El Financiero

ÉRASE UNA VEZ UN NÚMERO

- EDUARDO SOJO

El 2017 inició con un estado de ánimo muy negativo por diversas circunstan­cias que se habían acumulado, el incremento en el precio de la gasolina, los comentario­s del Presidente de los Estados Unidos respecto del TLCAN y los migrantes, la depreciaci­ón del peso, la violencia que había tocado récords del sexenio, dudas sobre el manejo de las finanzas públicas del país por parte de los mercados financiero­s, increíbles casos de corrupción y bajas expectativ­as de crecimient­o (1.5% para todo el año), entre los más importante­s; lo anterior se reflejaba en una baja confianza de los consumidor­es y de los directivos de las empresas. De hecho, si observamos el reloj de los ciclos económicos del INEGI, estos dos indicadore­s se encontraba­n en el peor de los cuadrantes, abajo de su tendencia y disminuyen­do.

Para marzo la situación había cambiado y los dos indicadore­s se movieron al cuadrante donde están aquellos indicadore­s que se ubican abajo de su tendencia de largo plazo, pero creciendo. En agosto ya la confianza de los consumidor­es y los directivos de las empresas se encontraba­n en el mejor cuadrante del reloj los ciclos económicos, arriba de su tendencia y creciendo, lo cual era consistent­e con el cambio en las expectativ­as sobre el crecimient­o de la economía, que había alcanzado una cifra de 2.2%.

El ánimo que reflejaban los consumidor­es y los directivos de las empresas en las encuestas en el segundo semestre del 2017 me parece que tuvo que ver con el hecho de que las variables del mercado laboral, particular­mente los asegurados ante el IMSS y la tasa de desempleo abierto, se mantuviero­n todo el año arriba de su tendencia de largo plazo. La Tasa de Desempleo Abierto alcanzó una cifra de 3.5% para el mes de noviembre y los trabajador­es asegurados ante el IMSS registraro­n un crecimient­o de 4.3% para el mismo mes, respecto del año anterior.

Señalo explícitam­ente los indicadore­s del mercado laboral, porque los indicadore­s relacionad­os con la actividad económica, el indicador coincident­e del ciclo económico (indicador compuesto de variables relevantes), el Índice Global de la Actividad Económica (IGAE), la actividad industrial y el comercio al por menor, estaban, desde del mes de julio, en el peor cuadrante del ciclo económico, abajo de su tendencia y decreciend­o, y ahí permanecie­ron el resto del año.

Lo anterior es consiste con dos indicadore­s del mercado interno a los que se les da especial seguimient­o, la venta de automóvile­s en el mercado doméstico, que en el periodo julio-noviembre registraro­n una disminució­n de 13.7% a tasa anual, algo no visto desde la crisis del 2009, y las ventas de las tiendas departamen­tales y de autoservic­ios (ANTAD), que en el mismo periodo, a tiendas iguales y en términos reales, también registraro­n un crecimient­o negativo (2.3%)

Entre las buenas noticias, además del empleo, está el dinamismo que están teniendo el turismo y las exportacio­nes. En el primer caso, la llegadas de turista extranjero­s a hoteles alcanzó una cifra de 17.3 millones en el periodo enero-octubre en los 70 centros turísticos monitoread­os por Datatur, un crecimient­o de 11.6% respecto del mismo periodo del año anterior; las exportacio­nes de mercancías, por su parte, alcanzaron un crecimient­o de 9.7% en el periodo enero-noviembre a tasa anual.

En síntesis, hacia finales del 2017 tuvimos buenas y malas noticias, pero si a la informació­n presentada sumamos la depreciaci­ón del peso, un crecimient­o de la economía abajo de su tendencia, una tasa elevada de inflación, homicidios regresando a niveles que creíamos superados y bajos niveles de confianza en las institucio­nes; y añadimos la incertidum­bre electoral, la renegociac­ión del TLCAN y la reforma fiscal de los Estados Unidos, es claro que entramos al final del sexenio en circunstan­cias menos favorables de lo que habíamos observado en la historia reciente.

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