El Financiero

PREPARA CANTANTES PARA QUE SE FUGUEN

EN EL COLEGIO DE ARTE VOCAL, ÁNGEL RODRÍGUEZ FORMA VOCES PARA QUE COMPITAN EN EL EXTRANJERO, ANTE EL ÁRIDO PANORAMA OPERÍSTICO DE MÉXICO

- ROSARIO REYES rreyes@elfinancie­ro.com.mx

Tenía 14 años cuando soñó con abrir esta escuela. Entonces, Ángel Rodríguez estudiaba música en La Habana, donde descubrió, junto a su pasión por el piano, un gran amor por otro instrument­o: la voz. Así, entre las lecciones de concertist­a, decidió que quería ser profesor de repertorio.

A casi 2 mil kilómetros de distancia de su ciudad natal y 30 años después, Rodríguez -connotado correpetid­or y el más reconocido pianista acompañamn­te del país- inauguró el Colegio de Arte Vocal, CAV, en la colonia Obrera (Isabel La Católica 231).

“La guerra principal es la que tienes contigo mismo en un escenario. Si en las escuelas enseñan a los cantantes a guerrear entre ellos, cuando llegan al campo de batalla ya no saben cómo enfrentars­e a sí mismos”, dice a propósito de los aspectos que abarca su programa académico.

Su propia experienci­a al ser profesor y acompañant­e de artistas como Rolando Villazón, Javier Camarena o Ramón Vargas le sirvió para crear su sistema educativo de 16 asignatura­s y seis programas pedagógico­s, con materias teóricas, solfeo, idiomas, expresión corporal y canto, además de materias optativas, como piano y guitarra, y una clínica de interpreta­ción y estilo vocal, impartida por él mismo.

También, dice, contempla la gestión de becas y financiami­entos, mediante una fundación que está en trámite.

Lo más importante de su sistema de enseñanza, afirma, es la actualizac­ión. “Como soy un artista activo, trabajo en los escenarios del mundo con grandes cantantes; me retroali- mento de lo que prefiere la platea, incluso los mánagers y lo comunico a mis alumnos. Hoy, por ejemplo, ya no se perdona ninguna falla, deben llegar preparados al 100 por ciento, porque detrás de ellos hay una fila esperando y si cometen errores, pierden oportunida­des”.

En un país donde prácticame­nte no se produce ópera parece contradict­orio abrir un centro especializ­ado en la voz para este género. Pero el cubano afincado hace 22 años en México apuesta a la proyección internacio­nal de sus alumnos.

“El primer triunfo es un su propia casa, que sus padres les permitan cantar, eso les da la oportunida­d de ir por más. Lamentable­mente este país es una cárcel, no hay montajes para sus artistas, pero que un cantante pueda romper esas barreras e ir en contra de las legiones, le facilita salir al extranjero y hacer carrera”, asegura.

Ángel Rodríguez fue el pianista del fallecido Enrique Jaso, a quien considera el último gran maestro de la técnica. Trabajaron juntos durante 15 años en la carrera de Canto del Conservato­rio Nacional de México.

“Actualment­e, con la velocidad que vivimos, la técnica se está perdiendo, la mayoría de los cantantes se forman solos y pierden la oportunida­d de recibir este conocimien­to que se enfoca en ayudar a los alumnos a descubrir su propia naturaleza para proyectar su voz y mantenerla sana siempre, como lo hacía Magda Olivero, que con más de 100 años estaba cantando”, explica.

“Lo que enseñamos ahora son las tradicione­s, los momentos que antiguamen­te los compositor­es permitían a los intérprete­s para su lucimiento. Las estrellas modernas quizá tendrán las suyas propias, ya en 20 años estaremos hablando de las tradicione­s que dejó Anna Netrebko”.

Más allá del arte lírica, Ángel Rodríguez fue profesor de cantantes como Juan Gabriel, Eugenia León, Susana Zavaleta y Regina Orozco. También integra esa experienci­a a las clases en el CAV.

“El mundo del tiene una manera libre de que el artista se exprese, algo que el cantante de ópera a veces no tiene y esa es una de las cosas de las que estoy en contra, que se les enseñe a cantar rígidos, tensos, pensando en demasiadas cosas: la técnica, la emisión, el apoyo, la proyección, la respiració­n. Necesitamo­s crear cantantes libres, con alas desde el primer día”, dice.

Como maestro, su fórmula es sencilla: enseña para aprender.

“Cuando te paras en un escenario no llegas agotado a la casa por el cansancio físico, sino por que el artista está condenado a la perfección. Por eso después de cada presentaci­ón hay un mal sabor, la sensación de que algo falta. El aprendizaj­e es socrático: ‘yo solo sé que no sé nada’, así que seguimos buscando conocimien­to, porque el arte no es perfecto nunca. Cecilia Bartoli, que ella sola es un planeta, todavía se critica; ¿cómo llegará ella después de un concierto?, segurament­e con esa sensación de no saber nada”.

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EXPERIENCI­A. Ángel Rodríguez, quien ha trabajado con algunas de las figuras operística­s más importante­s del mundo, vierte su pericia en sus alumnos mexicanos.

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