ACCESORIO DE REYES
Hacer un buen reloj lleva tiempo para perfeccionar las piezas, afinar el mecanismo y hacer de la exactitud su mejor carta de presentación. Eso ya lo sabía en el siglo XVIII Ferdinand Berthoud, conocido como el maestro relojero de los reyes de Francia. Luis XV y Luis XVI usaron sus piezas. Cientos de años después, la marca que lleva su nombre se caracteriza por la exclusividad y la innovación de sus diseños.
Al ser parte de la suiza Chopard, Karlfriedrich Scheufele, copresidente de la firma, comienza a escribir su propia historia. Él encabeza el equipo que presentó el primer modelo Chronométre FB 1, galardonado en 2016 como el mejor reloj en todas las categorías en el Grand Prix d’horlogerie de Genève, equivalente al Oscar de la relojería.
Es una pieza que se ha ido perfeccionando. En el mercado está disponible la versión más reciente, el FB 1.3, cuyo precio es de 260 mil dólares. Únicamente se vende en las boutiques de París, Londres, Ginebra, Singapur, Hong Kong, Tokio y Dubái.
“Sólo se hicieron 50 relojes. Para perfeccionar su mecanismo pasaron cuatro años de investigaciones y pruebas”, comenta sobre el modelo Vicent Lapaire, represente de la firma.
Tan sólo en hacer un reloj se pueden tardar ocho meses, pero Lapaire agrega que parte de su exclusividad radica en la calidad de los materiales, sobre todo en la precisión de su mecanismo de operación, que se caracteriza por hacer visible el corazón del reloj. Conocido como tourbillon, en este modelo da una vuelta completa por minuto.
Es una pieza de platino con cerámica, tiene carátula de plata con níquel y correa de piel de lagarto. Cada uno de la serie está numerado y se puede sumergir en agua hasta 30 metros. Sus manecillas son de oro blanco de 18 quilates y se usaron un total de mil 120 componentes para crearlo. Es una pequeña, pero poderosa máquina de precisión y un homenaje al relojero suizo en el que se inspiró.