La voracidad
Si vemos a la corrupción como una enfermedad, lo que las periodistas de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad denunciaron sobre un presunto desvío de los recursos destinados a damnificados de los sismos de 2017, tendría que clasificarse como una enfermedad grave, contagiosa y que está a punto de dejarnos desahuciados.
Ayer, a través del diario Reforma, las periodistas Thelma Gómez Durán y Miriam Castillo expusieron una presunta red de desvíos a través de las tarjetas que tendrían que haberse entregado a las personas que de un día para otro lo perdieron todo. La información expuesta se deriva de una indagatoria de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), que detectó irregularidades en el padrón de beneficiarios en más de mil tarjetas.
¿La entidad bancaria que emitió las tarjetas? El Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi), responsable de que los recursos lleguen a los damnificados, y que es dirigido por Virgilio Andrade, el ilustre exsecretario de la Función Pública, ese personaje al que le correspondió indagar La Casa Blanca del presidente Enrique Peña y que concluyó en que no había delito qué perseguir. El chiste se cuenta solo y no, no nos da gracia.
“Bansefi presentó deficiencias en la instrumentación de mecanismos que garanticen la adecuada ejecución de las operaciones bancarias, en virtud de que en 1,495 casos la entidad dispersó recursos en efectivo en más de una tarjeta a la que tenían derecho (ya que la segunda tarjeta está reservada para la compra directa de materiales, sin que pueda disponerse de efectivo). El total de los recursos destinados a los 1,495 beneficiarios ascendió a 68.8 millones de pesos”, detalla el documento de la CNBV al que Mexicanos Contra la Corrupción tuvo acceso.
¿Cómo pueden desviar recursos incluso aprovechando el dolor? En los distintos hechos de corrupción trato de imaginar el momento en el que planean la maquinaria del desvío. En una oficina con no más de cinco personas se discute la triangulación de recursos en empresas fantasma: uno crea las empresas sin dirección fiscal; otro hace que fluya el recurso; uno más hace la labor contable; otro crea la cortina de un proyecto inexistente; al final todos operan bajo las órdenes de esos que nunca firman, que no aparecen en ningún documento, que son “ajenos”, que reciben el dinero en algún paraíso fiscal y que terminan amenazando demandar a algún medio de comunicación cuando se descubre la trampa.
Es esta la fotografía que imagino en otros casos de corrupción que se han vuelto tan lastimosamente comunes, como el socavón del Paso Express, los desvíos para campañas electorales, la estafa maestra y demás casos acumulados. Personajes políticos sin escrúpulos, que involucran a personas de bajos recursos como dueños de las empresas y que, peor aún, no les importa que están apropiándose de recursos para el desarrollo social o la salud. Imagino que viven en una burbuja de millones de pesos, que no los ven, que se curan con yates, que piensan que así funciona todo.
Trato ahora de suponer el escenario en el que en el dolor de una catástrofe como los temblores de septiembre pasado no los detuvo para la transa. ¿Quién de esa oficina decidió clonar las tarjetas de los damnificados para desviar millones de pesos? ¿Quién fue la mente perversa de robarle a gente que se quedó sin nada? “Dupliquemos el nombre y depositemos el recurso; no, no, mejor aún, no lo dupliquemos, hagamos 37 tarjetas con el nombre del mismo damnificado, nadie se va a dar cuenta”, seguro así comenzó el desvío que, por supuesto, ahora niegan.
Por la noche, a través de un escueto comunicado, que además dirigen a las reporteras que sólo expusieron una investigación de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, la institución encabezada por Virgilio Andrade explicó que el dinero no fue desviado y que, en todo caso, ellos pueden corregir errores encontrados.
“Bansefi aclara que en dado caso se presentaron incidencias en las operaciones y en la información de los potenciales beneficiarios, derivadas de la urgente necesidad de emprender su atención inmediata. Sin embargo, durante todo el tiempo de la entrega de las tarjetas, se fueron llevando a cabo los procesos para las debidas actualizaciones y correcciones”, justificó la institución.
Nada en los cuatro puntos argumentales responde por qué había beneficiarios que aparecen más de 30 veces, por qué a ellos sólo se les ha entregado una tarjeta y en un par de casos ninguna. No se trata de si esos recursos fueron o no depositados en las tarjetas, sino dónde y a quién les fueron entregados. ¿Dónde están los casi 69 millones de pesos que eran para los damnificados de Chiapas? La voracidad en su máxima expresión.