El Financiero

EZRA SHABOT

MEADE Y EL PRI

- EZRA SHABOT

Para el candidato externo de la coalición Pri-verde-nueva Alianza, José Antonio Meade, la reafirmaci­ón de su posición al interior del partido es algo que ha venido concretánd­ose en las últimas semanas. Las negociacio­nes internas para que todos los grupos que conforman la alianza obtengan algo dentro de este esquema, fluyen de manera ágil y con pocos obstáculos. A pesar de ciertas columnas periodísti­cas que aluden a rupturas y cuestionam­ientos de la propia candidatur­a presidenci­al, y que han sido aprovechad­as por sus adversario­s, el problema de Meade no está dentro de la estructura partidaria, sino en el contacto con el mundo externo al PRI y sus aliados.

Montarse en el pleito Haciendaco­rral no fue una buena idea, como no la es referirse a la dinámica propia de los últimos meses de la administra­ción Peña. Las baterías de Anaya y López van dirigidas a los temas de seguridad y corrupción, y es precisamen­te en esas áreas donde Meade está obligado a plantear soluciones concretas que aludan incluso el porqué no se pudieron instrument­ar en la última administra­ción. Si en el tema insegurida­d el seguimient­o y control del dinero del crimen organizado es la clave, entonces Meade tendría que explicar las complicaci­ones y obstáculos legales y políticos que le impidieron, como secretario de Hacienda, profundiza­r en este tipo de acciones.

Y es ahí donde el tema de los gobernador­es, las legislacio­nes estatales y la ausencia de un mando único –que hoy el propio López Obrador propone más como parte de su propuesta de reconstruc­ción del presidenci­alismo absoluto que como parte de una estrategia de seguridad– han sido determinan­tes para impedir una acción eficaz en el combate a los criminales, tanto en el gobierno de Calderón como en el de Peña Nieto. Y si para ello Meade se ve obligado a desmarcars­e de ciertos grupos de poder internos del PRI, lo tendrá que hacer en aras de obtener la confianza y el voto de ese segmento de la sociedad que lo ve como candidato confiable, pero no a su partido o coalición.

Por su parte, el aparato priista, sus dirigentes y estructura de con- trol electoral estarán obligados a disociar un discurso crítico de Meade sobre estos temas, en relación al funcionami­ento de la propia institució­n, y el objetivo central de ganar la elección con la suma del voto duro priista más ese porcentaje de entre 5 y 10% de la población que estaría en condicione­s de votar por Meade, cerrando los ojos en relación a los partidos que lo impulsan. Por supuesto que en este camino la posibilida­d de incorporar nuevos aliados se vuelve fundamenta­l, y entre ellos algunos de los hoy aspirantes a candidatos independie­ntes.

Es obvio que el papel del Bronco en el norte está claramente establecid­o para arrebatar a AMLO todo el voto antisistem­a de esa zona del país, y de ahí el apoyo que recibe de PRI neoleonés. La pieza clave aquí es la de Margarita Zavala y el grupo calderonis­ta de Acción Nacional que la apoya, y que si bien le resta fuerza a Anaya, también le sustrae votos a Meade, ya que no son parte de ese segmento dispuesto a votar por él, tragándose la píldora amarga al cruzar el emblema tricolor.

Sólo un Meade más ciudadano y menos identifica­do con el PRI podrá sumar aquella parte del voto que necesita para ganar, esto siempre y cuando la base tricolor esté dispuesta a aceptar el distanciam­iento de su candidato como un paso indispensa­ble para obtener el triunfo. Estamos por entrar al periodo donde los golpes de todo tipo influyen en el ánimo del votante en uno o en otro sentido. Es ahí donde veremos la habilidad discursiva y la capacidad de respuesta de equipos y candidatos.

*En mi colaboraci­ón de la semana pasada aludí a Alejandro Gertz Manero de forma incorrecta. Le ofrezco una disculpa.

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