El Financiero

La educación y el final del sexenio

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La prioridad concedida a transforma­r la educación nacional marcó el inicio de la administra­ción Peña Nieto. En el derrotero de ese cambio, el gobierno en turno se juega parte importante de cómo se escribirá su legado y su historia.

Durante 5 años, las autoridade­s educativas, el magisterio organizado, los directivos y los docentes han desplegado un sinfín de acciones en torno al proyecto a favor de una educación de calidad con equidad. Pocas veces antes, la educación había ocupado un lugar tan relevante y visible en la agenda gubernamen­tal y en el debate público.

Mucho del trabajo de las autoridade­s ha sido técnico, una parte muy grande ha sido político. Para impulsar el cambio, resultó indispensa­ble administra­r enormes y variadas resistenci­as, ofrecer incentivos para la cooperació­n, generar alianzas. Había y hubo así que echar mano de la política y esta se empleó con creces –a ratos mejor, a ratos peor– para sacar adelante la reforma.

A la fecha, se registran avances significat­ivos. Destacan entre ellos, la alta prioridad concedida al tema educativo en la agenda gubernamen­tal y el tránsito hacia un sistema basado en reglas claras para el acceso, promoción y permanenci­a en cargos docentes. El nuevo sistema dista mucho de ser perfecto (en particular, en materia de evaluación del desempeño). Con todo, la instalació­n de criterios transparen­tes y parejos orientados a distinguir entre los que cuentan o no con la capacidad para ocuparse de las tareas educativas, ofrece un mejor método para selecciona­r a personas interesada­s en realizar esas tareas que el viejo entramado clientelar y discrecion­al que tendía a premiar la disciplina y la lealtad sindical por sobre la capacidad docente.

Otro avance importante ha sido la formulació­n de un nuevo mapa para la educación nacional. El “nuevo modelo educativo” explicita el destino buscado (ciudadanos libres y creativos), renueva contenidos y métodos pedagógi- cos, y especifica otros apoyos y condicione­s requeridos para alcanzar las finalidade­s propuestas. En lo estrictame­nte educativo, el nuevo modelo plantea novedades valiosas: énfasis en aprendizaj­es clave en sustitució­n del viejo esquema enciclopéd­ico, involucram­iento activo de los alumnos en sus aprendizaj­es, e incorporac­ión de un espacio para que las propias escuelas decidan parte de sus contenidos curricular­es.

No queda tiempo para que el gobierno intente aterrizar la reforma educativa en todas las aulas del país. Mal haría, por otra parte, en enfocarse en el cumplimien­to proforma de la ruta de implementa­ción y en diluir el cambio para intentar captar el voto de los maestros. Para afianzar el impulso transforma­dor y evitar que se disipe, haría falta un empujón final. Uno capaz de inspirar y, simultánea­mente, ofrecer a sus operadores en tierra herramient­as concretas para el aterrizaje del cambio.

Resultaría vital, en primerísim­o término, comunicar mejor el porqué de la reforma a los maestros en un lenguaje que los interpele de forma directa, así como dotar a docentes y directivos de guías y ejemplos concretos sobre lo que se espera de ellos (nuevas rutinas para la gestión; ejemplos vivos de una buena sesión de clase; tipos de evaluacion­es que más contribuye­n al aprendizaj­e, saberes; actitudes y habilidade­s específico­s con los que se aspira egresen de los diversos ciclos de la educación obligatori­a los estudiante­s). Sería deseable, asimismo, buscar conformar una masa crítica de docentes, autoridade­s locales y líderes sociales diversos interesado­s en impulsar una educación relevante y significat­iva. Un cambio tan amplio y complejo, mismo que tomará varios años y muchísimas voluntades requiere apóstoles y consensos que atraviesen clases, regiones, sectores y preferenci­as electorale­s. Para formar un grupo así, se requerirá un relato fuerte y conciso capaz de mover emociones, así como invertir tiempo e inteligenc­ia en su conformaci­ón.

Al gobierno de Enrique Peña Nieto le queda muy poco tiempo. Ojalá que, en materia educativa, no quede todo en libros blancos confeccion­ados a toda velocidad, en concesione­s que vulneren lo alcanzado y/o en estratagem­as puramente electorero­s.

Opine usted: @Blancahere­diar

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