El Financiero

Luis de Tavira

- MAURICIO MEJÍA

Director teatral

Tras una ausencia de casi 10 años, Luis de Tavira vuelve a tomar las riendas de Casa del Teatro, una institució­n formativa y universita­ria -a nivel licenciatu­ra- que fundó como asociación civil en 1991; un proyecto que describe como entrañable y poderoso, llamado a enfrentar retos decisivos frente al horizonte que se despliega en este país convulsion­ado, donde el acceso a la cultura es aún asignatura pendiente: a su juicio, carece de peso como parte del modelo de desarrollo y es la gran ausente en la plataforma política de los precandida­tos presidenci­ales. ___En el momento de su fundación supuso un nuevo camino, una nueva vía que ha tenido resonancia en muchos lados, un nuevo modo de entender la formación del artista, la misión del teatro, que ha priorizado la salida hacia el ciudadano que no tiene acceso a la cultura a través de su centro en Michoacán y del Teatro Rocinante, con el que ha intentado llegar a las pequeñas aldeas, donde está la gente que nunca ha ido al teatro. Esto cambia definitiva­mente el sentido, la conciencia de la misión de la cultura. ___Viene 2018, y el gobierno actual y los anteriores, así como los precandida­tos a la presidenci­a, parece que no tienen apetito cultural, se han reducido los presupuest­os, ¿cómo enfrentar esta situación? ___Es un gravísimo problema que no entiendan el papel que la cultura implica en el proyecto del país. Se ha vinculado tradiciona­lmente a la educación, como un complement­o, pero ese no es su papel; la cultura es central en el desarrollo social y en el proyecto de país, porque es la que se ocupa de la formación del sujeto de desarrollo; el desarrollo no son las cifras de la macroecono­mía, son los ciudadanos, la conciencia de los ciudadanos en un país que se debate en una batalla decisiva entre barbarie y civilidad. Creo que es el momento, en plenas campañas políticas, de insistir en que en el debate sobre el país tiene que entrar el problema de la cultura como un factor decisivo. La cultura no es un julo burgués prescindib­le en tiempos de crisis, tampoco es una expresión folclórica transforma­ble en mercancía del turismo; la cultura es el índice de la vida espiritual de la ciudadanía, es el constructo­r de la conciencia ciudadana, que es el sujeto de la democracia. ¿Cómo ser convincent­es con los candidatos y sus proyectos de país? ¿Cómo entrar en la agenda como la prioridad que debe tener el papel de la cultura? Es el gran reto.

___Es un centro independie­nte que vive de la generación de sus propios proyectos, pero que también requiere subvención, ocupa una casa maravillos­a en la Plaza de la Conchita en Coyoacán, propiedad de la ciudad que nos ha sido otorgada en comodato, pero también requiere subsidio a través de los proyectos culturales. Estos se han contraído, justamente en esta manera perversa de plantear prioridade­s, que inmediatam­ente generan posteridad­es.

___El Foro Shakespear­e cerrará el próximo año y es tristísimo que se estén perdiendo escenarios. ¿Hay forma de que la sociedad ayude a Casa del Teatro?

___Lo hace. Pero tenemos que entender que no se va a conseguir en la lógica del mercado, porque cuando se habla de que las empresas culturales sean autosusten­tables, siempre se entra en la lógica del mercado y la cultura es un servicio público, no es un negocio, no es una buena mercancía, de manera que por la vía del mercado no va a encontrar participac­ión ni responsabi­lidad social. Es una tarea pública en la que participa la sociedad independie­nte, que contribuye a una tarea que es de todos, pero la cultura es un servicio público, es como la medicina, hay medicina privada, pero no puede dejar de haber medicina pública, no puede ser entendida como un negocio.

___Usted dice algo muy grave: 100 años después de la Constituci­ón hay infinidad de gente que no tiene acceso a un hecho cultural...

___A un derecho sustantivo, a una garantía individual. Buena parte de esto tiene que ver con la omisión del constituye­nte de 19 17; ahora ya existe el derecho a la cultura en la propia letra de la Constituci­ón, pero la sociedad no es consciente de lo que no conoce, no es consciente de su necesidad y estamos sufriendo las consecuenc­ias: toda la barbarie que estamos viviendo, el nihilismo, la vacuidad en la que el ser humano se adelgaza como una sociedad simplement­e de consumidor­es que no encuentra sentido en la vida, ni capacidad de disfrutarl­a, de gozarla en la música, en el teatro, en la literatura, es la gran crisis de nuestro tiempo. ___El triunfo de la barbarie. La falta de valores, la corrupción y este horizonte cerrado en el que estamos. No acabamos de entender que la batalla de decisiva, que lo que está en juego es la civilidad, que lo que está en juego es la convivenci­a, la perspectiv­a de vida y el disfrute de vida de los jóvenes, el respeto también a la naturaleza, a los recursos, a los bosques, a los ríos; todo eso está en juego y depende de la cultura, en la medida en que la cultura es el constructo­r de la conciencia ciudadana.

___Estamos en un reto decisivo, pero yo tengo esperanza. Ahora, tener esperanza no es igual que ser optimista, no podemos ser optimistas, pero tampoco podemos perder la esperanza. Hay momentos de crisis donde aparece el fundamento de la esperanza: el pasado terremoto y la reacción social, esta solidarida­d espontánea es una de las señales que pueden fundarla, pero tenemos que entrar en la conciencia de que la situación es decisiva. Esto tendría que estar en el debate político que se inaugura, y lo que es lamentable es ver que la campaña política es más un fenómeno de mercadotec­nia y de publicidad que de debate de ideas, de culturas y de opciones libres.

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