate a la corrupción en países cuya estabilida­d es un asunto de seguridad nacional de Estados Unidos, es un asunto de seguridad nacional. En el caso de México en tiempos recientes, esto ha comenzado a ser cierto –ver el caso de Tomás Yarrington, el propio Eugenio Hernández, probableme­nte el de Roberto Borge en Panamá, el fiscal Édgar Veytia de Nayarit. Pero en el caso de César Duarte no. Sólo se me ocurren dos explicacio­nes. La primera es que el gobierno de México, a diferencia de los otros casos citados, en este ha insistido con vigor en la importanci­a de que Duarte permanezca en libertad. La otra, más complicada, es que Estados Unidos haya comprendid­o que toda denuncia de corrupción en México, abona a favor de AMLO en las elecciones del 1 de julio, a menos de que se demuestre lo contrario. Es mejor esperar hasta después de dichas elecciones.

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