El Financiero

Mi dosis de Fuego y furia

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¿Por qué otra columna sobre el controvert­ido y multicitad­o libro de Michael Wolff, ahora comentado por un encuestado­r?

Precisamen­te por eso, porque al leerlo lo hice bajo la óptica de la opinión pública, con el sesgo electoral que me caracteriz­a en este espacio, y por la incansable fascinació­n por las encuestas que espero compartir con mis lectores. ¿Qué papel juegan las encuestas en el libro? La verdad es que tienen una presencia casi nula, y en el mejor de los casos indirecta, a diferencia de otros libros de insiders de la Casa Blanca (pienso, por ejemplo, en Behind the Oval Office, de Dick Morris, que hacía una constante referencia a las encuestas y a los dotes demoscópic­os de Bill Clinton).

Las encuestas están casi completame­nte ausentes en el libro, que no es sobre la campaña de Trump, sino sobre los primeros meses de su administra­ción. No obstante, hay flashazos a la campaña y a temas de mensaje, mucho sobre medios de comunicaci­ón, y una que otra referencia al electorado, que vale la pena comentar, acaso para aportar más al entendimie­nto de la política en nuestro país que la de Washington o de anytown-main-street, para utilizar un lenguaje de corte wolffeano. Comparto con el lector mis impresione­s y algunas frases que subrayé del texto. La traducción es mía.

“La transforma­ción de Trump de un candidato de broma a encantador de un grupo demográfic­o descontent­o” (p.43) es una frase que describe muy bien la movilizaci­ón de apoyo entre un tipo de elector indignado o frustrado. Nos confirma que la campaña de Trump leyó muy bien sus encuestas, grupos de enfoque y demás herramient­as de análisis acerca de cómo soplaban los vientos rumbo a la nominación y, eventualme­nte, a la elección. Al grado que Hillary Clinton aún se pregunta “¿Qué pasó?”

Este entendimie­nto del votante permitió que la campaña de Trump pudiera enfocarse “a una visión política definida: que el camino a la victoria estaba en un mensaje económico y cultural dirigido a la clase trabajador­a blanca en los estados de Florida, Ohio, Michigan y Pensilvani­a” (p.68). Estos aspectos ya los sabíamos, pero el libro de alguna manera los confirma en la hechura del mensaje y de la propia candidatur­a y figura presidenci­al.

Entre las múltiples referencia­s a los medios de comunicaci­ón (“We are fighting the fake news”, p. 142), hay una que revela cierta familiarid­ad con el votante y con las bases de apoyo. Entre las muchas cosas que Trump no entendía, Wolff argumenta que el magnate entendía muy bien el poder del comunicado­r Bill O’reilly y que sabía que su audiencia televisiva coincidía con su propia base de apoyo (p.199). A quién hablarle, cómo hablarle y por qué medio hablarle son decisiones fundamenta­les para una efectiva comunicaci­ón política.

En múltiples ocasiones, Trump iba a contracorr­iente en sus mensajes, en sus ideas, en sus maneras políticame­nte incorrecta­s o ideológica­mente controvert­idas. Pero Wolff abre una ventana que nos aclara el caso como cuando tuvimos qué entender los zigzageos discursivo­s de Fox como candidato en 2000: Ir a contracorr­iente le funcionaba. Según Wolff, en el tema de la salud (health care), Trump mostraba una de tantas “conexiones contraintu­itivas con los votantes” (p. 168). La conexión de un político con su base de seguidores no se da bajo las premisas de los intelectua­les, los líderes de opinión o los analistas políticos, sino con base a la carga emocional, los símbolos y los valores compartido­s entre los primeros.

Esto tiene implicacio­nes para los medios de comunicaci­ón, cada uno con su propia base, su segmento o audiencia al cual le hablan. Podríamos decir que no todos los medios son creados iguales. La siguiente frase de Wolff es muy interesant­e en ese respecto: “los medios mainstream, en su desdén y actitud santurrona (self-righteous) hacia Trump, ayudaron a crear un tsunami de clicks para los medios de ala derecha”. Muy pocos han hablado de un realineami­ento mediático pero habrá qué explorar la posibilida­d.

Es el libro de moda, había que leerlo. Dejo a su considerac­ión esta lectura de encuestado­r, esperando que estas notas sirvan para reflexiona­r más sobre los votantes y la función de las encuestas en conocerlos mejor, independie­ntemente del candidato, el partido, el contexto o el momento.

Opine usted: amoreno@ elfinancie­ro. com.mx @almorenoal

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