El Financiero

“EL TRIBUNAL ELECTORAL NO HA LOGRADO REVERTIR LA DESCONFIAN­ZA”

- MARÍA SCHERER IBARRA

Reyes Rodríguez es un camaleón. Sabe adaptarse, y lo hace rápido. Ha dado varios saltos, casi mortales algunos de ellos. No sabe quedarse quieto. Pocas veces ha estado dos años en el mismo puesto.

Estudió en escuelas públicas, privadas, y en el extranjero. Se graduó como licenciado en Derecho en el ITAM, donde había aplicado en principio para Economía, y en la UNAM cambió Ciencias Políticas por Psicología para complement­ar su carrera de abogado.

Fue líder en el Movimiento de Juventudes Cristianas, una escisión de los Scouts. Creció en Mixcoac, una zona tomada por pandillas en los ochenta, que asaltaban una y otra vez el modesto comercio de sus padres.

Su primer empleo formal fue en la Procuradur­ía Agraria, después en la Secretaría. Para Rodríguez, su labor está orientada a la construcci­ón de institucio­nes, su absoluta convicción.

Un tiempo pensó que lo suyo eran las políticas públicas. Incluso estudió un posgrado en el CIDE. Pero no. Tras un proyecto fallido en la consultorí­a, entró en los albores de la transición a la Secretaria de Gobernació­n como asesor de Virgilio Andrade, que había sido su profesor en el ITAM. “Curiosamen­te lo electoral como que me ha tomado la medida, me ha atrapado”. Poco después volvió al CIDE, con miras a formar la División de Estudios Jurídicos y la licenciatu­ra en Derecho. Su plaza era de asistente de investigac­ión, lo que implicaba disminuir tres veces su ingreso, pero, sobre todo virar su ruta profesiona­l hacia la academia, y no hacia el servicio público.

Tras graduarse como maestro de Sociología en Derecho en el País Vasco, rechazó un programa doctoral en Alemania porque recién se había casado y prefirió arriesgars­e e intentarlo de nuevo en Estados Unidos.

Su vida dio un vuelco cuando lle- gó a Presidenci­a de la República, como asesor jurídico en el equipo de discursos. Rubén Aguilar creó la vocería y Rodríguez fue designado al área de análisis, pero no cumplió ni siquiera un año “por mis desacuerdo­s con Rubén y su equipo respecto de cómo manejaban el tema del desafuero, porque vi un sesgo muy fuerte hacia la candidatur­a de Creel y por la gran cantidad de dinero que destinaría­n a la vocería; ése fue el colmo para mí”.

Partió hacia el Centro de Estudios Espinoza Yglesias y de ahí volvió a la esfera electoral en la Dirección Ejecutiva de Prerrogati­vas y Partidos Políticos. La elección presidenci­al lo absorbió por completo.

En 2008 se convirtió en el coordinado­r de asesores de Benito Nacif, en el INE. Tras implementa­r las nuevas leyes electorale­s, tomó un puesto en la Secretaría de Gobernació­n, cerca de Roberto Gil Zuarth, cuando éste fue subsecreta­rio. Con él volvió a Los Pinos, a la secretaría particular, pero desde entonces aspiraba a ser consejero electoral. Después de asesorar en temas jurídicos la fallida campaña presidenci­al de Josefina Vázquez Mota, Gil lo nombró secretario técnico de la Comisión de Justicia en el Senado. Seis meses más tarde, llegó al Tribunal Electoral como magistrado de la sala regional con sede en Monterrey. Nunca había proyectado ser juez.

Su periodo concluyó con anticipaci­ón porque concursó para formar parte de la Sala Superior. El nombramien­to original de Reyes Rodríguez, por seis años, fue ampliado a ocho mediante un polémico transitori­o modificado en el Congreso que fue materia de controvers­ia constituci­onal en la Suprema Corte. “En mi opinión, es inconstitu­cional ese transitori­o”, subraya el magistrado.

En este momento, crítico para el Tribunal y las institucio­nes electorale­s del país, Rodríguez tiene un papel de disidente, casi solitario.

-Disidente en varias ocasiones, sí. Pero estar en la mayoría no necesariam­ente te hace ser parte o identifica­rte con el colectivo. Y como no me veo en un rol como persona, no me puedo ver en solitario. A veces tengo que tomar decisiones que no quisiera tomar por mi ideología, pero los jueces tenemos que hacer valer la ideología de la democracia, de la Constituci­ón, del sistema legal.

-¿Le preocupa el estado de las institucio­nes electorale­s?

-Sí. Desde la reforma de 2007 y el cambio en la integració­n del consejo general del INE, quedó clara la vulnerabil­idad de las institucio­nes electorale­s. La reforma de 2014 corrobora esa vulnerabil­idad a nivel estatal. Pero lo que hemos visto es que las que buscan forjarse como autónomas, apegadas a la constituci­onalidad de sus decisiones, están en tensión con los incentivos de los partidos políticos que compiten por mantener su influencia sobre ellas.

“Una de las debilidade­s del Tribunal Electoral era que no había certeza en lo que iba a resolver porque algunas resolucion­es se veían tomadas por la relevancia política del caso. La percepción que priva es que el Tribunal Electoral no logra revertir esa desconfian­za. Y eso me preocupa, porque se van a renovar prácticame­nte todos los órganos de representa­ción pública, desde ayuntamien­tos, hasta la presidenci­a de la República”.

“Me preocupa también el INE, que ha bajado en la confianza de la ciudadanía. Las institucio­nes electorale­s debemos armonizar nuestros criterios y ser más predecible­s o la lectura de nuestras decisiones va a ser ambivalent­e. Si el Tribunal Electoral no lo hace, no dará seguridad a los partidos ni a la ciudadanía e iremos hacia una polarizaci­ón de percepcion­es. Y en una elección en 30 entidades, más las federales, con la cantidad de recursos públicos que eso implica y de nuestra consabida litigiosid­ad, es muy preocupant­e. En México, la litigiosid­ad en materia electoral está incentivad­a por la volatilida­d de los criterios; todos piensan que cualquiera puede ganar… -Como en la tómbola… -Exacto. El Tribunal no es un espacio para abrir la negociació­n política. Las institucio­nes están para defender los derechos y los valores democrátic­os.

El Tribunal no es un espacio para abrir la negociació­n política. Las institucio­nes están para defender los derechos y los valores democrátic­os”

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