LAS ENCUESTAS
Las encuestas en 2018 serán una gran herramienta para documentar las preferencias del electorado y cómo estas podrían ir cambiando ante la información que fluya durante las campañas políticas.
La metodología de encuestas nos permite agregar las opiniones de varios electores que son seleccionados probabilísticamente en una muestra, por lo regular de entre mil y mil quinientas personas, y con base a ello tener una muy buena idea de cómo se distribuyen las preferencias entre el electorado en su conjunto.
Para algunos lectores, resulta difícil imaginar que con una muestra de solamente mil personas podemos conocer, con un alto nivel de confianza, lo que opinan los 86 millones de electores registrados en la lista nominal. Pero así es. Y esa es una de las grandes virtudes de las encuestas con bases científicas.
Como ya hemos discutido en este espacio, en 2018 habrá diversos ejercicios tipo encuesta que darán datos y porcentajes sobre preferencias políticas, como los ejercicios de recopilación de opiniones entre audiencias, incluidas las encuestuits. A ellos habrá que sumarles otro tipo de ejercicios que se basan en recopilaciones de encuestas que tienden a reportar promedios de resultados como un indicador adicional, las mal llamadas encuesta de encuestas o poll of polls.1
Por supuesto, las encuestas con bases científicas tienen grandes ventajas técnicas y una mayor credibilidad que los ejercicios de opinión de audiencias, y eso ya es mucho qué decir, ya que las encuestas han venido bajando en credibilidad cada vez que fallan en prever con exactitud los resultados de las elecciones.
Pero, además de la virtud de agregación y de poder estimar lo que piensa, opina y siente el electorado en un momento dado, las encuestas tienen también otra gran virtud que podría ser de gran utilidad para entender mejor nuestros razonamientos y decisiones rumbo al 1 de julio: desagregar al electorado en subgrupos políticamente relevantes.
Si cuentan con un número suficiente de entrevistas, las encuestas nos permiten desagregar resultados entre hombres y mujeres o saber qué opinan los
millennials, así como desagregar las preferencias de electores religiosos y no religiosos, de izquierda o de derecha, conservadores o progresistas, promercado o estatistas, partidistas y no partidistas. El tema es identificar qué subgrupos, como los mencionados u otros, podrían resultar de interés en el proceso electoral: clases medias, electores con hijos menores, o incluso ninis, por mencionar algunos.
Esta virtud de desagregación de las encuestas difícilmente la vamos a ver en otros ejercicios, así que los encuestadores convencionales, tanto los de las encuestadoras establecidas como los new kids in the block, puedan contribuir con información valiosa y útil para documentar las preferencias del electorado y sus subgrupos.
Identificar y entender a subgrupos específicos será una noble tarea de la profesión encuestadora. Y creo que el reto es salirse del pensamiento tradicional, que se limita a ver al electorado como los subconjuntos de decididos e indecisos, de leales y switchers, de votantes y abstencionistas. Creo que la oportunidad para ir más allá está más que abierta.
Para quienes hacen encuestas serias, con muestreo probabilístico, con cuestionarios bien estructurados y con entrevistas realizadas por encuestadores bien capacitados y supervisados, no habrá competencia de parte de otros ejercicios de recopilación de opiniones de audiencias. Y si además desagregan sus muestras en subgrupos políticamente relevantes, también dejarán muy atrás a las recolecciones de datos, los poll of polls.
Bueno, coincido, la carrera de caballos seguirá siendo la parte más noticiosa e impactante de las encuestas. Pero la desagregación por subgrupos podría ser la más útil, la más valiosa y la que más nos ayude a entender lo que suceda el próximo año.
Por lo pronto, muy felices fiestas navideñas