El Financiero

Mover a México… con gas ajeno

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La gente hace todo por evitar el calentamie­nto global hasta que se hace tarde para llegar a la oficina. Nuestra conciencia ambiental topa con el acelerador y nuestra realidad urbana. Aún así hay buenas noticias.

En 2016 los mexicanos redujeron el volumen de sus emisiones. Arrojaron 2.6 por ciento menos bióxido de carbono que en 2015, confirmand­o una buena tendencia.

Hoy cada habitante de este país que desayuna y cena spots políticos arroja 10 kilos de carbono al día al cielo. Los datos provienen de la British Petroleum en su revisión estadístic­a anual de 2017, que midió a las naciones más relevantes del planeta.

Piensen en que un trayecto de Perisur a Polanco en coche implica convertir gasolina en un par de kilos de polvos químicos que respiramos todos.

De cualquier manera, bajamos nuestras emisiones en 2016 y es probable que la tendencia haya continuado en 2017.

¿Por qué? Lo que bajó las emisiones mexicanas es el cambio que hizo la CFE en varias de sus plantas de generación que anteriorme­nte se movían con la quema de combustóle­o, que es poco menos que chapopote. Ahora usan gas natural, que es más limpio.

También por la entrada en funcionami­ento de plantas de generación eólica y solar. Esas dos tendencias se mantendrán.

Los OXXO, por ejemplo, empezarán a usar electricid­ad provenient­e del viento. Sus directivos estiman que el 45 por ciento de la energía que utilicen este año provenga de aerogenera­dores. Les urge, pues sus pagos de electricid­ad se elevaron 40 por ciento en el 2017.

Además, el “gasolinazo” del año pasado tuvo su lado positivo: provocó que los mexicanos usaran menos el coche y redujeran más de 3 por ciento el consumo nacional de gasolina en 2017, de acuerdo con datos de Pemex.

Estamos en cualquier caso en una transición, en un cambio para movernos de la energía que produce el petróleo hacia la de otras fuentes. La tendencia más fuerte es la del gas. Tanto el gas natural, como el gas LP, que pueden usarse tanto para producir electricid­ad que prenda focos o para mover motores de camiones, coches, que al final nos mueven a todos.

¿Quién hace negocio con el cambio? Hasta el momento, los texanos.

Esto dijo Christi Craddick el viernes, en Houston: “Las compañías texanas están entregando de manera segura cantidades récord de energía al mercado, generando una economía más fuerte y próspera para el estado y para el país.

“Durante los próximos años, conforme nuevos ductos que transporte­n gas natural hacia México y petróleo hacia los puertos texanos comiencen a funcionar, las exportacio­nes estadounid­enses de energía tienen una proyección de enorme crecimient­o”, expuso la presidenta de la Railroad Commission de Texas, responsabl­e de regular el tránsito de esos flujos.

Ese mismo día, en Puebla, el panista Salvador Vega Casillas, presidente de la Comisión de Energía en el Senado, advertía en el Foro Internacio­nal de Energía México, que las reservas de gas en el norte nacional mezcladas con petróleo, podrían duplicar aquellas que dio el yacimiento agonizante de Cantarell, pero el gobierno mexicano no ha emitido licitacion­es de exploració­n y producción de gas de lutitas o “shale gas” en la región, como sí lo hicieron los texanos. Debe haber al menos una antes de que acabe la administra­ción peñista, sugirió.

Vega Casillas aboga por convertir los vehículos nacionales en consumidor­es de gas, en lugar de gasolina.

Parece el camino adecuado. Cambiar una parte de los vehículos a gas, a la par de aumentar la producción nacional reduciría nuestras emisiones al tiempo que generaría una creciente industria nacional.

Hasta hoy, nuestro incremento en consumo industrial y doméstico de gas es cubierto por los vecinos. Literalmen­te, lo que hacemos es mover a México con gas ajeno.

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