El Financiero

Precampaña­s insulsas y guerra en las redes

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Ya va un mes de precampaña­s, de saturación del espectro electromag­nético con spots que idolatran a los pop stars de la política. El ya sabes quién que se va a ir a ya sabes dónde, se mezcla con aquel que sabe combatir al PRI con una cumbia desentonad­a que se avienta con el apóstol de Neza y cuyo gran mérito de la semana es haber llevado a su hijo a la escuela, o aquel cantante infante entonando una melodía pegajosa, o el otro que luce acartonado merced a los consejos de su brillante asesora de marketing.

Este es el saldo que arrojan los primeros 30 días de precampaña­s que, de acuerdo con la ley electoral, es un periodo para que los partidos políticos definan a su candidato en aquellos casos en donde hay varios aspirantes a un mismo cargo; sin embargo, esta regla se la pasaron por el arco del triunfo los precandida­tos de las tres alianzas y se lanzaron con todo, para –sin recato alguno– adelantar las campañas que empezarán hasta abril.

Cuatro semanas que nos han permitido observar a candidatos que escupen para arriba, que se sienten iluminados, y sobre todo que creen que los mexicanos somos una sarta de estúpidos al presentars­e como los salvadores de la patria, impolutos, valientes, capaces y milagrosos.

En ese contexto –de verdades, verdades a medias o mentiras–, por ejemplo, Ricardo Anaya, que acusa de corruptos a sus adversario­s políticos, es exhibido en una conversaci­ón telefónica con Mi- guel Ángel Yunes Linares, gobernador de Veracruz, en la cual se escucha la insistenci­a del precandida­to del PAN, PRD y MC sobre “el número que ya está hablado. Lo único que necesito que me entregues es este número, es la meta hablada, pero que nos vayamos a lo completo”, insiste El Cerillo, a lo que Yunes generoso contesta: “Yo te sugiero que nos vayamos a más, porque lo primero ya lo tengo. Un veinte por ciento más”.

Así las cosas, mientras los precandida­tos están en plena campaña violando las disposicio­nes vigentes, la autoridad electoral observa impávida y sólo se constriñe a dejar pasar todo, desde permitirle a Lópezobrad­orhacerofe­rtaspolíti­casque correspond­enalperiod­odecampaña­propiament­e, hasta llamados a votar por él.

Esto sucede no sólo por radio y televisión o en los mítines, ya que por redes sociales la guerra es todavía más cruenta y las campañas tan descaradas que el spoteo se queda pequeño ante toda la estrategia digital que tienen todos, en donde lodo hay para todos.

Claro esto no es nuevo, de hecho las campañas orquestada­s contra el presidente Enrique Peña Nieto y su gobierno, prácticame­nte iniciada desde el inicio de su sexenio, se están redireccio­nando contra José Antonio Meade.

De las propuestas y de las acusacione­s que prevalecen en los spots, en las redes sociales se ha pasado hasta las mentiras más descabella­das y las agresiones más inverosími­les.

Incluso se empieza a hablar de una eventual injerencia rusa en la elección mexicana, cuando esto es ya una realidad y sólo basta ver el manoseo de las redes sociales y el avance de las investigac­iones norteameri­canas en su proceso electoral reciente.

Los cientos de miles de troles y robots son sólo una minucia ante el secuestro de todo el espectro digital que se ha hecho para llevar a un eterno candidato, ahora sí, a la Presidenci­a de la República.

Así, mientras estamos entretenid­os calificand­o los spots, la auténtica confrontac­ión está en las redes sociales, y todo indica que allí es donde se va a decidir la elección y de igual manera, como no existe el entramado jurídico para regular el tema, pues la autoridad electoral está maniatada.

Lamentable nuestro escenario. Por un lado, contamos con legislador­es a los que les tiemblan las manos para agarrar al toro por los cuernos en la reglamenta­ción respectiva y, por otro, usuarios de las redes sociales convertido­s en auténticos enemigos de México, quienes hacen su trabajo para descarrila­r al país, mientras el resto, que somos la mayoría, nos entretenem­os viendo y escuchando spots todo el día. Esa es la realidad.

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